miércoles, 27 de noviembre de 2019

Eurafrica Trail 2019 (y 4): Vertical Race Gibraltar

Excepto cataclismo, la Euráfrica Trail 2019 estaba en el bolsillo, faltaba solo el formalismo del medio kilómetro vertical en Gibraltar. La verdad es que el ambiente se notaba relajado y aunque algo podían permutar algunas plazas, como así ocurriría en el podium femenino, la mayoría del pescado estaba vendido y sobre todo estábamos ya todos bien servidos de él.

La frontera con Gibraltar no estaba lejos pero hay que hacer el paripé de entrar andando con el pasaporte en la mano, pero no tiene más que hacer. Dado que la salida estaba cerca fuimos directamente andando con la particularidad de cruzar por la pista del aeropuerto que a su vez corta la entrada al Peñón, una de las singularidades de esta colonia. Tras un breve paseo llegamos a una importante plaza de Gibraltar donde estaba todo dispuesto para darse la salida. Dado que había un buen rato todavía para que alguno saliéramos y no teníamos que hacer gran cosa excepto comentar la jugada y, en mi caso, comerme un blíster de chorizo dado que me empiezo a entrar el hambre, tras un rato vagueando decidimos vestirnos de matar y salir a trotar un poco para reconocer la salida, y relajado como es uno poco más y llega tarde la salida, y encima sin estar lo caliente que me hubiese gustado.

Salimos de tres en tres con un minuto de diferencia y en mi cabeza tenía el objetivo de batir a mis dos compañeros y alcanzaron los tres de adelante. Que por qué pensaba que a alguien de mi nivel (en la general, salíamos en orden inverso) podía ganarle es una buena pregunta para la que no tengo respuesta.

Salida y primer escollo: se sale por una calle céntrica y peatonal con lo que tres tíos a buen ritmo se tienen que andar con ojo de no estamparse con marujas y niños, punto a mejorar por la organización porque fue un poco peligroso tanto para los corredores como para los transeúntes. Casi me paso el punto de giro y cuando empezamos a encarar la subida noto que las piernas no responden demasiado con lo que decidió tranquilizarme para que no me explotan, sensación que conozco muy bien del Kilómetro Vertical de Chartreuse del año pasado. Mis compañeros de salida "meten codos" y se les ve fuertes, las escaleras tampoco me van mucho pero nos movemos a buen ritmo, y en cuanto alcanzamos asfalto y una buena pendiente donde me siento cómodo les dejo atrás y pronto empiezo a ver gente delante de mí. No sé a cuántos pude alcanzar pero dos o tres docenas fácilmente, cierto es que este es uno de los terrenos en los que más cómodo me encuentro porque no era especialmente dura la mayoría de la subida y ahí entiendo que mi relación peso/potencia es favorable. Cometí un fallo de júnior al suponer que 500 metros de desnivel positivo en 5 km tenían que ser razonablemente tendidos, y por supuesto no consulté el perfil, para qué. El truco estaba en que a media subida había una bajada con lo que ganas distancia sin hacer ni un metro positivo. La verdad es que se agradeció esa bajada porque soltabas un poquito piernas pero dada su magnitud a más de uno se nos fueron de paseo y empezamos a ver ritmos estratosféricos, y luego había que volver a subir, claro. Me fui calentando hasta que vi 3'05"/km, se me salían las piernas y tuve un segundillo para decidir si apretaba un pelo más para ver ritmo por debajo de 3'/km o no, me corté, dado que la transición a subir otra vez en vertical podrían suponer un palo gordo. Alguno detrás de mí llegó a ver 2'40", así que imagínese cómo íbamos de zumbados.


A una cuarta parte de llegar me alcanzó el primero de los corredores que habían salido después de mí, era mi compañero de habitación Daniel Hernando, tipo acostumbrado a ritmos altos dado que es un asfaltero de medio pelo. Me pilló justo en una zona de escalones y por una pasarela que aparentaba ser colgante pero que en realidad creo que era biapoyada, aunque ahora viendo la foto creo que no. Y no, no es coña, en pleno esfuerzo uno se fija en estas sandeces y razona los momentos flexores de esta elegante estructura. En zonas más adelante, en escalones, eché unos cuantos vistazos a la espectacular bahía que teníamos a nuestros pies, llena de barcos esperando a entrar a puerto, muy industrializado todo pero desde luego espectacular desde esa altitud además de que el día acompañaba y la visibilidad era muy buena, justo lo contrario al año pasado que fue con niebla y lluvia.


Dos corredores más me adelantaron y yo ya iba francamente vulnerable porque las últimas decenas de escalones claramente me sobraron pegándose especialmente por la altura de la tabica de los mismos. La verdad es que iba un poquito perdido porque no sabía si los 5 km eran reales o era una estimación, 500 metros más en un terreno tan vertical hace que se te abran bastantes las carnes pero no, estaban clavados los cinco kilómetros. Y, por supuesto, tengo ya el culo lo suficientemente pelado como para no fiarme te espectadores que te dicen que estás a cien metros de la llegada.

Una de las cosas que más me sorprendió fue ver el pulso que incluso en la mayor de las agonías finales no pasó de los 153 latidos por minuto sacando una media de 145, y puedo asegurar que me esforcé lo mío. Entiendo que fisiológicamente no daba para más, muscularmente tampoco, porque desde luego que me dejé las pelotas y el puesto (creo que duodécimo) confirman que di lo que tenía.

Sin esprintar, llegué a las baterías de O'Hara que yo pensé que estaban cerca del punto más alto pero lejos de él y no, están a la altura, y es que el año pasado no se veía un mojón desde aquí arriba. Y se acabó. Un vientecito fresquito sumado a una importante sudada animaban a bajarse lo antes posible de ahí arriba. Y aunque todavía no eras consciente, todo había acabado ya, aún más para mí/nosotros que nos tuvimos que ir cagando leches sin esperar a la entrega de premios en una espectacular cueva que es un sitio perfecto para este tipo de fin de fiesta.

Una caótica bajada buscándolos la vida, un viaje veloz a un aeropuerto y un largo viaje por carretera después nos pondría a cada uno de nosotros en nuestro respectivo nido. Cuando menos de seis horas después ya estaba enfrascado en las tareas diarias me di cuenta de que sí, de que Eurafrica Trail 2019 era historia a falta de deshacer una bolsa, un buen dolor de patas y unos recuerdos, que son los que quedan. Unos pocos paisajes, unas sensaciones, alguna actitud en carrera, caras, cruce de miradas, una charla aquí y allá y la sensación del tiempo y las energías bien empleadas. Especialmente por la compañía. Las carreras por etapas animan a compartir más, a vivir de otra manera, a disfrutar pausada y aceleradamente a la vez, pero la compañía es lo que más suelo recordar pasado el tiempo y esta no es una excepción. Dorsal y competición aparte, la gente claramente tiene ganas de pasarlo bien, de disfrutar el momento y de llevarse un buen recuerdo, y el entorno ayuda. En mi caso, el excelente entorno fueron Maite y Dani, que hicieron de la experiencia algo más personal, la sencillez del trato, las coñas, las risas, el buen ambiente y la calidez general serán parte de este recuerdo para siempre. Antes de ir tuve alguna duda de si quería hacerla o no, pegarme semejante paliza, entrenar para ello, tres años detrás de un pie, para quizá volverme a encontrar como el año pasado, que no, que no había dado con la solución. Y aunque partí algo perezoso y obligado, días después todavía estaba en una nube por la gran experiencia vivida. Sigo sin saber si mi pie me dejará ser corredor como quiero serlo, pero sí sé que hice bien en buscar la respuesta en Eurafrica.

No sé si si te la has planteado alguna vez, pero si te llama mínimamente, vete a por ella, no te va a defraudar, la organización pone las herramientas perfectas para que te lleves un recuerdo único, de los que quedan, de los que dejan poso, de los que vives pocas veces. A los que puedes recurrir en momentos de bajón, los que te enternecen cuando veas una foto años después. Créate esos recuerdos que le den algo más de sentido que la rutina diaria, necesitamos estos alicientes o nos oxidamos por dentro.
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+: Eurafrica Trail
Fotos: John Ortiz

domingo, 24 de noviembre de 2019

Eurafrica Trail 2019 (3): Cádiz 50

En efecto, llovió la noche entera, amaneció lloviendo y llegamos a la salida bajo una persistente lluvia. De las patas qué contar, dos pedruscos como dos soles. Al mediodía debía para de llover, pero al menos tres horas nos iba a caer pero bien.

Me refugio hasta el último minuto, departo con una croqueta ;), dejo mochila y me pongo en la salida. El director de la carrera nos anuncia el recorte de la etapa, se quedará en 43 km, la zona más delicada no está para tonterías hoy. Pistoletazo de salida y le debieron hacer un agujero a la nube, porque no habíamos dado diez pasos y ya estaba lloviendo. Pinta bien. Unos kilómetros de pista, estirándose el grupo, van arreciando los duchas, en una de ellas decido ponerme la chaqueta, me la había dejado en el bolsillo trasero de la mochila con una manga fuera para ponérmela en marcha, pero tras pelearme con chaqueta, mochila, viento y ya ir empapado al final me tengo que parar a ponérmela bien, momento en que deja de llover, claro. Más adelante me la quité y poco después me la volví a poner hasta meta.

Otra vez iba con Maite. Primera subida en bosque, voy a mi ritmo, sin prisas y conservando energías. En un pseudollaneo a media ladera meto el pie donde no debo sin mirar y me tuerzo el tobillo derecho de cierta importancia, paro, me cago en todo el orbe celeste, cojeo ostensiblemente y me pongo en marcha con bastante más pena que gloria. Aunque habré perdido un minuto o poco más condicionará algo las bajadas durante un tiempo, hiere el orgullo y toca la moral.

No es que lo haya visto todo, faltaría más, pero quieras que no ya uno tiene las espaldas formadas por lo que ha ido viendo aquí y allá, pero no estaba preparado para lo que venía. Un tío con un altavoz en la mochila. ¿Te vas al monte a correr con un altavoz? ¿En serio? Lo que al principio parecía una chicharra, yendo junto al colega se confirmaba que era una chicharra, porque lo malo que era el altavoz no tiene nombre. No es que fuera de Aliexpress, es que era de los más de esa web, rebajado en Black Friday y defectuoso. Horroroso. Pero aún hay más. Tras algún tema que me pudo alegrar el momento (Muse) vino Placebo. Si no sabes quién es Placebo, quédate con la duda. Tiene algún tema con cierta vidilla, pero la mayoría es una especie de technorock chunguero que no puede ser más deprimente. Pero deprimente que te dan ganas de ahorcarte con la mochila. ¿Me vengo hasta aquí, a tomar por culo de casa, me está cayendo la del pulpo, me he jodido un tobillo, voy penando por una subida para escuchar al puto Placebo con un altavoz que no puede ser más malo? Eso sí, el puto altavoz sería 300 % impermeable, porque ahí iba el cabrón chirriando bajo la lluvia tan rebien. Me cago en mi vida. Menos mal que uno se curtió en el Amazonas, los lagos siberianos y los desiertos que si no pongo fin a mi existencia.

Tras esta estupidez, y dejando a la chicharra enmudecer en la distancia, nos acercamos al punto de avituallamiento donde se separaba la carrera corta de la larga. ¡Y se fueron todos! ¡Cabrones, cobardes! Hala, todos a hacer 30, me dio bajón y todo, ahí achuchándonos en los senderos, disputando cada piedra y a meta que se van todos los que veía. Jo-der. Por unos senderos preciosos pero muy húmedos, me interné en el bosque del lobo feroz más solo que la una.


Aunque recordaba zonas, piedras y algunas cuestas, dado que el día estaba completamente diferente al año pasado me resultaba casi por entero nuevo. Lo que está bien para seguir descubriendo detalles. En buena parte del recorrido vas en bosque, tapizado de hojas en esta época del año, el terreno es corrible en buena parte del mismo (si hay fuerzas), pero no rápido, es retorcido y cambiante, sin grandes desniveles ni pendientes pero duro. Al rato empezó a caer la mundial. Y cuando digo la mundial, digo la mundial.


Pero mucho.


Hay temas con los que no se bromea: el chorizo es el mejor alimento del mundo. Por ejemplo. O con la lluvia. La lluvia es mal. Así. Que te llueva mucho es motivo justificado para acabar con las vidas de aquella gentuza, porque no tiene otro nombre, que dice que le gusta correr con lluvia. Sabrás tú lo que es lluvia, malparido.

Un drama, joder. Y no fue una ni dos, hubo unas cuantas de estas, los senderos bajaban como arroyos, te pasabas minutos y minutos corriendo por ellos sin verte los pies, agua por los tobillos porque los caminos hacían de riachuelos improvisados. Tentado estuve de sacar la cámara y filmar algunos segundo épicos, pero me los quedo en la memoria, que no estaba para hacer chorradas. Si te creías que esto estaba tan verde por el sol, sí, tenías razón, por el sol y por la puta lluvia. Qué forma de llover. Sin que sirva para minusvalorar las condiciones, si te llueve, que lo haga aquí, el terreno no coge nada de barro, las piedras no resbalan demasiado y no hacía frío, porque aunque hacía bastante viento, la mayor parte del tiempo íbamos en bosque, protegidos. Sólo un par de veces empecé a tener algo de frío pero gracias al movimiento no pasó de ahí, lo que no entiendo es que mucha gente fuese de manga corta o incluso alguna chica en tiranes, si te parabas tenías un problema en pocos minutos.

Pasé mucho rato solo, tampoco la visibilidad daba para mucho, y en uno de los momentos veo a un tipo que viene en contra, ay la hostia. Y era Dani (Hernando), compañero de faenas, me dice que no es por ahí, ay la rehostia. Afortunadamente me he pasado por poco, me adelantan tres pero el daño ha sido pequeño, vuelta al sendero bueno comprobando que estaba señalizado perfectamente pero al menos dos estábamos mirándonos a los pies porque había triple cinta. Dani venía con una persona de Cardiosport, médicos con buenas mochilas donde portan material de emergencia, incluido desfibrilador, se metió el tío una bajada conmigo y con el mochilón a cuestas, chapeau. En un día tan feo qué difícil me parece hacer estas tareas, avituallamientos, cruces, cosas así, porque nosotros se supone que estamos fuertes y vamos motivados, pero mucha gente se chupó un día de mierda y aguantó la misma lluvia que nosotros, más frío y llegaría a casa destemplada 'pa qué', para una panda de 'mataos'. Gracias. Es cierto que se podrían hacer carreras sin marcar, sin avituallamientos y sin nada, pero la asistencia que prestan merece qué menos que un gracias, o unas cuantas docenas repartidos entre toda la gente que está ahí dándonos apoyo. Si no los distes, macho, háztelo mirar, porque cualquier día es bueno, pero este en especial era más que merecido.

De vuelta al avituallamiento donde me dejaron solito, un poco de pista, el último tramo de sendero, subida, bajada larga, otra torcedura de tobillo (esta vez izquierdo, más moderado), y pista a meta. La lluvia iba a parar al mediodía. Ya. Sólo en la pista final, 5-6 km, me cayeron unas cuatro trombas importantes, atizándome y con ganas de ir acabando, viendo buenos ritmos (4'30"-4'40" con frecuencia, algún 4'05"-4'10" esporádico) y motivado porque ahora sí estaba hecho. El choque de manos con Ángel (@contadordekm) era la meta diaria, más humana que un frío arco o una manta roja. Cerca de seis horas de esfuerzo bajo la lluvia. Otra maratón a la buchaca, la sexta del año, la única con dorsal. ¡Pizza!. Desde que crucé la línea de meta no me cayó una gota más.

+: Eurafrica Trail
Fotos: John Ortiz, Ocaña Outdoor Adventure

jueves, 21 de noviembre de 2019

Eurafrica Trail 2019 (2): Aurum 43

Madrugo un pelo más para irme a trotar 20', pero según planto los pies en el suelo me doy cuenta de que tengo los cuádriceps desguazados. Mierda. Precisamente esta temporada me he percatado de que al día siguiente de hace desnivel negativo estaba decente, a las 48 horas estaba para chopped. Teníamos un día de traslado, con lo que previsiblemente mañana estaré bastante peor y hoy ya voy bien tocado. Pues nada, a joderse.

Desayuno, autobús a Tánger, ferry, Tarifa, autobús al campamento europeo, Jimena de la Frontera. Según pasa el día voy claramente a peor, no puedo hacer nada así que no me preocupo demasiado, los 'tens', masajes, hidratación o nutrición pueden ayudar, pero una vez hecho el daño es, sobre todo, tiempo, tiempo que no tenía. Al día siguiente, en efecto, estaba bastante peor. Rumbo a Benaoján.

La sierrecita prometía ya desde el autobús y según nos habían dicho habría dos partes, una técnica y lenta tipo Marruecos y otra corrible. En 2019, con carreteras y modernos medios de transporte ves los pueblos encaramados en las lomas o en angostos valles y piensas lo alejado que está esto de todo, no me quiero imaginar hace un siglo o dos, pasto de caciques locales, bandoleros y apreturas de cinturón. La parte buena es que son pueblos bien conservados por su aislamiento y Benaoján es un buen ejemplo. Una coqueta plaza nos vería salir, pero antes se hizo un minuto de silencio en recuerdo de SúperPaco, todos vistiendo con una camiseta que nos habían facilitado, un héroe anónimo de los que en ocasiones levantan más pasiones y admiración que campeones en lo suyo.

Salida y rampón, hala, ya estamos en faena, con neblina por arriba, ritmo bueno. Sin quererlo de nuevo iba con Maite Maiora, en subidas (y descansado) no me cuesta demasiado seguir esos ritmos y me mantiene tenso porque yendo solo me relajo bastante en tramos andando. Tras unos 5 km tiene una caída tonta, pero dentro de lo malo era el mejor sitio, porque era sobre pradera, nos pasamos mucho rato sin ver más que piedras en el suelo, así que dentro de lo malo, mejor caer en blando y despacio... a la vuelta a casa se descubrió dos costillas rotas, eh, a mí que nadie me llame gafe que se cayó ella solita. Y a bajar, y técnica y puñeterilla, empecé bien, se me fueron Maite y compañía, que eran buena rueda, y como me suele pasar, voy yendo a menos hasta acabar hasta las mismísimas pelotas de bajar, de piedras, de caliza y de todo, y además, con tramos finales delicados con esas lajas que apuntan a tu pecho o tu cara con ganas de partirte en dos: no entiendo cómo se puede bajar rápido por ahí.

Bastante hartito llegamos a un llanazo curioso, porque es una dehesa entre sendas sierras y donde pastan las vacas tranquilamente, es un poco irreal, vienes de un terreno técnico y lento y de repente, a darle zapatilla pero bien, transición cero. Y como quería desquitarme del final técnico, que no me había gustado, pues como pollo sin cabeza. Y oye, muy bien, estuvo entretenido. No duró mucho (menos mal, a ese trapo yo no aguantaba demasiado), subida, bajada y tercer avituallamiento. Lo de los avituallamientos me ha resultado curioso, el primero me lo salto siempre, con medio soft flask o menos voy que tiro; el segundo dependiendo de cómo me pille quizá coja algo de comer; quizá en el tercero coja agua, mitad en cada soft; y si hay más, picoteo, menos de 20" en cada uno. Esto es un sinvivir (y un sincomer y un sinbeber), no bebo un litro en 3, 4 o 6 horas, como cuatro mierdecitas y lo que llevo encima, y es muy estresante, no me gusta, hombre, vamos a pararnos, charlamos un poco y ya con la comida masticada y deglutida, seguimos, pero no, todos a piñón, como si hubiera bombas a punto de estallar bajo las mesas. De verdad, qué coñazo de carreras cortas, lo que se corre, lo competitiva que es la gente, no le da tiempo a uno ni a ver el paisaje.


A lo que vamos, en ese avituallamiento me cazan la cuarta y quinta mujer, Silvia Puigarnau y Ester Alves, me dejan en bajada pero no las pierdo de vista, y cuando llegamos a pista y el primer pueblo (Cortes de la Frontera) ya vamos los tres juntos, y poco después me escapo, llevan buen ritmo, bajan mejor que yo pero puedo ir algo más rápido en "mi" terreno. En algún momento creo que iban cerca de mí pero no volví a mirar atrás, otro llaneo pasando otro pueblo (Cañada del Real Tesoro, ea) y nos encontramos con el río (Guadiaro) que nos acompañará hasta meta. Primero por una pista sin mucha chicha, luego subía para tener unas bonitas vistas (y acompañamiento, una marcha, lo que siempre es agradable para tener alguna referencia) y a continuación un avituallamiento, el último, que para mí supuso un cohete en el culo. Sabíamos que la etapa estaba recortada, creo que por temas medioambientales, y cuando hice los cálculos en ese avituallamiento me quedaban como seis a meta. A darle. Sendero de bajada, puente (¡y cueva!) espectaculares (de los Alemanes), subida a degüello, bajada y bonito sendero a meta, que hubiera estado bien hacerlo fresco pero ya con cierta tostada encima se trataba de minimizar daños y llegar a meta dignamente. 4h13', 36 km, +1400 m. Satisfecho.


Nos hizo un buen día, solete, nos pudimos duchar, dar un rápido masaje, comer (¡chorizo!) y charlar. La vida simple mola. Simple para nosotros, porque creo que a estas alturas el que más o el que menos se había dado cuenta de lo compleja que es esta carrera, en desplazamientos, voluntariado, autobuses, etc., un chocho muy serio. Simplemente esta etapa, la más sencilla quizá, es en línea por lo que ves más mundo como corredor, pero llévate mochilas a meta, intenta tener un sitio donde ducharse en un pueblo sin instalaciones para ello, dales de comer a los famélicos si puede ser, y manda de vuelta a la gente en oleadas según van llegando en una etapa en la que entre el primero y el último hay unas cuantas horas. No creo que haya muchas carreras en España más difíciles de organizar por la itinerancia, los distintos escenarios donde se desarrolla y las dificultades de, en casi todas las ocasiones, localizaciones pequeñas donde un evento de este tipo son puntuales y no tienen apenas capacidad de servir a las necesidades que se plantean. Quien se metió a organizar esto no sé si sabía en su día la que se le venía, ahora ya con la maquinaria rodada y con las misiones repartidas la cosa irá mejor, pero ha debido de costar y lo que te rondaré morena, porque a más variables más cosas pueden pasar.

Mientras tanto, comiendo plácidamente de una barbacoa, mi cabeza estaba en la matemática simple: 2 de 4, y habiendo hecho, se supone, lo peor ya. Lo que menos me apasionaba es que "se oían truenos de fondo", se comentaba que mañana podría llover. Me gusta la lluvia entre cero y nada.

+: Eurafrica Trail
Fotos: John Ortiz

lunes, 18 de noviembre de 2019

Eurafrica Trail 2019 (1): Belyounech 25

Por segundo año consecutivo hago Eurafrica, no soy de repetir carreras pero dado que cambia bastante respecto a 2018, me animo. Para mí vuelve a ser un test del pie, operado por tercera vez de otro neuroma de Morton en mayo y que espero sirva para darme el alta, pero de alguna forma lo tenía que probar.

Para los que no estamos en el sur, la verdad es que el punto de encuentro, Jimena de la Frontera en esta ocasión, está a tomar por culo, y es que Madrid, lo que tenemos como referencia del centro de la Península no está, ni de coña, en el centro y te das cuenta cuando vas para abajo. Si puedes, ve acompañado, más ameno y se hace más corto, y este fue el caso de 2019, con lo que hablando de todo un poco nos plantamos en Jimena millones de horas después pero razonablemente sanos. Eso sí, una vez allí, coche aparcado y no se mueve una semana, te llevan y traen a todos lados como en las excursiones del cole, apenas tienes que hacer el esfuerzo de aguantar los esfínteres porque te dan todo hecho.

Lo "peor" de la carrera son los traslados, precio a pagar por estar en cuatro territorios diferentes, pero no son tampoco para morirse, te puedes sobar, escuchar música o hablar con gente, con lo que a pesar de que son bastantes no son especialmente pesados ni largos. Y son parte de la carrera, porque sin ellos Eurafrica sería una carrera "normal", y es precisamente lo que no pretende ser. Eurafrica tiene lugar en uno de esos intrincados lugares del mundo donde confluyen territorios, culturas y paisajes diversos, y merece la pena aprovechar esa situación porque en una semana te permiten descubrir parajes interesantes y desconocidos para los que no somos de la zona. Y este es parte de su encanto.

El salto adelante de la edición 2019 es muy notable, aunque no sería justo compararlo con la 2018 que fue el "caos" por razones meteorológicas, pero, y a pesar de perder cierto componente aventurero y de compartir un pelo menos, sigue conservando la esencia que la hace diferente y atractiva. Ninguno sabemos el futuro pero esta edición me ha parecido que ha estado a un grandísimo nivel y que tiene un prometedor futuro por delante, sólo falta que los corredores la llenemos para que iniciativas como esta no caigan en saco roto, no voy a preguntar el grado de satisfacción del personal, pero estoy convencido de que no sólo la inmensa mayoría nos llevamos un buen recuerdo de esta semana si no que lo recordaremos mucho tiempo por la peculiaridad, y es que es una carrera única en España y diría que casi en el mundo, en un entorno seguro, con una propuesta deportiva suficientemente dura y creando unas relaciones que irán más allá del dorsal pinchado a la camiseta. Raramente me arrepiento de las carreras en la que he estado, de esta estoy seguro que no lo haré porque tengo unas cuantas imágenes, de gente, de paisajes y de sensaciones que sé que me acompañarán largo tiempo. Y para esto corro y viajo.

Llegados a Jimena un lunes por la noche, desayunados un martes, ponemos rumbo sur, a Tarifa, ese enclave conocido por el wind y el kitesurf, donde confluyen Mediterráneo y Atlántico (en realidad es un poco más pallá) y donde se fabrica el viento. Desde allí, y aunque ya me lo sabía del año pasado, un veloz ferry nos cruzó hasta Marruecos, no ha parado el ferry y ya sabes que estás "en otro planeta", en el bonito Marruecos, tan diferente de España. Un pequeño detalle te ayuda a entrar en el viaje aparte del paisaje: los datos del móvil son a precio de riñón. Y no nos puede venir mejor. En una semana he consultado el móvil alguna vez, pero la desconexión ha sido importante y no sólo al entrar en Marruecos por razones pecuniarias, sino porque no me apetecía invertir tiempo en el mundo virtual cuando era más interesante el real, el que pasaba por delante de mí. Entiendo, comprendo y comparto que la Marathon des Sables directamente prohíba los móviles.

Esta vez el alojamiento era en otra zona, M'Diq, cerca de Tánger, en una lujoso hotel y donde pernoctaríamos dos noches. Buenas comidas, amplias habitaciones, sueños breves (me retracto: lo peor -sin comillas- son los madrugones, ¡me cago en la leche!) y a tiro de piedra de Belyounech, lugar de la primera etapa. Para mí era conocida pero dado que el año pasado fue la última y esta la primera la cosa podría cambiar. Mi plan para esta primera etapa era sobrevivir, sólo eso, y tenía en mente tres objetivos: no hostiarme, no hacerme esguinces de tobillo (soy experto) y no reventarme los cuádriceps en las bajadas, que pensé que los llevaba algo entrenados pero luego me di cuenta de que no. Conseguí dos de los tres.


Belyounech está a la sombra del Jebel Musa, un pedrolo al otro lado del Estrecho, junto a Ceuta. Un pueblo pequeñito y disperso, invadido, ya parece que por tradición, una vez al año por corredores vestidos de colorines. La salida, cruzando el pueblo, fue bastante veloz pero sabía que el primer tramo me iba bien, subida en la linde entre andar y correr, donde yo corro el 90 % y donde mejor voy, no porque me sienta especialmente fuerte sino meramente por comparación. Al tran tran casi alcancé a Maite Maiora arriba y me sacaba un par de minutos al empezar, recuerdo que el año pasado pasé cerca de la cima a Beth Pascal, con lo que el ritmo era parecido dado que son dos corredoras equivalentes. En un déjà vu de libro, fue empezar a bajar y empezar a verlo gris. El año pasado fue el neuroma, este que me bailaba el pie dentro de la zapatilla mucho; no tardé en pararme, pensando más en los dientes que en los tobillos, que también, pero aunque arreglé esa sensación de inseguridad, la velocidad siguió siendo la que era, pobre, también, por comparación. No sé si se puede saber lo que pierdo en una bajada de estas más o menos técnicas pero yo calculo que unos diez minutos tranquilamente, eso sin compararme con ningún bajador, sino con gente de mi nivel. No es agradable, claro, pero con lo poco que corro en montaña, lo poco que me aprieto bajando y la cantidad de tobillos que me he dejado por ahí, no me preocupa lo más mínimo.: puritita resignación y realismo.


La primera subida es razonablemente cachonda, la hice sin más problema ni esfuerzo, un momento de confusión por no ver cintas, luego otra bajada técnica que me volvió a poner en mi sitio, y después La Subida. Una de las más duras que he hecho nunca... pero que este año no me pareció para tanto. El primer tramo fue francamente delicado porque era todo descompuesto y suelto, harto de irme abajo decidí cruzar a la izquierda y me llevó una minutada, porque como Ricky Martin, daba un pasito palante y otro patrás: hubo algún tramillo realmente complicado por nula tracción pero al final pegados a las piedras de la izquierda se podía subir decentemente, sin contar la pedazo de pendiente que tiene aquello, claro. Coronado el Musa y envueltos en una ligera niebla de repente se abrió unos segundos y con ellos la boca y la consiguiente baba. Las vistas son espectaculares, el mar ahí abajo, tan azul, se atisbaba la costa española, una caída vertical... pero de nuevo al tajo porque venía La Bajada, posiblemente la más delicada que he hecho nunca, por no decir peligrosa, no tanto por la pendiente y el terreno, sino porque en determinados momentos no tengo claro que parases y porque también te podían venir piedras de arriba, variable que no me gusta. Y, de nuevo, la segunda experiencia fue diferente: no me pareció para tanto, eso sí, muchísimo cuidado porque es una bajada más de perder que de ganar (especialmente para los patanes) y modo supervivencia on.

Pasado lo peor, encaras la repetición de la primera bajada y me solté un poco más y me noté algo más ágil (poco, eh, no asustarse), con los 'quads' en mente para tratar de no dañarlos. Esta vez tuve que dejar pasar menos gente porque ya íbamos más separados, y delante de mí un portugués se calzó un hostia maja. Llegados abajo, un bonito sendero con apenas alguna cuestecilla arriba, junto al mar y el pedrusco de Perejil te van acercando al pueblo. Como soy de interior siempre me encanta correr junto al mar, pero es que este sendero me ha vuelto a enamorar, alejado de la civilización, de zancada fácil, con pensamientos positivos de ir llegando a meta y con esas vistas. Y ese puto azul.


Un par de kilómetros de asfalto y meta. 3h30'. Correcto dentro de lo lamentable de que este es el peor terreno para mí con mucha diferencia. Un día después miré el tiempo del año pasado y fue 10' menos, ummm, no debía haberlo hecho, cierto es que en una iba a cumplir el trámite y en la otra ya sabes que es el último empujón, pero algo de orgullito aún tengo y diez son bastantes. Pero bueno, este duro trámite para mí estaba hecho, como tuvimos tiempo pudimos hacer algo de turismo y completar un buen día. Lo más importante: estaba sano, estaba en carrera y había completado mi principal escollo. La vida era maravillosa, patas cansadas, buena compañía, tripeando lo suyo y vagueando como si fuéramos ricachones. Lo éramos, de hecho

+: Eurafrica Trail
Fotos: John Ortiz