Por ahí hay muchos artículos sobre qué debes comer y qué no, en los que expertos nutricionistas y médicos nos dan sus consejos avalados por estudios y décadas de conocimientos. También tenemos avalanchas de productos que nos ayudarán a obtener nuestros resultados, apoyados también por estudios médicos, bastante dinero en inversión y un buen pellizco de marketing.
Todo esto nos servirá, debe ser una base y tenemos que conocerlo como parte de nuestro deporte. Pero hay que salir del laboratorio y correr diez, veinte o 30 horas seguidas y quizá las cosas cambien. O no.
Lo primero, es que todo lo que leamos, venga de donde venga, es conveniente pasarlo por nuestro tamiz personal y crítico; segundo, que todo lo que se diga aquí es personal, con nula base científica y sólo con experiencia puntual; y tercero, que pruebes y pruebes hasta que des con lo que a ti te funcione, así se evoluciona.
Algo curtido tras bastantes años de deporte, ciertos artículos o prospectos me entran por un oído y me salen por otro; no dudo de los conocimientos ni de la buena voluntad (aunque en algunos casos tengan una inercia mercantilística), pero es que la gran mayoría de estos conocimientos no son aplicables a largos esfuerzos o, sencillamente, es imposible aplicarlos. Te pongo un ejemplo: algunos geles energéticos te dicen que deben consumirse a razón de uno cada veinte minutos; si un tiempo de 40 horas en una carrera tipo Ultra Trail du Mont Blanc es, digamos, que normal, ¿quién se puede meter 120 geles sin vomitar intensamente? Yo no, desde luego. ¿Y si no te metes esos 120 geles que te pasa? Pues que pasas hambre y/o te desnutres un poco y/o revientas. Realmente no sé qué es mejor, si quedarte sentado en una piedra replanteándote porqué haces lo que haces (sinónimo de petada) o tener pesadillas el resto de tu vida asqueado de esos sabores tan artificiales. Y entonces, ¿qué hacemos? ¿Nos llevamos el plato de pasta y el microondas a la chepa? Pues tampoco parece muy razonable.
Objetivos, nutrición y psicología
No descubro nada si digo que la virtud está en el término medio. Primero tenemos que establecer nuestras prioridades y objetivos, tanto deportivos como nutricionales, e incluso motivacionales, que como verás un poco más adelante, para mí son fundamentales. Estos objetivos y prioridades ayudan a marcarte la senda de cómo debería de ser tu comportamiento hacia la competición, desde cuánto la preparas a si vas a luchar por un puesto o “sólo” acabar. Y de ahí también puedes tener buenas pistas de qué debes llevar en tu mochila en cuanto a comida. Por ejemplo, quien salga a ganar deberá llevar su mochila lo más ligera posible, deberá hacer digestiones "instantáneas" y la motivación la tendrá que sacar de otro lado. Por ejemplo también, si te estrenas en una superdistancia non-stop y tu objetivo principal es llegar, quizá te plantees incluso parar a echar una cabezadita, y te podrías permitir el lujo de llevar comida de verdad, algo caliente e incluso que te sirvan de objetivos psicológicos. También como ejemplo, no es lo mismo ir a correr que a andar-correr que sólo a andar: la cantidad de peso que puedes cargar varía mucho, y por tanto la calidad y cantidad de tus alimentos.
Una vez establecidos tus objetivos es cuando te puedes plantear tu alimentación sensatamente. Dos son los preceptos básicos: nutrición y psicología, con más o menos peso dependiendo de las prioridades, de tu aguante hacia ciertos productos o de tu capacidad para llevar peso en tu espalda, si es en autosuficiencia. Nutrirse es comer todo lo que debes, algo prácticamente imposible en una prueba muy larga non-stop como la Libyan Challenge o de una semana tipo Marathon des Sables: hay que afinar, no hay remedio, comas lo que comas, te guste o no. No es que sea grave en sí, pero hay que tenerlo en cuenta y cuidar no afinar demasiado y caer en la desnutrición, porque, como poco, experimentarás en un pobre rendimiento deportivo, y ni que decir tiene que puede tener consecuencias bastante más peligrosas.
Por psicología o motivación entiendo aquello que te hace mejorar o empeorar en una competición o entrenamiento; porque sí, todos lo sabemos, la cabeza mueve el cuerpo, pero para que esto se cumpla nuestra cabeza constantemente necesita nutrientes en forma de autoreafirmaciones, paisajes, sensaciones, competitividad… y estómago. No dudes de la importancia del sabor de lo que comes, no sólo de cuánto, sino de calidad, de sabor, de recuerdo de lo conocido, de objetivos puntuales: necesitamos esos buenos momentos porque nuestro deporte ya es suficientemente duro como para hacerlo aún más. Búscate esos pequeños puntos de apoyo para seguir hasta el siguiente control, busca cómo motivarte y nuestro estómago también puede servirnos. Quizá por esto he llamado a este artículo “Alimentación en ultramaratones” y no “Nutrición…”, porque hay que alimentarse (“dar alimento”), hay que comer (“dar comida”, algunas barritas y geles no pueden ser considerados comida, ¡ni de lejos!) y hay que nutrirse (con lo que pillemos, incluso con esas torturas energéticas), no hay que olvidar ninguno de los tres. La consecuencia más grave en mi caso nunca ha sido vomitar una barrita energética, pero sí, asqueado por los sabores, dejar de comer, con lo que dejas de nutrirte inmediatamente. Y ya sabes qué viene después, ir de lado a lado, perder la perspectiva de lo que haces y sufrir como un animal: un reventón como Dios manda.
s
Alimentación en ultramaratones (1)
Alimentación en ultramaratones (2)
Alimentación en ultramaratones (y 3)
+s13: Index: Material
A mi me gusta comprar barritas y geles para recuperar las sales y tener energía, eso sí, hay que saber tomártelos para que no nos pegue alguna pájara que alguna vez me ha pasado
ResponderEliminar