
Un buen día de hace tres años descubrí la Libyan Challenge, de unos 200km non-stop, en ese mismo lugar, con una nueva organización, y empecé a plantearme lo que podría ser mi desafío deportivo más grande y quizá mi última prueba. Por eso corrí en Mongolia en 2005 (100km); por eso corrí en Boavista en 2006 (150km); por eso descansé obligatoriamente en 2007 para ahorrar, poco a poco, porque este año sí iba a estar allí, no tenía la menor duda, aunque aún al ver un mail de la organización pocos días antes me esperé lo peor. Pero no, estos tipos han sido serios y/o nada se ha complicado, y ya sí puedo decir que he estado por ese lugar que tanto me atrajo en su día y que tan buenas recuerdos tendré para mi futuro.
Desierto puro del que 'emergen' unas montañas, puro Sâhara, achicharrado por el sol, un único núcleo habitado en cientos de kilómetros a la redonda, infinidad de pinturas rupestres; Akakus, lo que un día fue un vergel es hoy el campo de juego de la Libyan Challenge, una locura, sin duda creada por una mente perversa y retorcida, pero que nos atrae a algunos como imanes. Cargas todo -comida, ropa, equipo de supervivencia-, la ruta no está marcada -GPS obligatorio- y encima los controles están separados muchas horas. Afortunadamente no sabía que el terreno era tan demoledor, si no dudo que hubiese tenido el valor de ir a semejante encerrona.
Que a nadie le quepa la menor duda de que iba convenientemente acojonado y que el objetivo era, en un 98%, acabar.
Pocas veces pensé friamente qué podía ser eso de hacer 200km ayudado únicamente por tus patas, y aún no me creo que yo lo pueda hacer; un día alguien me dijo que las cosas que hacíamos eran como esos reportajes de la tele de zumbados que parecen marcianos, y no me creo uno de esos, sólo intento apretarme para ver hasta dónde puede llegar uno.
Entrené bastante bien, algo menos de lo pensado, pero cometí dos errores muy al final: me compré unas zapatillas algo pequeñas (soy muy dado a llevarlas muy por encima de mi número) y arrastré molestias de rodillas el último mes, visitando muy al final fisios y acupuntores a la desesperada. Y es que entrenar al límite de tus fuerzas siempre supone el gran riesgo de lesionarse al final, cuando más te dolería. Las rodillas me impidieron entrenar con mochila, una carencia que luego notarían mucho mis piernas. Nunca las rodillas me cortaron de entrenar, pero sí me molestaban en todo momento, corriendo mucho o poco, de pie, sentado o en la cama. Pude ir, sí, pero con grandes dudas. Supongo que en parte por eso las tres últimas noches antes de la carrera apenas pegué ojo aunque sí descansaba.
Un vuelo a París; un cuarto y mitad de noche allí; un vuelo a Sebbha; unas ocho horas de autobús; y un campamento rústico pero agradable, justo al borde de un enorme erg (mar de dunas) precioso, y en frente, el Akakus, las formaciones rocosas que dan nombre a la zona y entre las cuales nos perderemos unos días.
En toda carrera rápidamente te haces tu hueco y encuentras tu lugar; estábamos un buen nivel medio, un pequeño pelotón, muy individualista y cada uno a su ritmo; es curioso constatar que este deporte es tan individual que ni siquiera sigues al de delante, tu orientación difiere en 25m y sigues tu instinto, no el de otro, y te resistes a beber porque veas a uno que lo hace aunque tengas sed. Incluso con el colega ya comentado Ralf, disiento en la orientación en varias ocasiones y nos separamos unos pocos metros, para volver a juntarnos de nuevo, en un alarde de egotismo y cierta seguridad (¿o cabezonería?). Salimos algo más tarde de lo esperado, y en diez kilómetros ya pegaba el sol de mala manera; el primer control se situaba a 27km de la salida, una barbaridad, con lo que debíamos calcular muy bien el agua que llevábamos, para no cargar en exceso y para no quedarnos cortos; este primer control ya incluía arena, regs (llanuras pedregosas) y una soberana subida por un sendero de cabras. Bien para empezar. También incluyó un pequeño rodeo a una montaña por seguir al de delante, que sabe aún menos orientación como yo, es decir, poco. No nos creamos que por ir con GPS está todo solucionado, hay que ser muy intuitivo y darle a la cabeza, porque dudas mucho, y los errores se pagan siempre haciendo kilómetros de más; como muestra, mi principal arma tras el GPS fueron las huellas, y cuan indio, ya me sabía perfectamente las de la gente que iba delante de mí y las detectaba continuamente para confirmar mi ruta.
Acercándome al tercer control me tomé una libertad creativa al pegarle un pequeño recorte al circuito (permitido), lo que me supuso asumir algún riesgo en tiempo, pero que al final salió bien para mi regocijo; me entretiene buscarle siempre la otra cara que toda cosa tiene, y en esta ocasión fue con la fe de que detrás de aquella montaña hubiera alguna forma de bajar; y la hubo; no creo que ganase cinco minutos, pero me divertí y me dio emoción buscar mi camino. En solo tres controles ya era de noche, km72; los días aún son cortos, y esperaba doce horas de total oscuridad, porque teníamos mala suerte al ser casi luna nueva. La salida de este control fue un poco preocupante porque vi a una persona que perdía el conocimiento repetidamente y porque me desorienté levemente, lo que me supuso una sección de cuasi-escalada que no entraba dentro de los planes. Es gracioso ver cómo el que va detrás siempre cree que el que va delante sabe lo que hace, y al igual que yo rodeé una montaña anteriormente siguiendo a quien no debía, aquí dos corredores siguieron mi luz metiéndose en un buen berenjenal; digo yo que se acordarían de algún miembro de mi estirpe.
Me asocié a un italiano en un sector caótico y un poco desesperante, porque se sucedían las dunas, las bajadas y las subidas, hasta hartar, y con la débil lucecita de nuestras cabezas apenas podíamos evitar tan magnífico despropósito de atacar las dunas por donde nos pillaban, cuando con la luz del día puedes ahorrarte muchas energías, trazando sutiles
Pronto alcancé dos lucecitas, Ismail -libio, muy joven, un poco plasta, que iba tocándose las narices a nuestro ritmo- y Shannon -inglesa, fortísima, luego me entero que entre otras cosas es excampeona del mundo de 24h con 225km o algo así-. El susodicho Ismail me toca bastante las pelotas al decirme el puesto en el que íbamos, yo sin preguntarlo 16h y este me lo suelta según me lo encuentro; íbamos tercero, cuarto y quinto, para mi sorpresa, no me esperaba estar tan delante. Alguien puede pensar que eso debe de motivar, pero a cien kilómetros de meta es horrendo pensar en puestos y en tácticas; me supuso una presión que no quería para mí en ese momento, demasiadas cosas podían pasar. Era tan larga la distancia entre controles que al llegar al CP5 estaba amaneciendo. Un muesli de desayuno y veo como mis compañeros de faena salen disparados al siguiente control al saber que en realidad vamos segundo, tercero y cuarto, empiezan las hostilidades, a pensar demasiadas maldades para nuestros rivales, y a tratar de descartar uno para el podio. Carajo, que estamos en el 117, que queda un mundo. Me costó un rato darles caza, pero lo hice, y, por supuesto, lo primero en cuanto llegas a alguien es darle un pequeño palo para recordarle que has llegado a él/ella por si no se había percatado. A correr se ha dicho. La llegada al CP6 implicó una bajada algo comprometida por un cortado, pero quise poner a Shannon presión, quizá al ser un poco mayor se cortaría al asumir bajadas que eran más un destrepe que una bajada; pero no, bajó por el mismo sitio y alcanzamos el CP6 a buen ritmo. Ahora fui yo el cabroncete y dejé a la inglesa con las zapatillas en las manos cuando me despedí, le metí presión, subí una durísima lengua de arena y casi diez minutos después apareció ella; finiquitada; si no nos pilla nadie más, Ismail previsiblemente segundo y yo tercero. Ja. Un buen rato después Huracán Shannon nos sobrepasó como una exhalación y a duras penas pude seguirla. Sólo la adelanté en la bajada final antes del CP7, una fuerte bajada en la que un tropezón te mandaba con Alá, 300m de salto BASE, nada más y nada menos. En esta bajada le pegué una importante patada a una piedra y perderé en breve una uña de un dedo gordo, c'est la vie.


Me despierta una lucecita en el cogote, a correr se ha dicho, 4km a meta, a mí no me quita este podio ni Sainz en el VW Touareg. Shannon no me puede seguir -pies maltrechos- y yo tengo que pararme a poner pilas nuevas al GPS porque el final es un tanto confuso. Me falla el GPS 30 veces, y le doy al on-off como una metralleta hasta que vuelve a la vida; me centro, calculo fuerzas, subo un trillón de dunas y acabo satisfecho tras 36 horas de esfuerzo ininterrumpido. La lucecita era Didier, que llega diez minutos después, y Shannon se queda sin podio scratch por quince minutos. ¿Injusto? O justo quizá porque Didier voló al final y nos recuperó tras su tremendo pajarraco. Aquí el más tonto hace relojes, tremendo cómo va la peña.
Bastantes dolores, sueños entrecortados, recuperación lenta.
Comer comer comer.
Volver al mundo real.
Besos, abrazos, saludos.
Sergio
+: Libyan Challenge
+s13: Index: Libyan Challenge


No hay comentarios:
Publicar un comentario
En la medida de lo posible, cíñete al tema de la entrada. Insultos y estupideces varias serán eliminados. Da tu opinión. Intenta aportar. Pásalo bien. Por problemas técnicas ajenos a este bloguero, sólo se puede comentar por móvil, disculpas.