Mis Montañas Vacías

domingo, 13 de septiembre de 2020

Con ciertas apreturas y ajustando calendarios, cuatro mamarrachos (David, José, Juan y un servidor) se disponían a hacer una ruta en mountain bike por una de las zonas más despobladas de Europa, de ahí lo ajustado de su nombre, Montañas Vacías. La ruta, de unos 700 km y muchos miles de metros de desnivel, discurre por las provincias de Teruel, Guadalajara y Cuenca. No saldría como pensábamos.

Teruel existe, y los "segundos" que nos llevó cruzarla, parece bastante bonita. Es un pedín de ciudad y acercándome a ella en coche comprendí las reivindicaciones políticas que se piden, francamente mal conectada con el resto del país excepto con la capital de la comunidad y el sureste, desde casi cualquier otro punto pilla "lejos y mal", y en parte esa es la "reivindicación" de la ruta y el motivo por el que estuviéramos allí, porque queríamos estar lejos de todo y todos, y no era necesario que fuera en este coñazo de año 2020 de distancias sociales y confinamientos, pero desde luego que era El Año, zonas con menos densidad de población que Laponia, mucha distancia entre localidades y muchas montañas que recorrer, una zona completamente nueva para mí y de la que ya guardo un gran recuerdo. Qué bonita es España, joder. 

Por mi parte, justo de entrenamiento, sobre todo de días largos, iba con cautela, tratando de llevar el resto de cosas lo mejor posible y confiando en la tan manida "memoria" que es cierto que siempre está ahí pero de la que hacemos un uso a veces excesivo. Traté de preparar el material lo mejor que pude consciente de que en la bici (y viajando) la cantidad de variables se incrementa respecto a lo de poner un pie delante del otro, un cambio de sillín el último mes, tocando altura de sillín, cambio de cadena o reponer líquido en ruedas era lo que consideré necesario, sabiendo que tengo una buena bici que conozco bien y que no me da problemas. Las bolsas eran novedad, opté por (posiblemente) las mejores, Apidura, es un elemento clave porque no sólo por los movimientos indeseados o tener que hacer ajustes o ñapas en marcha, sino porque una tortura puede suponer perfectamente tener que abandonar.

Forma física aparte mi otra preocupación era el culo, he tenido tradicionalmente problemas de culo, es mi mayor factor limitante en bici y no he dado con la solución. Debería de invertir más en culotes (pero, hostia, qué caros son) pero como mis salidas normales son cortas me pilló algo el toro, me compré un culote a última hora pero en la talla no acerté, pero aún así lo usaría para el primer día, el más corto, y llevaría dos más de repuesto. Tres culotes y una camiseta, esta es la importancia del culo en la bici.

Día 1: Teruel-refugio de la Portera

Vengas de donde vengas, tienes unas horas de transporte, descargar, últimos preparativos y salir. Mediodía, con la fresca. En plena ola de calor vi 45 ºC en la bici y muchas horas por encima de 40 ºC, no lo sentí especialmente intenso porque ya venía del julio más duro por calor que recuerdo, sudando mucho pero con energías. Rápido nos dimos cuenta de que cada kilómetro iba a ser luchado, rampas muy serias, calor, ritmo vivo y continuidad. Los cuatro sabemos de qué va esto, uno de los miembros tiene claramente más nivel y se nos va pero el resto nos aplicamos con ganas, porque vamos bastante ágiles y porque las cuestas así lo exigen. Especialmente el tramo Albarracín-Bronchales tenía unas subidas de aúpa, de llevar todo metido y con fuerzas, dándolo todo y muy justo para no tener que empujar, y repito, sabemos de qué va esto, tenemos cierta técnica en la bici e íbamos frescos, aunque a cambio íbamos cargados, lo que aparte de que la gravedad es una losa importante, si no llevas el peso bien distribuido puede alentar a caballitos indeseados, no era mi caso, porque la bolsa delantera con el saco de dormir equilibraba el peso.


Aunque no habíamos hablado de etapas ni sitios donde dormir, intentaríamos hacerlo en refugios o vivac si el tiempo acompañaba (iba a ser que sí) pero no llevábamos tienda, es decir, no podíamos pasar una noche lloviendo al raso. Dormir fuera -o plantearlo así- implica saco, aislante y alguna cosa más. Dada las distancias entre algunos pueblos (dos tramos de 70 km), lo pequeños que son algunos de éstos y las horas a las que quizá cruces añadían la variable de la comida, llevábamos un par de comidas -liofilizados en mi caso- por si no podíamos cenar algún día. Creo que el peso que llevaba era de 17 kilos, no excesivo pero en subida se nota, dos coronas más altas en zonas empinadas, pero con lo bien que ruedan las 29" y con cadena nueva y bien engrasada rodaba bien la bici, sin problema.

Por la mentalidad de los miembros del "grupo" y por cómo íbamos, apenas íbamos juntos, cosa curiosa aunque nos veíamos casi siempre íbamos solos, se nota que somos gente de fondo acostumbrados a entrenar solos; alguno comentó que íbamos de carreras, no diría que tanto, pero íbamos a buen ritmo y era exigente, pero si queríamos avanzar lo que pensábamos y no eternizarnos había que ir así. El primer día conseguimos llegar al refugio destino con las ultimísimas luces, día exigente por las pendientes de las subidas, los 90 km y el calor. 

A 1800 m de altitud te esperas frío, y de ahí que el refugio sería una necesidad. He dicho que estábamos en ola de calor, y a las 02h00 harto del calor, me salí a vivaquear fuera porque era insoportable estar dentro. Con lo que ya penaba un poco para el día siguiente en cuanto a descanso.

Día 2: refugio de la Portela-Zaorejas

Desayunar, recoger, cuatro personas, bolsas a presión, sacos, cargadores, mierdas mil lleva su tiempo, y yo soy especialmente lento por las mañanas. Cuando salimos ya hacía calor, coronamos lo poco que quedaba de puerto y bajada veloz hasta el nacimiento del Tajo, como todos los nacimientos de ríos, modestos y acogedores, parece mentira que este hilillo sea lo que es en Porto.

La etapa era rápida, la más rápida del recorrido, aunque no faltaban +2000 m, y durante muchas horas por el Alto Tajo: espectacular. Al principio el río iba y venía, pero cuando ya se estabilizó, el bonito recorrido que hace, encajonado muchas veces entre altas paredes, su transparencia y el bosque alrededor es sencillamente alucinante, porque hacía un calor importante y porque sabes dónde estás, pero eso pasa por Canadá perfectamente, muy muy recomendable. En cierto momento nos paramos a darnos un chapuzón (temperatura canadiense la del agua también, joooder) y me percaté de que el culo empezaba a dar síntomas de molestias. El primer día el culote se me recogía, no fui mal pero entre el calor y ese culote ya esa noche me di ración doble de cremitas-a-ver-si-obran-el-milagro (que no lo obraron). Empapados continuamente por el calor, una zona tan poco aireada como la entrepierna, sentado sobre una superficie dura y mis problemas recurrentes no son una buena combinación.



Los culos en bici sufren principalmente por tres razones: la dureza de los sillines (los glúteos mayores -tejidos blandos- quedan aprisionados entre dos duros, pelvis y sillín, aún más duro que aquél), la vida microbiana de una zona con calor y humedad y poca ventilación (la badana ventila lo justo) y, finalmente, rozaduras, en mi caso nunca he tenido grandes problemas de esto usando buenos culotes y cremas. En mis cuatro lejanas experiencias de carreras de 24 horas, durísimas todas ellas, sufrí de las tres pero especialmente de la segunda. Pero al final son "sólo" 24 horas, muy largas pero como una ultra a pie, lo das todo, te mueres 87 veces, pero se acaba "pronto". En las etapas, muy diferentes a los esfuerzos non-stop, a veces te permiten errores, tienes que ser más constante y tienes también mucho tiempo para pensar y cometer o solucionar problemas, pero también un margen limitado de maniobra porque cada día castigas las mismas partes de tu cuerpo.

De este segundo día recuerdo también la subida de Checa a Chequilla, por asfalto, "cuatro cuestas" en palabras de un mascasopas que la conocía. La madre que nos ha parido. Qué subida, dándolo todo, con todo metido (32-50, pero cargado), todo recto, larguísima en tiempo, rozando la agonía. Cuatro de cuestas. Hijo de la gran puta.


150 km después, una placita de Zaorejas veía a cuatro energúmenos despelotarse, lavarse de aquella manera en una fuente y poner la ropa a secar (bastante lamentable todo) y ya me di cuenta de que tenía un problema serio. Todo iba razonablemente bien, me sentía con fuerzas, estaba comiendo como un animal, todo el material iba perfecto, yo iba bien de cabeza pero tenía un serio problema de culo, otras dosis de cremas y a dormir, otra noche de mierda, y mira que me molan los vivacs, pero a duras penas pegué ojo. Aquí ya le di unas cuantas vueltas al tema del culo y cómo amanecería.


Día 3: Zaorejas-Cuenca

En cuanto me senté en el sillín supe que la cosa tenía muy mala pinta. A los dos kilómetros me paré y me puse un segundo culote encima del que ya llevaba. Apenas me podía sentar, con posturas raras, levantándome, y sabiendo lo que me quedaba. Dos culotes no cambió la cosa, no era el músculo, la presión sobre el sillín, tampoco era tema bacteriano, era rozadura. Cuando nos paramos en un pueblo a rellenar bidones yo aproveché para echarme una crema antibiótica y cicatrizante (Blastoestimulina). El estudio del dolor y tratar de objetivarlo es esquivo para la medicina pues depende de la tolerancia individual, sensibilidad de la zona, cantidad de terminaciones nerviosas y muchos otros parámetros. En esos momentos el intensísimo dolor lo calibraría de 8/10 al menos, siendo 5 muerte pero sobre todo fue la clara muestra de cuál era la situación, mi cuerpo me dijo que me dejara de engañar. Todos tenemos recuerdo de momentos de dolor físico difícilmente soportable, buenas hostias, dedos inoperativos con frío, heridas que se te pegan a ropa, lesiones con dolores muy agudos, cada uno tiene su repertorio a pocos que lleves unas décadas de deportes aeróbicos, son parte inevitable de éstos. Aquí serían dos o tres minutos, pero el dolor entraba en zona roja, sin duda. Pero eso no era lo peor, lo peor es que no iba a ningún lado así, que estaba lejísimos de meta y que no iba a mejorar. Dos heridas abiertas, que es lo que lo que tenía, tardan muchos días en cerrar y más en una piel no especialmente fuerte y que iba a levantarme en cuanto apoyara en la misma zona. Sopesé muchas posibilidades, pero era consciente de que ya se me había acabado la ruta. Los 40 km que hice ese tercer día fueron invisibles para mí y sólo recuerdo dolor, no iba a eso y no se trataba de hacerlo a cualquier precio. Me molestó especialmente porque todo iba bien, de hecho mejor de lo esperado en cuanto a rendimiento físico, material, bici, bolsas, todo iba perfecto, esperando al problema, que vendría, una petada, una lluvia, un sitio cerrado donde pensabas abastecerte, algo iba a pasar, pero hasta el momento todo funcionaba, sin fallos, razonablemente perfecto, pero con que una sola cosa no lo vaya, estás muerto. Fue exactamente esto lo que pasó, apostamos fuerte, íbamos a por nota y sé que iba a ser bastante duro, puede haber problemas, torcerse cosas, estábamos abiertos a que pudieran surgir, llevábamos herramientas, ropa de fresco y lluvia, comida, nunca íbamos sin agua, sabemos de qué va esto, y los cuatro tenemos la cabeza bien amueblada, el que no ha hecho Tor de Geants, ha hecho 1000 km a pie en el Sâhara o se ha metido cientos de miles de kilómetros en bici. Era la semana de desconexión de este año tonto, llevaba el móvil apagado, ni modo avión ni hostias, por eso me jodió especialmente tomar la decisión correcta, muy a mi pesar.

Beteta fue el lugar. Un pueblo en un alto, que subí para inmediatamente bajar. Las posibilidades no eran fáciles, que me vinieran a buscar no me apetecía, tenía que esperar a las 06h00 del día siguiente para un autobús, Teruel estaba lejísimos, así que decidí ir a Cuenca... 80 km de propina, y no precisamente de bajada, pasar la noche y coger el primer tren que me llevase a algún lado. Una despedida rápida de unos buenos compañeros de fatigas, dolorido, con la cabeza gacha pero sabiendo que hacía lo correcto enfilé rumbo a Cuenca con el culo que daba para algún chiste. Mirando a Cuenca, ya lo hago yo. Tuve unas cuantas horas para meditar que quizá era el último bikepacking, no voy a esto, y en ocasiones el "yo puedo con todo" no es suficiente, aunque sé que tomé la decisión adecuada porque esto no era una molestia, podía acabar en una infección muy seria y paso de heroicidades de garrafón, me pegué una soberana hostia contra un muro del que no veo fácil solución, más y mejores culotes (a, al menos, 250 €/unidad, su puta madre), épocas menos calurosas, vaselina en una zona y crema antibacteriana en la otra... durante bastante tiempo cierro esta puerta.

80 km, con un buen calorazo pero motivado porque en una consulta rápida descubrí que un tren me venía bien y no tenía que hacer noche en la ciudad, no se hicieron tan largos, aunque fuese una meta no deseada, tenía una meta ya. Pues no. Me fui a la estación de tren que no era, así que 10 km de regalo... Y había descarrilado un tren días antes con lo que salimos con casi dos horas de retraso. Pero ya estaba en ese modo zen-sudapollismo de esos en los que aguantas lo que te echen, era cuestión de unas horas.

Esa misma noche, otro miembro del equipo lo dejó, con suerte para el cuarto porque se le rompieron sus alforjas y pudieron intercambiar. El tercero duró un día más y tomó atajo a Teruel, trayéndome de paso mi coche que estaba allí desde hacía cuatro días. Y no, el cuarto hombre, el más fuerte, tampoco completó la totalidad del recorrido, hasta las pelotas de subir y solo, cogió un acorte final y se volvió a casa. Vaya panorama. 

En 7-10 días sin bici confiaba en que las heridas hubieran cerrado, más o menos así fue, pero un mes después aún tenía algunas molestias. También un mes después por primera vez consulté el mapa para ver si podía completar la ruta algún día, pero salida y final están lejísimos, no lo veo. Aunque tengo serias dudas de si algún día me pego una paliza maja cómo reaccionará esa piel, hasta que no lo pruebe no lo sabré. Este año será difícil porque ya hay que seleccionar bien los días y que te pillen justo cuando deben, colegios, confinamientos, meteo... aunque me gustaría escaparme un fin de semana no para resarcirme sino para tomarme un poco de tiempo para mí. La bici es el mejor medio de transporte para viajar, lo suficientemente rápido para avanzar en el mapa, con la posibilidad de cargar algo de peso que si llevas buen material es suficiente, y lo suficientemente lento para disfrutar el entorno. La zona es espectacular y merece una visita, no recomendaría gravel para esta ruta, me parece bastante criminal, pero si le das a la bici, recomiendo esta buena ruta que un día alguien quiso compartir, sin esperar nada a cambio y sin querer monetizarlo, y que aunque yo haya rascado poco más que la superficie, me ha encantado. 

Otra experiencia más en el zurrón, un buen lugar, una excelente compañía. Podía haber salido mejor pero que me quiten lo bailado.


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