lunes, 1 de enero de 2018

2017...

Recordaré el año ido por un neuroma y un viaje deportivo-turístico a México. Con muchos problemas cumplí el objetivo planeado, pero el precio a pagar fue alto durante la preparación y a posteriori. Porque desde finales de abril no entreno, hago deporte. Entrenar implica practicar una actividad física de una forma planificada con un objetivo específico. Y no ha sido el caso. El único objetivo serán mis Reyes Magos, pues el próximo 5 de enero me operaré del neuroma y espero, tras unas horas que no minutos de recuperación, volver a ser capaz de plantearme algún reto relativamente pronto. Porque aunque deseo más que pocas cosas en la vida vaguear tras una temporada intensa, a partir de ciertos meses empieza a crecer dentro de uno esa mezcla de mala leche, ansiaviva y ganas de apretarse las tuercas que llevo conteniendo unos meses por falta de incapacidad física, porque aunque uno es en general de poco pensar, a veces, sólo a veces, se toma las cosas en serio y no quería para mí otra temporada de dudas y dolores, y hasta que no tenga bastante claro que tengo el pie recuperado no volveré a entrenar, a pensar en grande y a tener algo sólo mío en la cabeza.

El objetivo fue, como hago desde hace décadas, más allá de lo deportivo, y no puedo estar más contento por ello, por guiar mi vida deportiva hacia estos derroteros y ver más allá de poner un pie delante del otro, no podemos encajar mejor esta visión y yo, no es casual, por supuesto. Tras mi aventura azteca no he dejado de hacer algo, un poco de esto y un poco de aquello, y me ha inquietado un poco que no me he sentido tan miserable como esperaba con tantos meses de inactividad forzada, inactividad entiéndase un máximo de 24 km corriendo ocasionalmente, bici y nadar. Lo que recientemente me ha llevado a cuestionarme si podría vivir sin retos a la vista. Creo que es la primera vez que me lo planteo.

El caso es que sí me he buscado/encontrado algún reto intermedio, un par de rutas en bici de montaña de en torno a los 200 km, una de tarde-y-mañana vivaqueando, y otra non-stop que me llevó 23 horas con un calentón considerable, con algunos minutos de vivaqueo pero esta vez no planeado. Y recientemente un 5k con dorsal -repito, ¡un 5k con dorsal!, ¡¡¡yo!!!- que me tuvo entretenido unas semanas. Hice un par de test a 3'35" -fuerte, sin morir- y 3'33"/km -a morir, muerto- para saber a cuánto salir, y confiaba en el efecto dorsal y el asfalto para bajar algo la media. Al final fue de 3'23"/km aunque no era asfalto e iba con zapatillas de montaña no ligeras. Y una tontería así me dejó la mar de satisfecho. Creo que es por volver a sentirme atleta, curiosa sensación que no esperaba volver a experimentar nunca más en mi vida.

Un año raro en lo laboral, malo en lo personal, complicado en lo deportivo, me hacen mandar el 2017 a tomar por culo con todas mis ganas y desde lo más profundo de mi corazón. No me quito la sensación agridulce, y aunque sé que todo es susceptible de empeorar, también puede mejorar.

Mis mejores deseos para el que lea esto. Vamos.
 
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