2021...

sábado, 1 de enero de 2022

365 días de entrenamiento después diría que mi año ha sido plano en lo deportivo, sin retos ni dorsales ha sido razonablemente tranquilo. Lo que sigo teniendo en mente se me escapa de nuevo por la imposibilidad de viajar, así que habrá que pasar página. Pero excepto esta pequeña frustración me ha gustado seguir saliendo todos los días a hacer algo que me gusta y que es tan parte de mi vida que no me la imagino sin mi sesión diaria de moverme.

La bici me sigue divirtiendo mucho, aunque quizá los 3100 km no sean mucho es, principalmente, debido a que no hago nunca largo además de que un par de meses al año apenas monto por frío y/o exceso de barro. Hay pocas cosas más excitantes que un peralte cogido a buena velocidad, una salvada de rueda delantera, un aterrizaje suave de un salto o no sacar el pie en una subida que hasta ese momento era imposible, por eso en los meses en los que la meteorología es incierta no perdono la bici, la disfruto mucho. Un neumático trasero (dos años), un pedalier que me suena y ya he adquirido y dos culotes caros (que ya me pueden durar) es todo lo que me he gastado en bici. Cuatro caídas, dos recientemente a 0 y 3 km/h, subiendo, por los pedales; una un poco más rápida por deslizar la rueda delantera, sin consecuencias más que en el orgullo; y la cuarta, de las feas, un descontrol importante yendo algo rápido y sin saber bien ni qué pasó, de hecho me faltan algunos segundos; pero tras el cabreo inicial, al ver que no tenía apenas nada para lo que podía haber sido me guardé mi orgullito y me volví sabiendo que ese día había tenido suerte. 

Errática natación, 171 km pero muy desigualmente repartidos. Sin objetivo swimrun por incomparecencia de compañero, cierre de piscina pública desde julio en connivencia con la empresa que la explotaba que casualmente tiene otra privada y, finalmente, unos problemas que arrastro en pantano, han hecho que en medio año haya nadado poco más de 45000 metros. Aunque ya me pasaba el año pasado, este se ha regularizado un problema "respiratorio" cuando nado en, al menos, dos pantanos: nado bien, voy teniendo mucosidad según pasa el día como si me hubiera constipado y cuando me acuesto los mocos hacen tsunami en mi nariz, sin poder respirar apenas y teniendo que dormir incorporado. Al día siguiente estoy hecho una piltrafa, como enfermo. Entiendo que algo de mi cuerpo reacciona con algo que tiene el agua pero sólo me pasa en agua dulce y lo paso francamente mal con lo que hasta he pensado en vender el neopreno y dejar de nadar en aguas abiertas. Una pena porque llevo varios años disfrutando de buenos días de natación en medio de la nada completamente solo y la verdad es que me ha gustado y me ha permitido descubrir cosas nuevas.

Y a pie 2500 km, kilometraje correcto al no tener objetivo a pie que es cuando de verdad me atizo (he llegado a hacer más de 5000), con lo que simplemente me mantengo, rodajes cortos y medios, un día de fartlek a la semana y trato en finde hacer un par de horas. En verano corro menos por el calor y para cuando me apeteció darme caña hice dos días de series y zas, lesión. Un isquio del que no sabía si se me había contracturado o hecho una pequeña rotura pero tuve que "parar" (correr algunos días muy molesto y despacio), ¡incluso fui al fisio!, que la verdad es que no me solucionó nada y cuando empecé a recuperar fue cuando dejé de toquetearme, ponerme electroestimulación y dejar de preocuparme: otro aprendizaje. Llevaba alguna semana pensando en hacerme una salida de distancia maratón y con esta lesión que me ralentizó unas seis semanas se me fue estrechando la ventana hasta que un día dije "o lo intento ya o se me pasa". Y sorpresa, me la hice y sin grandes problemas, con sólo un entrenamiento de 27 km en muchos meses y con buenas sensaciones. Cuando menos te lo esperas el cuerpo va y responde. Este verano me he dedicado también a tratar de comprender algo que me pasó en el verano de 2020: un día sin excesivo calor pero corriendo al mediodía como siempre, paré un segundo a quizá cambiar el podcast que iba escuchando y lo siguiente fue pegar con la cabeza contra el suelo, un 'hard landing' que no me gustó. Por supuesto seguí entrenando pero no tranquiliza desmayarte cuando vas por ahí corriendo solo. Este verano he concluido que cuando paro, a mear, a atarme un cordón o a lo que sea no lo puedo hacer de repente, mejor si ando un poco con la mirada al frente, supongo que será algún tipo de bajada de tensión pero haciendo pruebas ya creo que lo he resuelto. La otra forma sería correr evitando el calor pero eso es de perdedores, obviamente.

Para mi sorpresa mi maltrecho pie izquierdo va recuperándose con los años, con cuidados y tacto, sé muy bien los avisos que me da y por qué, no escatimo al cambiar de zapatillas y de hecho trato de tener un par nuevo en casa para cuando llega el día, cambiar, sin más. Porque es así, de parece-que-voy-ligerísimamente-molesto a me-molesta-todo-el-puto-día: la delgada línea que separa ambos estados es un entrenamiento de una hora, un día concreto y no hay vuelta atrás, las zapatillas mueren ese día, las lavo y guardo y no las vuelvo a tocar, el pie manda.

Y poco más. Un pequeño resumen de algunos días a pie y a por el 2022. Será bueno.

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