El traslado a Marruecos fue algo largo pero hay que contar que fueron dos autobuses, un ferry, dos trámites aduaneros, una visita a Tánger, un inesperado paseo y alojamiento en destino. Es bastante tela y además con un grupo grande requiere hacerlo todo con tiempo de sobra para evitar imprevistos. El barco salía de la ventosa Tarifa, arribaba a Tánger y el cruce fue tranquilo y sin mareos, que quieras que no siempre piensas que lo mismo te toca el día tonto y echas el pato por la borda.
La breve visita a Tánger con guía local yo personalmente la agradecí, me gusta ver más que la carrera en sí y siempre que he ido a una carrera he intentado viajar y conocer adónde voy. Estuve meditando si quedarme unos días en el norte de Marruecos pero al final no lo hice, pero tras arañar la superficie de Tánger me quedé con las ganas, Marruecos es muy bonito y tiene mucho que ver, y como he hecho tantas otras veces, correr es una excusa también para viajar, lo ha sido siempre y lo seguirá siendo siempre.
La organización no tuvo en esta edición la mejor de las suertes (eh, que nadie me diga que soy gafe), el viento reinante se llevó una haima por delante pero el alojamiento, en un colegio, se solventó sin problema. Tampoco algún local ayudó, porque a un kilómetro y medio del pueblo los conductores de los autobuses nos descargaron y se dieron el piro, yo me quedé un poco extrañado y fue justo eso, una espantada unilateral: es lo que tiene trabajar en ciertos países, no sabes por dónde te puede venir el problema. Al parecer los autobuseros tenían miedo de quedarse sin frenos en la bajada o sin embrague en la subida, una mierda como una catedral, la carretera no era mala, no eran pendientes tan fuertes pero el caso es que nos dejaron ahí, y ante la incertidumbre, empezamos a bajar como una horda de pijos con miles de euros en material técnico en las maletas por una carretera por la que con quien nos cruzásemos tenía que flipar. Y, de nuevo, no hubo protestas ni malos comentarios, se tiró carretera abajo y listo.
El pueblo de Belyounech es pequeño, protegido en una bahía natural, está justo al lado de Ceuta, y detrás lo flanquean unas buenas moles de piedra. Djebel Musa es el más alto y subiríamos a él al día siguiente, in sha Allah. En la cena nos comunicaron que una de las ascensiones se eliminada y una bajada se neutralizaba. Para mí lo que dice la organización es palabra del Señor, si estoy en una carrera acepto lo que digan y hagan, y si no me gusta, me voy a mi rollo que nadie me obliga.
Desayuné con más moderación que en la etapa anterior por ser más corta y no estar seguro de mi tripa, esperamos más de la cuenta a la salida porque la autoridad local no aparecía y se salió a machete por el pueblo. Nunca entenderé tanta prisa ¡si íbamos a volver al mismo sitio, concha de la madre! (dígase con acento bonaerense). Al kilómetro se acaba la guasa y para arriba. Si algo tengo natural es subir en pendientes entre el límite de andar y correr, me lo tomé con calma al principio, "esquivando" a corredores locales que habían salido un poco optimistas y tratando de llevar un ritmo estable, pero continuamente quien iba delante de mí se ponía a andar, me pegaba carreritas para adelantar y cuando pude ya me puse a correr a mi ritmillo cansino pero que con el mero hecho de hacer el gesto de correr, si no es mucha pendiente, vas claramente más rápido que andando. Así que fui recuperando, adelantando gente y sin esfuerzo, poco antes de coronar alcancé a Beth, la primera mujer, y se vino conmigo. A los 50 m de empezar a bajar, los fantasmas vinieron a hacerme una visita. El pie me dolía muchísimo, me quité la zapatilla, relajé presión, moví los dedos y me calcé de nuevo. No fue un minuto de tiempo real, aunque me quedó en la cabeza unos cuantos más, y tuve una sensación parecida a aquellos dolorosísimos kilómetros de la Maratour de Chartreuse: así no voy a ningún lado, no he encontrado la solución y ya sé dónde tengo el límite del pie. Estoy igual que hace seis meses, y que hace un año y que hace dos. Llevo 26 meses con este puto pie, me han operado dos veces, me falta un nervio, qué más puedo hacer. Aunque Eurafrica iba a ser el test, en realidad la respuesta ya la sabía desde hacía tiempo, quizá me sobre otro nervio, no lo sé, en realidad tenía dos tocados y ahora parece que es el segundo el que quiere independizarse, hijoputa vas a ir al cubo de la basura, que te incineren cabronazo, que tus cenizas las esparzan en la piara más cercana. Desanimado y con estos pensamientos iba en una bajada tirando a tecniquilla, luego que me tuerzo los tobillos y tal por estar pensando en las musarañas. "Estrenaba" zapatillas -las de Francia, unas Altra Olympus, no las usaba desde entonces- y me sentía raro, me iban soplando la nuca (sin chistes) y de vez en cuando obuses locales en zapatillas de asfalto nos pasaban de una forma increíble. Dejé pasar a unos cuantos, no bajé muy allá pero tampoco tan mal, se me hizo algo larga y llegué al primer avituallamiento, el cual me salté. De ahí al segundo -que también me salté- era un sendero que a veces había que intuir, entre arbustos, un subebaja, lento pero donde recuperé algún puesto para mi moral.
Y empezaba el rampón. Casi todo andando, con un descanso intermedio y un avituallamiento que subieron a lomos de burros -en este rellené medio litro, no bebí eso en toda la etapa entre el agua y la comida líquida-, al principio con fuerzas, pero el tramo más duro me costó lo mío, muy pendiente, y notándome algo cansado y flojete: el entrenamiento está sobrevalorado, lo sabemos todos, pero de vez en cuando, ejem, se nota que no estaba fino fino. Toda la etapa son piedras, sendero, empinado, con cierta técnica y con un millón de oportunidades para dejarte los piños, pero moló, fue un gran contraste con las anteriores y esta carrera tiene eso, no son
sólo tres países, tres carreras diferentes, dos continentes, además cada etapa es diferente a la otra, con su personalidad y eso no es nada fácil, como decía en la primera parte de la crónica, la caprichosa geografía la tenemos, pero hay que saber exprimirla bien para que salga un cóctel bueno, no vale con mezclar los ingredientes de cualquier manera.
El rampón me acabó hartando un poco porque me noté un poco justo de fuerzas, iba lento y sin buenas sensaciones, pero bueno, se hace, si no te paras es cuestión de tiempo, y en un rato estaba ya bajando, momento en el que viví el único mal momento de la carrera/experiencia. La bajada neutralizada.
Nos lo habían dicho claramente, era neutralizada, había un cartel indicativo y no se podía correr. Al poco de empezar uno me fue cogiendo, corriendo. Era una bajada delicada, para tus dientes y para los de los otros, porque rodaban piedras. No hay que ser muy listo también para suponer que un rescate o un tratamiento médico en Marruecos no es que como en España. Pero sobre todo y por encima de todo nos habían dicho que estaba neutralizada. Cuando me alcanzó el payo en cuestión cruzamos una conversación, que resumida vendría a ser algo algo así como:
Yo: Nos han dicho que esta bajada es neutralizada y que no podemos correr.
El listo: Y qué hago, ¿ando?
Yo: Lo han dicho, son las normas, para todos igual.
El requetelisto: Pues que pongan un avitualliamiento y nos tomamos algo, no he venido a andar.
Yo: No me gusta a mí tampoco pero llevamos un dorsal y tenemos que aceptar el reglamento y lo que nos han dicho.
El espabi: Pues para eso no vengo, esto es una carrera.
Yo: Con un reglamento. Tú mismo.
A regañadientes lo contuve, hasta que llegó un tercero, tan inteligente como éste: un tonto sólo necesita un refuerzo para desplegar toda su tontuna, y claro, pasaron y tiraron adelante. No sé si conseguirías tu ansiado podio veterano para presumir en tu bloque, porque el de la deportividad desde luego que no te lo ganas en la vida, gente con cero valores es precisamente lo que no necesita este deporte, bueno, ni este ni ninguno. Por cierto, hubo unas cuantas caídas y un accidentado de consideración que hubo que evacuar, así que la organización sabía por qué decía las cosas, la bajada era delicada, y si no estás de acuerdo, la haces, respetando lo que te han dicho, y en meta y en tus redes sociales, protestas si te apetece, pero cumple tu parte porque si no quedas como lo que eres: un listillo de medio pelo.
La segunda parte de la bajada (ya no era neutralizada) era la primera del dñia, iba algo cansado con lo que me la tomé con cierta calma tratando de no perder mucho. Me resultó muy curioso cómo menos de tres horas después la bajada parecía otra, entiendo que la luz, la humedad y unos doscientos pares de zapatillas la habían cambiado, y era perfectamente perceptible, se notaba diferente, con el sendero mucho más visible y con otra tracción.
Acabada ésta se ensanchaba, encarábamos el mar y luego nos poníamos en paralelo a él, en un precioso sendero con un azul a nuestra izquierda espectacular, al fondo España y, en medio... España también, porque estaba el islote de Perejil, un pedrusco pegadito a la costa marroquí, sin ninguna chicha ni uso pero que por azares del destino es terreno español y que se hizo famoso hace unos años con aquel asalto marroquí y subsecuente reacción y toma "por la fuerza". Comillas porque si ves el equipamiento de los militares te descojonas, en ese sendero al ser, digamos, frontera, está bastante militarizado, y había que ver en qué condiciones tenían a los pobres chavales, pero bueno, no estábamos a eso nosotros, el sendero era precioso, junto a un precioso mar azul y todo corrible -incluso una corta y empinada subida- si tenías ganas. Un poco hasta las pelotas de piedras empezaba a tener ganas de llegar al pueblo, lo hicimos y me pegué el calentón tonto del día. Quedaba un kilómetro y medio a meta, punta a punta del pueblo, y me puse a correr como si no hubiera mañana, sin más objetivo que porque me apetecía, porque intuyo que no me voy a poner un dorsal en mucho tiempo y porque me lo quería regalar. Con subida el primer mil me salió en 4'17", mola ir así. Subebaja, callejeo y meta. Por poco no alcanzo a un colega, me da lo mismo. Se acabó. Otra vez tengo la sensación de Chartreuse, sí, he llegado, sí, la experiencia es bonita, me ha enriquecido, lo he pasado bien, pero no puedo estar contento del todo, el pie no me deja, no sé qué voy a hacer pero desde luego así no me puedo plantear nada potente. Y aunque no lo eche demasiado de menos que luego se sufre la de dios, quiero al menos sentirme corredor, sin preocuparme de nada y sin sentirme impedido. Sabor agridulce al final, no empaña toda la experiencia y lo vivido, pero que me hace pasar de nuevo a modo lesionado por enésima vez.
El ambiente en meta era relajado, la gente estaba muy contenta con la etapa final, todos estábamos tranquilos, lo suficientemente cansados, las clasificaciones hechas y todos nos conocíamos, el día era soleado, hacía buena temperatura y esto se iba acabando. Pero el ambiente era muy positvo, caras alegres y buen rollo, lo del dorsal estaba hecho, se notaba que había una atmósfera de alegría y creo que más de uno nos dábamos cuenta de todo lo que habíamos vivido en sólo tres días, desde el campamento inundado, el cambio al polideportivo, la etapa veloz de Gibraltar, la de Cádiz con un buen día y un recorrido curioso, los traslados, la experiencia, el hablar con este o el de más allá, lo peculiar que es para nuestros estándares Marruecos, y el buen sabor de boca de la etapa final. Todo condensado a gran velocidad pero con tiempo de paladear. Si por algo me gustan las etapas es por tener este poso y porque las recuerdo mucho más tiempo.
Y poco más, una tarde tranquila, una vuelta larga y ya todo es pasado, pasado con el que nos quedamos unos cuantos. Espero que no surjan ediciones tan problemáticas como esta, nadie se lo merece, pero salvado este
match ball creo que ya se puede con todo. Si os llaman la atención las carreras por etapas, esta en concreto tiene ingredientes que la hacen única, dale un tiento, dudo que no vuelvas como volvimos la mayoría, con un buen puñado de recuerdos duraderos.
s
+:
Eurafrica Trail
Fotos acción:
Jose Miguel Muñoz/Mountain Running Photo,
John Ortiz