Vuelo corto, taxi sin problemas (!), hotel correcto, no me funciona el móvil, vamos a ver Marrakech. Al poco de salir me empiezo a encontrar cansado, y unas tres horas después, con el hotel a la vista, casi me siento malo. No sabía qué era, pero tras quedarme dormido en el hotel un rato supe que era sólo cansancio (había amanecido a las 0300h).
Por la tarde otra buena vuelta por Marrakech y su interesante y caótico zoco; para mi decepción me desoriento (yo no me pierdo, me desoriento levemente...) al salir de las murallas, y me pego una pateada de casi cuatro horas al final. Ceno algo, me voy a dormir pronto, y el viernes empieza la aventura con el resto del grupo.
A madrugar, taxi a una agencia, autobús al aeropuerto y a esperar. Empiezo a socializarme con un italiano, esperamos más de tres horas, y aparece el grueso de la expedición. Poco después llega Juan Carlos, el hispanofrancés, y un rato después tomamos rumbo Ouarzazate.
Marrakech está rodeado por varios de sus flancos por cadenas montañosas, y una de ellas la tenemos que subir por una pestosa carretera de un trillón de curvas aproximadamente; no recuerdo cuándo fue la última vez que me mareé, pero aquí lo hice un rato. Buenas vistas, paradas demasiado frecuentes, comida en un puerto a casi 2200m, y más carretera. Aunque no creo que haya ni 250km a Ouarzazate, dudo que sacásemos una media de 50km/h sin contar paradas. Con lo que llegamos pasadas las 1600h a la localidad donde tradicionalmente finaliza la clásica Marathon des Sables. Nos da tiempo a dar una buena vuelta por la kasbah (ciudadela, digamos), a desorientarnos otro poco y a cenar. Antes de ésta conocemos a un inglés que ha
Mi otra preocupación son los tibiales. El día del largo pateo en Marrakech acabé con ellos molestos y me paso el día con cierta incomodidad que me preocupa. Sé que voy a tener problemas ahí, seguro, pero ya salir dolorido es distinto. Tres días después de esa pateada, me siguen molestando y sé que saldré con más dudas aún, por si los 350km, el organizador kamikaze y mis rodillas no fueran bastante.
Segundo día de autobús, duermo algo mal y camino a Mhamid. Serán otros 250km como mucho, pero el ritmo vuelve a ser lentísimo. Otra cadena montañosa (creo que esta es el Atlas y la anterior la Antiatlas), y al empezar a descender vemos importantes palmerales e incluso un buen río: es el Draa, el río más largo de Marruecos… si contamos con que la mayoría de su recorrido es subterráneo. Pero al inicio enriquece la tierra, da para cultivos y para miles y miles de palmeras en las que abundan los dátiles. Zona francamente bonita, muchos pueblos, ameno… excepto las decenas de ovejas sacrificadas y que vemos al borde de la carretera cómo despiezan (se calcula que ese día sacrifican unos cinco millones de ovejitas en todo el país).
Poco a poco nos vamos acercando a nuestro destino, primero comemos en Zagora (que conozco del Dakar), luego subimos otra pequeña cadena montañosa y al otro lado ya divisamos lo que será nuestro terreno de juego los próximos días.
Mhamid se encuentra también junto al Draa –ya invisible- y un bonito palmeral nos recibe. Pero también arena –según el organizador no hay casi en la carrera, la debieron de poner ayer por la noche…-, posibilidad de que haga viento, y cierta preocupación que va en aumento. Justo al llegar al fantástico hotel, primera sorpresa: todas las bolsas que queremos dejar en los controles deben estar preparadas en menos de dos horas. Aunque ya las tenemos hechas de casa, nos lleva ese tiempo repasarlas… para que al final lleven más de un día al sol con el choricito ‘fraguándose’…
Último día de preparativos, briefings de varios tipos, nuevos puntos GPS a añadir y otros a borrar, una hora de rodaje por arena y piedras, y por fin me siento algo descansado y de mejor humor. Me empieza a apetecer meterme una buena paliza.
Como siempre, lo mejor, la compañía; importantes currículos deportivos –el que no ha hecho Badwater tres veces, ha acabado la Trans 555+ cuatro-, unas cuantas amistades de Libia, pero gente agradable y con la que da gusto compartir unos cuantos días de tu vida.
Poco más. Dorsal 18. Nada de calor, bastante fresco nocturno, noches de más de trece horas, se ha levantado viento y a ratos no se ve casi el cielo. Dudo que haya seguimiento por internet. Muchísima calma las primeras decenas de horas… y a partir de ahí, terra incognita; en parte es a lo que he venido, a saber qué hay más allá del kilómetro 200, de la segunda noche, de las 40, 50 ó 60 horas. Y a saber un poco más qué hay por aquí dentro. A por ello.