domingo, 1 de noviembre de 2009

La Ruta de la Lana. Caminos, ovejas y a correr

Me gusta competir, me siento algo viejo para distancias cortas –no por edad si no por mentalidad-, pero siempre es motivador estar en una línea de salida. Meses de esfuerzo solitario para jugártelo en un “rato”. Pero lo que sientes poniéndote al límite no lo siento con casi nada en esta vida.

Pero ponerte al límite no tiene porqué significar competición. Hace ahora diez años me inicié en las aventuras particulares, seguí el GR10, ese sendero que algún día unirá Valencia con Lisboa, a su paso por Madrid, de El Pontón de la Oliva hasta El Escorial, en tres días, corriendo, solo y sin asistencia. Fue durísimo pero me abrió los ojos. Hacer algo por ti mismo, sin que luches contra nadie, es algo me atrajo. Me descubrió un mundo en el que el límite está en tu imaginación, algo que para un alpinista es obvio pero que en el atletismo es una rareza. Desde entonces todo lo que suena a aventura sin dorsal lo guardo en mi ordenador en la carpeta ‘ultraworld’, ‘mundo ultra’, mundo potente, mundo creativo.

Una década después me situé en otra línea de salida imaginaria para cumplir otro reto. Las circunstancias eran distintas, tengo más achaques, pero sé correr muchísimo mejor. Creo. El hecho desencadenante fue un pequeño problema pulmonar que arrastro desde mediados de mayo, la inseguridad que me ha creado y las dudas de qué haré con mi futuro deportivo. Tenía que probarme, y decidí hacerlo a mi aire para escuchar mejor mi cuerpo, alejado de los resoplidos de otros. Tenía la ruta perfecta en mi cabeza, entrené lo que pude en dos meses y… bastante respeto, porque cuanto más me acercaba al Día D más intuía que en el papel todo es posible, pero que luego hay que hacerlo realidad con más que sudor.

Un año antes había descubierto por casualidad una bonita ruta, con historia y dura: La Ruta de la Lana. Tan sugerente nombre responde a la antigua vía de comunicación entre un lugar productor y uno de comercio, como la mayoría de las rutas del mundo, en este caso entre Cuenca, Guadalajara y Soria que aportaban paños y lana al centro comercial de la época, Burgos, para desde allí revenderlo o exportarlo a las Islas Británicas. Transcurre por ambas Castillas, zonas devastadas por la emigración, que a veces parece una lucha perdida por la supervivencia, pero que me resultaba también atractivo por transitar durante días alejado de ciudades e inmerso en la España rural.

Cómo no, la ruta también es un Camino de Santiago, ese “monstruo” de los trekkings que todo lo absorbe. La historia es curiosa y se remonta a 1624, bueno a unos años antes: un conquense llamado Francisco Patiño, que vivía del comercio, navegaba rumbo a Italia a hacer sus negocios cuando los turcos les abordaron y se llevaron a Francisco de rehén a Argel primero, y a Constantinopla después. Cinco años se pasó el hombre encarcelado esperando un rescate (entiéndase: dinero, no ‘boinas verdes’ de la época), y se prometió peregrinar a la tumba del apóstol Santiago si salía de aquella. Y salió, porque en otro navegar, el barco a punto de zozobrar tuvo que refugiarse en Malta, donde estaban por allí unos galeones cristianos, que recibieron con los brazos abiertos las naves turcas. Liberado el amigo Paco, se fue a vivir a Italia y se casó con María Franchis, olvidándose de las promesas hechas. El apóstol debió de recordárselo un día de finales de julio del 23 porque “le quemó” la casa, y entre el fuego y el miedo se les apareció el mencionado apóstol. Ahora sí, a Santiago, que parece que si no a la próxima le fulmina un rayo. Desde que llegaron a la tumba, el pasado 22 de abril de 1624, la ruta es un Camino a Santiago.

El uno de octubre de dos mil nueve subía las escaleras del precioso casco antiguo de Cuenca para encaramarme a una línea de salida virtual, que me llevaría a una semana de intensidad deportiva y personal. Mejor no pensar, esto es de locos, para qué hago esto, madre-mía-la-que-me-espera, es decir, los mismos pensamientos de una competición, en el buen sentido, concentración y respeto. Venga.

Sé que tengo que ir “parado”, va a ser una semana muy dura, tranquilo macho que luego vienen “las rebajas”. Salida por asfalto, me despido de las grandes poblaciones por unos días, empiezo a disfrutar. Salir de casa es una aventura en el sentido de que sales de lo cotidiano, de tu horario, de lo establecido, de tu vida. Del día a día. La mayoría no vivimos mal, nos quejamos claro, pero no tenemos mala vida, pero al igual que tu cerebro se empequeñece si no lees, tu aprendizaje se estanca si no sales de tu cascarón, que es lo que es la vida cuadriculada que la mayoría llevamos. Ir por una carretera que nunca he visto, no saber lo que hay detrás de esa loma, hacerlo de la manera que me gusta; sigo centrado y con mucho más respeto del que me entra en mi pequeña mochila, pero sé que hago lo que quiero en ese momento, y eso me hace sonreír.

Nohales, Chillarón de Cuenca, Arcos de la Cantera. 17km después de mi salida abandono el asfalto, cruzo un pequeño puerto y ya me imagino qué sería de los rebaños, los carros y los peregrinos por estos lugares. Qué distinto es a como voy yo, corriendo, ligero, avanzando rápido, en buena forma, acompañado de materiales de calidad. Pero también tratando de no perder la esencia de cómo me gusta hacer las cosas: la ligereza supone compromisos, quiero ser lo más autosuficiente posible durante cada etapa y pernoctaré gracias a mi novia en una autocaravana, con lo que algo de trashumancia también tiene. Vivimos al día, un rato antes de salir hemos pensado dónde creo que voy a llegar, y ni me planteo la siguiente etapa, flexibilidad. Me encanta la fuerte subida que me llevará a Torralba, pero me arrastro hasta el final de mi primera jornada, Villaconejos de Trabaque.

Tras el primer aviso de lo duro que iba a ser aquello, “entro” en la ruta, vivo por y para ello durante las horas que estoy corriendo, me relajo el resto, estoy centrado en hacer lo que tengo que hacer, aprendo la lección de que debo ir más despacio, como y bebo lo que me pide el cuerpo, actúo escuchando mis sensaciones, nos marcamos una rutina algo estricta pero que nos permite disfrutar el momento.

El segundo día me metería en Guadalajara, concretamente pude llegar a Trillo, tras duras subidas –Salmerón, Viana de Mondéjar-, caminos arcillosos, agradable arquitectura local y algo de terreno montañero. De nuevo me equivoqué un poco al llegar a los 55km, seis horas corriendo con desniveles decentes, por lo que lo pagué en sucesivos días, pero desgraciadamente sólo con avisos serios aprendemos; realmente no sé dónde estaba mi límite razonable en etapas diarias, y lo empezaba a encontrar en torno a los 45-50km sin tener en cuenta los desniveles, porque ni los miraba, me da lo mismo subir 500 que 1500m en un día, lo voy a hacer igual.

Los excesos hay que compensarlos, y la tercera etapa fue algo más corta, pero tan dura como las anteriores porque me empezaba a encontrar en ese difícil y doloroso punto en el que estás habituándote a distancias largas pero aún no lo estás; donde ves muy lejos tu meta pero los dolores ya son serios. Gárgoles, Cifuentes, Moranchel. Las Inviernas, Mirabueno, Mandayona. Estuve acompañado por un amigo, lo que rompió la soledad general de la ruta, pero que tampoco reblandecieron los 43km del día. Más bien me maduraron para sufrir como un condenado una jornada después, en esa agónica y lentísima llegada a Alpedroches, donde decidí a mi favor toda una ruta de casi 400km. Esos son los momentos decisivos, acercándome, bajo y dejando atrás el castillo de Atienza, donde me debatía entre la apatía y el dolor, en un sentimiento de que se me iba de las manos, de que no había llegado ni a la mitad, de qué me quiero demostrar. Esa carretera me atizó en mi autoestima y moral, me tocó pero no me hundió. Mucho sufrimiento, quiero hacerlo más humano, empiezo a no levantar la vista del suelo. Veremos mañana, etapa superada.

Encima tengo que agradecerle a no sé quién el magnífico tiempo que estoy teniendo, pero me llegan informaciones de que la cosa empeorará, ¿debo hacer más kilómetros diarios en previsión del mal tiempo o reducirlos porque estoy agotándome? Pasar a Soria supone cruzar un precioso puerto de montaña entre Miedes de Atienza y Retortillo de Soria. La elección de hacerlo por la ‘vía recta’ fue del todo acertada, muchas piedras, buenos desniveles, grandes vistas, un antiquísimo camino que a veces se intuye; me encanta esta subida, corono contento a casi 1400m de altitud, estoy en Soria, más o menos a la mitad de camino, me motivo, esto empieza a rodar mejor, ya vendrán bajones, hoy es un buen día. Me imagino cómo Rodrigo Díaz de Vivar ‘Sayyid’ (El Señor, El Cid) y sus compinches cruzarían este desolado lugar el mismo día en que vencía el plazo que le dio su rey para abandonar Castilla. Desterrado. ¿Cómo se sentiría nuestro héroe? ¿Cabreado, decepcionado, triste? Pero para mí es buen día, me lo repito. Lo es, por las conversaciones con un amigo, por el precioso sendero a enmarcar entre Tarancueña y Caracena, porque me invento un pequeño tramo para evitar asfalto, porque incluso alargo el día respecto a lo previsto. Carrascosa de Abajo, Fresno de Caracena. Otra maratón en el saco.

Ínes, San Esteban de Gormaz, Matanza de Soria; paso de atiborrarme de moras a comerme unos fantásticos racimos de uvas Ribera del Duero, Denominación de Origen; antiguamente las cinco primeras hileras contiguas a los caminos eran para soporte y disfrute de los caminantes, y aunque esas costumbres ya se han perdido, espero que cuatro o cinco racimos de fantásticas uvas no diezmen la producción de algunos de nuestros mejores caldos, desde luego hambriento como estaba los disfruté como el que más. Villálvaro, Zayas de Bascones. Alcubilla de Avellaneda, un precioso camino en un bosque solitario, una antigua vía romana, donde yo me hubiese apostado para asaltar a los mercaderes siglos atrás cuando volviesen con los dineros de vender su lana. En algún punto de este bosque he cruzado la línea que separa Soria de Burgos, esas líneas que busco con ahínco y nunca veo; ah, claro, que son estúpidas líneas que ha creado el hombre, por eso no las veo, porque no quiero verlas.

De Hinojar del Rey recordaremos la tranquila tarde que pasamos, hablando con los lugareños, bebiendo una riquísima agua, cenando unos exquisitos tomates que una amable pareja nos dio. Esto no lo buscas, lo encuentras: las buenas maneras, la sociedad tranquila. Del día siguiente recuerdo el infinito bosque que crucé desde Huerta de Rey hasta Covarrubias. No sabía que había tantos árboles en el mundo. Me encantó, para mí no hay ecosistema que me parezca más humano que el bosque. O animal. O lo que sea, me siento a gusto, me relaja. Un coche a lo lejos, es todo lo que vi en horas y horas de árboles. Me sentó mal un chaparrón, pero el arco iris que gracias a él se formó con Santo Domingo de Silos al fondo lo merecieron. Otro buen día, el penúltimo, 46km de buenas sensaciones.

Mecerreyes, Cuevas de San Clemente, Cubillo del Campo, Los Ausines, Modújar de San Cebrián, Carcedo de Burgos, Cardeñadijo. Nunca tengo la moral por las nubes cuando acabo un proyecto, porque me impaciento por llegar, quiero vaguear, ya he luchado mucho, no quiero más. Pero 50 kilómetros yo no sé correrlos sin padecer, un poco al menos. Y así fue, asfalto, lluvia, desorientado una vez, hambriento a ratos. Quiero que esto se acabe. Mi GPS dice que estoy ya, a ver si han cambiado la ciudad de lugar sin avisar. Entro a Burgos por un estrecho valle que me impide ver la ciudad hasta que casi no estoy dentro. Se acaban los males, callejeo a sentimiento buscando el final donde quería (el Castillo de Burgos, ahí arriba), rindo pleitesía a la blanquísima y espectacular Catedral, 380 kilómetros y unas pocas decenas de escalones después estoy en mi meta. No hay pancartas pero sí premios, el de disfrutar con quien quiero una experiencia interesante y el de sentirme satisfecho con lo realizado en ocho duros días.
s

© Sergio Fernández/Adventure Life

Artículo Original: Adventure Life

8 comentarios:

  1. Para intentar darle descanso al aparatejo durante los fines de semana te has explayado de lo lindo. Enhorabuena una vez mas por todo y gracias por compartirlo con nosotros. Descansa que te lo has ganado.
    Muy interesante lo del GR-10..... interesante y cercano.....
    DavidP

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  2. Me ha encantado la comparación con los alpinistas... es verdad los del mundo del runner somo un poco "gilipollas.
    Que machacada y que guapo que se ve el GR 10.

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  3. Pues ahí está el GR10 para que alguien lo 'desvirgue' corriendo... GPS, Google Earth y a currárselo. No sé si está marcado entero, hace tiempo había tramos, tiene que ser duro y bonito, la parte madrileña lo es, mucho de ambos.

    En el alpinismo no hay competición (bueno sí las hay, pero encubiertas), entonces todo es imaginación (y falta de ella). Por nosotros piensan los organizadores y nos dedicamos simplemente a mover las piernas compulsivamente; seguiré compitiendo, pero hay mucho por hacer aparte de las competiciones. Dentro de las competiciones también se puede ser original (con uno mismo, para mí lo importante), léase Badwater, Geants, Celsius o Jungle; lo mejor es que cada uno haga lo que le plazca.

    Saludos,
    s

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  4. Ya me has dejado otra frase para anotar "al igual que tu cerebro se empequeñece si no lees, tu aprendizaje se estanca si no sales de tu cascarón, que es lo que es la vida cuadriculada que la mayoría llevamos"
    Totalmente de acuerdo

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  5. Tú apúntate teléfonos de chatis y déjate de tontunas de pseudofilósofos...
    s

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  6. enhorabuena ..
    a mi todo lo que me saldría escribir después de algo así sería... 400 kms , su puta madre, ya acabé .. menuda zurra..
    pd: no crees que se han pasado de blanca con la catedral de burgos??

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  7. Enhorabuena una vez mas!
    Por la ruta y por lo ameno que es leer las parrafadas que metes.

    Ahora a por otra!

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  8. gonzaalo, en el 'durante' casi todo es así, lo ves muy difícil, te duele todo, vas pesaroso... pero en cuanto descansas un rato y tienes perspectiva las cosas se ven de otro color, fue duro sí, pero tuvo momentos buenos y desde luego interesantes. Una experiencia más en mi vida deportiva y personal.

    Jaume, digo yo que habrá más... pero mira que lo veo chungo ahora...
    s

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