viernes, 26 de junio de 2009

La canícula

(He escrito hace bien poco un pequeño artículo de mis experiencias con las calorinas en el blog de Adventure Life. Como considero que puede ser de utilidad, lo cuelgo aquí también.)

Siempre que estoy padeciendo los rigores invernales me acuerdo de estos insanos días a 40ºC, aquellos en los que pisas la calle y te pega un guantazo de calor que asusta. Los echo tanto de menos durante muchos meses que me creo que me gusta correr con temperaturas tan bestiales. Por mucho que nos alerten los medios de comunicación y los de la bata blanca, se puede correr al mediodía, a 40ºC y encima marcarte entrenamientos largos. Se puede pero hay que ser precavido.

Como casi siempre, tienes que volver un par de días arrastrado a casa y con mala cara para darte cuenta de que el verano está aquí. No son necesarios los manidos ‘cuarenta’ para flojear alarmantemente por calor, sólo tenemos que venir de una larga época de temperaturas frías o agradables y no estar adaptados. Un día de 30ºC a finales de julio sería una bendición, pero a principios de junio nos creemos en el infierno.

Casi todos los consejos sobre entrenamientos con calor son conocidos por todos: cambiar la hora de entrenamiento sería lo primero, porque ¿quién nos obliga a pasar las de Caín?; tener agua siempre a mano y beber en pequeñas cantidades con frecuencia; cubrirte la cabeza; tratar de buscar zonas con sombra y fuentes; usar ropa de calidad, ligera y de colores claros; abusar de cremas solares (las pecas en antebrazos y hombros no molan); tratar de hacer deportes más agradecidos (acuáticos, por ejemplo). Et cetera.

Tengo la fortuna de haber corrido en unos cuantos desiertos pero mi ‘master’ en calorinas no me viene de aquí, sino de hacer una década de veranos entrenando todos los días al mediodía. Todos. Eso sí es duro y no dos días puntuales en el Sâhara. Puedes imaginarte que he tenido desde días en los que me creía un lagarto a otros en los que he llegado a tener problemas para enfocar la vista. Algún que otro día, pocos, he llegado completamente deshidratado poniendo en peligro algo más que la media de ritmo del entrenamiento. Pero también he aprendido mucho.

Una de las cosas que nunca he leído y que hoy te cuento es que la cabeza se recalienta mucho, y aunque la tienes que llevar protegida, o caes fulminado, también tienes que levantarte la gorra, el gorro, el Buff o lo que lleves para que se renueve el aire, o bien echarte un poco de agua para que se refresque. Lo descubrí por casualidad un verano en el que tenía ligeros dolores de cabeza y cada vez que me meneaba un poco la gorra se me quitaban. Tiene su lógica, porque el aire entre tu cabeza y la gorra debe ponerse a no menos de 60ºC y si sabemos que por la parte superior de la cabeza perdemos el 70% de nuestro calor corporal… podríamos hacernos una tortilla francesa tranquilamente.

Este consejo lo leí y lo he puesto en práctica varios años. Las sales minerales –digan lo que digan los anunciantes- las coge el cuerpo de la comida si lo necesita. En un cambio normal de estación y con unos niveles de actividad estables, el cuerpo no tiene problema en absorber más sales y en que en el propio sudor se eliminen menos, en una de esas fantásticas adaptaciones de nuestros cuerpos. Pero si de repente un día correr cuatro veces más de lo que venimos entrenando, o nos cambiamos de continente en avión y estamos en verano en doce horas, nuestra fantástica máquina, por supuesto, no nos seguirá al mismo ritmo. Por eso, en circunstancias normales no es imprescindible la ingesta extra de sales minerales y en casos excepcionales jamás se te tiene que olvidar pues las consecuencias pueden ser graves.

Otro truquito que me salió algo caro es tratar de que no se te seque demasiado la garganta; es casi imposible con calor, pero hazlo al menos cada quince minutos, un mínimo buche de agua, sólo que se hidrate un poco es suficiente. Tenía la costumbre de no llevarme agua para correr una hora o menos, hiciese la temperatura que hiciese; un día se me secó la garganta tanto que me molestó un par de años.

Pero, trucos aparte, lo principal para el calor es la actitud. Una vez estás a principios de julio, puede que lleves ya un mes tostado y te queda lo peor del verano por delante, o te adaptas psicológicamente o déjalo hasta septiembre. Vas a sufrir, lo sabes y no te engañas, con 40ºC sufres sí o sí, vayas rápido o despacio. Así que modifica tu mentalidad ya que no puedes cambiar la temperatura, ve suave, con gestos más naturales y suaves, sé económico, haz que todo fluya, adapta tu ritmo a la situación, y acepta lo que tienes. Es un cambio actitudinal enorme, pero que si lo consigues, el verano es tuyo. Dejarás de padecer algo, te dará menos pereza salir a entrenar y habrás derribado otro buen muro, el del miedo al calor.
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© Sergio Fernández/Adventure Life

Artículo Original: Adventure Life

5 comentarios:

  1. El sabado pasado en el medio ironman de Balaguer,con muchisimo calor y muy seco, comprobé lo de la cabeza.
    Dado que la excelente organizacion de este tri habia puesto esponjas cada tres km. me tiraba el agua por la cabeza y me quedaba como nuevo.

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  2. Coño, qué lujos, con esponjitas.

    Y si hace muchísimo calor y tienes alguna asistencia a mano, cubitos de hielo bajo la gorra.
    s

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  3. Se admiten todo tipo de aportaciones siempre que uno quiere aprender también, ¿eh?
    s

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  4. no soy de bata blanca, sino de pijama verde, pero tienes razón.

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