El diez de octubre de 2002 supe que la prueba que había preparado con pasión se suspendía; era en el sur de Libia, me la había ganado venciendo un circuito de carreras por España y el premio final fue muy decepcionante. En el momento recuerdo que trataba de ver la ilusión del camino, el entrenamiento, el estar centrado unos meses, aunque al final nunca fuese a viajar, el recorrido del entrenamiento había sido bonito y duro; pero nunca lo asimilé del todo, siguió una espina clavada en mí, y cada vez que leía o veía algo de Libia, Gaddhafi o lo que se le pareciera, un bicho se removía en mí.
Un buen día de hace tres años descubrí la Libyan Challenge, de unos 200km non-stop, en ese mismo lugar, con una nueva organización, y empecé a plantearme lo que podría ser mi desafío deportivo más grande y quizá mi última prueba. Por eso corrí en Mongolia en 2005 (100km); por eso corrí en Boavista en 2006 (150km); por eso descansé obligatoriamente en 2007 para ahorrar, poco a poco, porque este año sí iba a estar allí, no tenía la menor duda, aunque aún al ver un mail de la organización pocos días antes me esperé lo peor. Pero no, estos tipos han sido serios y/o nada se ha complicado, y ya sí puedo decir que he estado por ese lugar que tanto me atrajo en su día y que tan buenas recuerdos tendré para mi futuro.
Desierto puro del que 'emergen' unas montañas, puro Sâhara, achicharrado por el sol, un único núcleo habitado en cientos de kilómetros a la redonda, infinidad de pinturas rupestres; Akakus, lo que un día fue un vergel es hoy el campo de juego de la Libyan Challenge, una locura, sin duda creada por una mente perversa y retorcida, pero que nos atrae a algunos como imanes. Cargas todo -comida, ropa, equipo de supervivencia-, la ruta no está marcada -GPS obligatorio- y encima los controles están separados muchas horas. Afortunadamente no sabía que el terreno era tan demoledor, si no dudo que hubiese tenido el valor de ir a semejante encerrona.
Que a nadie le quepa la menor duda de que iba convenientemente acojonado y que el objetivo era, en un 98%, acabar.
Pocas veces pensé friamente qué podía ser eso de hacer 200km ayudado únicamente por tus patas, y aún no me creo que yo lo pueda hacer; un día alguien me dijo que las cosas que hacíamos eran como esos reportajes de la tele de zumbados que parecen marcianos, y no me creo uno de esos, sólo intento apretarme para ver hasta dónde puede llegar uno.
Entrené bastante bien, algo menos de lo pensado, pero cometí dos errores muy al final: me compré unas zapatillas algo pequeñas (soy muy dado a llevarlas muy por encima de mi número) y arrastré molestias de rodillas el último mes, visitando muy al final fisios y acupuntores a la desesperada. Y es que entrenar al límite de tus fuerzas siempre supone el gran riesgo de lesionarse al final, cuando más te dolería. Las rodillas me impidieron entrenar con mochila, una carencia que luego notarían mucho mis piernas. Nunca las rodillas me cortaron de entrenar, pero sí me molestaban en todo momento, corriendo mucho o poco, de pie, sentado o en la cama. Pude ir, sí, pero con grandes dudas. Supongo que en parte por eso las tres últimas noches antes de la carrera apenas pegué ojo aunque sí descansaba.
Un vuelo a París; un cuarto y mitad de noche allí; un vuelo a Sebbha; unas ocho horas de autobús; y un campamento rústico pero agradable, justo al borde de un enorme erg (mar de dunas) precioso, y en frente, el Akakus, las formaciones rocosas que dan nombre a la zona y entre las cuales nos perderemos unos días.
Y llega la jornada esperada. En aquella en la que se ve si vales lo que pensabas, si has entrenado suficiente y si te sobrevaloras o infravaloras. Todo a la vez, mezclado en un popurrí de temperaturas altas, dudosa orientación y respeto enormes. Por primera vez en mucho tiempo dejo escapar a la cabeza de carrera sin plantearme el puesto, ni lo voy estimando ni lo haré, mi objetivo es llegar, agacho la cabeza y voy a lo mío. Me sitúo tras un tipo fuerte (Ralf Ellenberger) de mi nivel, que conozco de Boavista, y que me lleva a un ritmo más alto de lo que quisiera, pero que me sirve de referencia. Por mi cabeza sólo cruzan pensamientos respecto a lo que pesa mi mochila, fruto de un exceso de comida y un material algo anticuado; me sorprende ver cuánto ha evolucionado todo y cuánta pasta se deja la peña en material, pero es que en algún sitio hay que poner el límite, y no me puedo gastar 300€ más en otro saco de dormir, aunque sea medio kilo más ligero; voy con lo que voy, pero muy doblado, eso sí, no sé si alguna vez me ha pesado tanto una mochila, pero iba tronchado. Solución: comer mucho para aligerar. Aligerar 100g te lleva hora y media, y a ese ritmo ni lo notas. Pero bueno, pensaba en lo que tenía que pensar, llevar mi ritmo, hacer mi carrera y tratar de llegar vivo a meta.
En toda carrera rápidamente te haces tu hueco y encuentras tu lugar; estábamos un buen nivel medio, un pequeño pelotón, muy individualista y cada uno a su ritmo; es curioso constatar que este deporte es tan individual que ni siquiera sigues al de delante, tu orientación difiere en 25m y sigues tu instinto, no el de otro, y te resistes a beber porque veas a uno que lo hace aunque tengas sed. Incluso con el colega ya comentado Ralf, disiento en la orientación en varias ocasiones y nos separamos unos pocos metros, para volver a juntarnos de nuevo, en un alarde de egotismo y cierta seguridad (¿o cabezonería?). Salimos algo más tarde de lo esperado, y en diez kilómetros ya pegaba el sol de mala manera; el primer control se situaba a 27km de la salida, una barbaridad, con lo que debíamos calcular muy bien el agua que llevábamos, para no cargar en exceso y para no quedarnos cortos; este primer control ya incluía arena, regs (llanuras pedregosas) y una soberana subida por un sendero de cabras. Bien para empezar. También incluyó un pequeño rodeo a una montaña por seguir al de delante, que sabe aún menos orientación como yo, es decir, poco. No nos creamos que por ir con GPS está todo solucionado, hay que ser muy intuitivo y darle a la cabeza, porque dudas mucho, y los errores se pagan siempre haciendo kilómetros de más; como muestra, mi principal arma tras el GPS fueron las huellas, y cuan indio, ya me sabía perfectamente las de la gente que iba delante de mí y las detectaba continuamente para confirmar mi ruta.
El Control de Paso [CP] 2 ya suponía superar ampliamente la distancia maratón, aderezado con el día más caluroso de la semana (36ºC se ha comentado) y con un viento a favor que impide refrigeración alguna. La alarma me sonó a unos 45' de llegar a él, al quedarme sin agua, y empecé pronto a tener leves síntomas de deshidratación, con lo que me situé cerca de dos italianos y no me distancié de ellos por seguridad. Grave error, pero es que añadir dos kilos más de agua a la mochila me dolía en exceso, y apuré la cantidad de agua por última vez. Dada la distancia entre controles, las paradas en los mismos eran siempre algo largas, lo que tardabas en beber y recuperarte un poco, poner comida en un bolsillo a mano, lavarte la cara, y poco más; y se iban veinte minutos sin quererlo. Con calor, cascado e impresionado por la cantidad de horas que pasas entre control y control, lo demoras a veces demasiado, con excusas de lo más variopinto como coger pilas para el mp3 por si se acaban, cuando en realidad sabes que no se te van a acabar hata dentro de ocho horas.
Acercándome al tercer control me tomé una libertad creativa al pegarle un pequeño recorte al circuito (permitido), lo que me supuso asumir algún riesgo en tiempo, pero que al final salió bien para mi regocijo; me entretiene buscarle siempre la otra cara que toda cosa tiene, y en esta ocasión fue con la fe de que detrás de aquella montaña hubiera alguna forma de bajar; y la hubo; no creo que ganase cinco minutos, pero me divertí y me dio emoción buscar mi camino. En solo tres controles ya era de noche, km72; los días aún son cortos, y esperaba doce horas de total oscuridad, porque teníamos mala suerte al ser casi luna nueva. La salida de este control fue un poco preocupante porque vi a una persona que perdía el conocimiento repetidamente y porque me desorienté levemente, lo que me supuso una sección de cuasi-escalada que no entraba dentro de los planes. Es gracioso ver cómo el que va detrás siempre cree que el que va delante sabe lo que hace, y al igual que yo rodeé una montaña anteriormente siguiendo a quien no debía, aquí dos corredores siguieron mi luz metiéndose en un buen berenjenal; digo yo que se acordarían de algún miembro de mi estirpe.
Me asocié a un italiano en un sector caótico y un poco desesperante, porque se sucedían las dunas, las bajadas y las subidas, hasta hartar, y con la débil lucecita de nuestras cabezas apenas podíamos evitar tan magnífico despropósito de atacar las dunas por donde nos pillaban, cuando con la luz del día puedes ahorrarte muchas energías, trazando sutiles cresteos y con algo de vista y anticipación. Pero no, la que no subíamos metiendo las manos en la arena la bajábamos sumergidos casi hasta las rodillas, pero es lo que había y ninguno íbamos a pararnos a esperar que clarease. Bueno uno sí que paró: en torno al kilómetro 90 me encontré recién despertado a Benoit Laval, uno de los mejores corredores del mundo de ultramaratones y dueño de la compañía Raidlight; me impresionó ver a uno de los buenos viéndose obligado a parar una horita, por ritmo, sueño, agotamiento o falta de motivación; o más bien todo junto, porque él tampoco se lo explicaba. Afortunadamente no aposté mi dinero por él porque yo le daba como ganador, incluso estuvo muy cerca de abandonar, y no lo hizo (palabras suyas) porque fue acompañado (por su novia, segunda fémina). Poco después perdí mi road book, ese librito en el que te describe el recorrido, con información útil de los peligros, las distancias y demás; me di la vuelta, lo estuve buscando un rato, pero no lo encontré; unos 15km más adelante me pudieron dar otro. Este tramo incluía piedras a mansalva, aparte de las dunas ya mencionadas, paso por una pequeña gruta, y una bajada con caída incierta. Pero llegué al CP4, km98, con un vendaval en contra y con fuerzas. Mitad de carrera en kilómetros, poco más de un tercio en padecimientos. Paré mucho, demasiado para mi gusto, pero me tuve que arreglar las maltrechas polainas (agujeros varios), comí un liofilizado de paella, me dieron un leve masaje en los cuadríceps (en muy mal estado por el peso de la mochila, que los destroza), y se me cerraron los ojos una décima... con lo que me levanté y salí zumbando para no sobarme nada o estaba perdido.
Pronto alcancé dos lucecitas, Ismail -libio, muy joven, un poco plasta, que iba tocándose las narices a nuestro ritmo- y Shannon -inglesa, fortísima, luego me entero que entre otras cosas es excampeona del mundo de 24h con 225km o algo así-. El susodicho Ismail me toca bastante las pelotas al decirme el puesto en el que íbamos, yo sin preguntarlo 16h y este me lo suelta según me lo encuentro; íbamos tercero, cuarto y quinto, para mi sorpresa, no me esperaba estar tan delante. Alguien puede pensar que eso debe de motivar, pero a cien kilómetros de meta es horrendo pensar en puestos y en tácticas; me supuso una presión que no quería para mí en ese momento, demasiadas cosas podían pasar. Era tan larga la distancia entre controles que al llegar al CP5 estaba amaneciendo. Un muesli de desayuno y veo como mis compañeros de faena salen disparados al siguiente control al saber que en realidad vamos segundo, tercero y cuarto, empiezan las hostilidades, a pensar demasiadas maldades para nuestros rivales, y a tratar de descartar uno para el podio. Carajo, que estamos en el 117, que queda un mundo. Me costó un rato darles caza, pero lo hice, y, por supuesto, lo primero en cuanto llegas a alguien es darle un pequeño palo para recordarle que has llegado a él/ella por si no se había percatado. A correr se ha dicho. La llegada al CP6 implicó una bajada algo comprometida por un cortado, pero quise poner a Shannon presión, quizá al ser un poco mayor se cortaría al asumir bajadas que eran más un destrepe que una bajada; pero no, bajó por el mismo sitio y alcanzamos el CP6 a buen ritmo. Ahora fui yo el cabroncete y dejé a la inglesa con las zapatillas en las manos cuando me despedí, le metí presión, subí una durísima lengua de arena y casi diez minutos después apareció ella; finiquitada; si no nos pilla nadie más, Ismail previsiblemente segundo y yo tercero. Ja. Un buen rato después Huracán Shannon nos sobrepasó como una exhalación y a duras penas pude seguirla. Sólo la adelanté en la bajada final antes del CP7, una fuerte bajada en la que un tropezón te mandaba con Alá, 300m de salto BASE, nada más y nada menos. En esta bajada le pegué una importante patada a una piedra y perderé en breve una uña de un dedo gordo, c'est la vie.
Recuperando en el CP7 me sorprendió saber que Ismail estaba fuera de combate, ese que iba tan sobrado, por contracturas. Pues vale, pues así no hay que repartirse el podio ¿no? Otra vez ja. Como un rayo llegó un tal Didier, motivado, fuerte y con ganas de leña. Otra vez sobraba alguien para el podio. Un poco apesadumbrado salgo del km144, me escucho unas motivaciones que llevaba para momentos difíciles, y enfilo en cabeza del trío por haber encontrado una pista antes que Didier y Shannon. Soy alcanzado por aquel a una velocidad endiablada, y preveo verle alejarse en el horizonte en breve; sorprendido me quedo al ver que no me adelanta y que incluso le noto que puede que no vaya tan tan bien; me impresiona saber que este tipo fue segundo en la Desert Cup que corrí en el año 2001, mi primera carrera de este tipo, y que me debió de sacar bastante más de doce horas; y hoy estoy con él. Le hago un par de pruebas y él solito se queda andando un rato después. Cierto es que fue mi mejor sector; cierto es que al final yo también casqué y me salió una soberana ampolla; pero también es cierto que él llegó y fue directo al suelo del control 8 para acurrucarse, y no creo que hiciese teatro cuan furbolero... Se fundió mucho en este tramo y yo lo descarté. De nuevo estábamos la motivadísima Shannon y yo juntos, salgo cojo perdido por la ampolla de un dedo, voy por un lado distinto al que marca el road book y tras momentos de alegría al encontrar hábilmente -y con los consejos de un local- un terreno compacto, me surmerjo en un mar de arbustos, que me hacen perder muchísimo tiempo, y quizá más de lo que gané al principio. Resultado: Shannon y yo llegamos con diez segundos de diferencia al último control desde sentidos prácticamente opuestos. Ni para ti ni para mí.
CP9. 12km de arena. Acordamos firmar la paz, los dos tenemos lo que queremos, llegaremos juntos. Vale, podio asegurado, ceteris paribus. Somos lentos a más no poder, me empiezo a mosquear por momentos con la cantidad de dunas que tenemos que cruzar, no avanza esto ni a leches, y nos cae la segunda noche. Voy un poco zombi, sin ninguna gana, sólo quiero llegar y sin agobios, se me está haciendo eterno.
Me despierta una lucecita en el cogote, a correr se ha dicho, 4km a meta, a mí no me quita este podio ni Sainz en el VW Touareg. Shannon no me puede seguir -pies maltrechos- y yo tengo que pararme a poner pilas nuevas al GPS porque el final es un tanto confuso. Me falla el GPS 30 veces, y le doy al on-off como una metralleta hasta que vuelve a la vida; me centro, calculo fuerzas, subo un trillón de dunas y acabo satisfecho tras 36 horas de esfuerzo ininterrumpido. La lucecita era Didier, que llega diez minutos después, y Shannon se queda sin podio scratch por quince minutos. ¿Injusto? O justo quizá porque Didier voló al final y nos recuperó tras su tremendo pajarraco. Aquí el más tonto hace relojes, tremendo cómo va la peña.
Bastantes dolores, sueños entrecortados, recuperación lenta.
Comer comer comer.
Volver al mundo real.
Besos, abrazos, saludos.
Sergio
+: Libyan Challenge
+s13: Index: Libyan Challenge
Mi Libyan
martes, 11 de marzo de 2008
Publicado por ser13gio en 18:44
Temas: Benoît Laval, Buff, Injinji, Libyan Challenge, Sebastien Chaigneau, Yo
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario