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Eurafrica Trail 2019 (y 4): Vertical Race Gibraltar

miércoles, 27 de noviembre de 2019

Excepto cataclismo, la Euráfrica Trail 2019 estaba en el bolsillo, faltaba solo el formalismo del medio kilómetro vertical en Gibraltar. La verdad es que el ambiente se notaba relajado y aunque algo podían permutar algunas plazas, como así ocurriría en el podium femenino, la mayoría del pescado estaba vendido y sobre todo estábamos ya todos bien servidos de él.


La frontera con Gibraltar no estaba lejos pero hay que hacer el paripé de entrar andando con el pasaporte en la mano, pero no tiene más que hacer. Dado que la salida estaba cerca fuimos directamente andando con la particularidad de cruzar por la pista del aeropuerto que a su vez corta la entrada al Peñón, una de las singularidades de esta colonia. Tras un breve paseo llegamos a una importante plaza de Gibraltar donde estaba todo dispuesto para darse la salida. Dado que había un buen rato todavía para que alguno saliéramos y no teníamos que hacer gran cosa excepto comentar la jugada y, en mi caso, comerme un blíster de chorizo dado que me empiezo a entrar el hambre, tras un rato vagueando decidimos vestirnos de matar y salir a trotar un poco para reconocer la salida, y relajado como es uno poco más y llega tarde la salida, y encima sin estar lo caliente que me hubiese gustado.

Salimos de tres en tres con un minuto de diferencia y en mi cabeza tenía el objetivo de batir a mis dos compañeros y alcanzaron los tres de adelante. Que por qué pensaba que a alguien de mi nivel (en la general, salíamos en orden inverso) podía ganarle es una buena pregunta para la que no tengo respuesta.

Salida y primer escollo: se sale por una calle céntrica y peatonal con lo que tres tíos a buen ritmo se tienen que andar con ojo de no estamparse con marujas y niños, punto a mejorar por la organización porque fue un poco peligroso tanto para los corredores como para los transeúntes. Casi me paso el punto de giro y cuando empezamos a encarar la subida noto que las piernas no responden demasiado con lo que decidió tranquilizarme para que no me explotan, sensación que conozco muy bien del Kilómetro Vertical de Chartreuse del año pasado. Mis compañeros de salida "meten codos" y se les ve fuertes, las escaleras tampoco me van mucho pero nos movemos a buen ritmo, y en cuanto alcanzamos asfalto y una buena pendiente donde me siento cómodo les dejo atrás y pronto empiezo a ver gente delante de mí. No sé a cuántos pude alcanzar pero dos o tres docenas fácilmente, cierto es que este es uno de los terrenos en los que más cómodo me encuentro porque no era especialmente dura la mayoría de la subida y ahí entiendo que mi relación peso/potencia es favorable. Cometí un fallo de júnior al suponer que 500 metros de desnivel positivo en 5 km tenían que ser razonablemente tendidos, y por supuesto no consulté el perfil, para qué. El truco estaba en que a media subida había una bajada con lo que ganas distancia sin hacer ni un metro positivo. La verdad es que se agradeció esa bajada porque soltabas un poquito piernas pero dada su magnitud a más de uno se nos fueron de paseo y empezamos a ver ritmos estratosféricos, y luego había que volver a subir, claro. Me fui calentando hasta que vi 3'05"/km, se me salían las piernas y tuve un segundillo para decidir si apretaba un pelo más para ver ritmo por debajo de 3'/km o no, me corté, dado que la transición a subir otra vez en vertical podrían suponer un palo gordo. Alguno detrás de mí llegó a ver 2'40", así que imagínese cómo íbamos de zumbados.


A una cuarta parte de llegar me alcanzó el primero de los corredores que habían salido después de mí, era mi compañero de habitación Daniel Hernando, tipo acostumbrado a ritmos altos dado que es un asfaltero de medio pelo. Me pilló justo en una zona de escalones y por una pasarela que aparentaba ser colgante pero que en realidad creo que era biapoyada, aunque ahora viendo la foto creo que no. Y no, no es coña, en pleno esfuerzo uno se fija en estas sandeces y razona los momentos flexores de esta elegante estructura. En zonas más adelante, en escalones, eché unos cuantos vistazos a la espectacular bahía que teníamos a nuestros pies, llena de barcos esperando a entrar a puerto, muy industrializado todo pero desde luego espectacular desde esa altitud además de que el día acompañaba y la visibilidad era muy buena, justo lo contrario al año pasado que fue con niebla y lluvia.


Dos corredores más me adelantaron y yo ya iba francamente vulnerable porque las últimas decenas de escalones claramente me sobraron pegándose especialmente por la altura de la tabica de los mismos. La verdad es que iba un poquito perdido porque no sabía si los 5 km eran reales o era una estimación, 500 metros más en un terreno tan vertical hace que se te abran bastantes las carnes pero no, estaban clavados los cinco kilómetros. Y, por supuesto, tengo ya el culo lo suficientemente pelado como para no fiarme te espectadores que te dicen que estás a cien metros de la llegada.

Una de las cosas que más me sorprendió fue ver el pulso que incluso en la mayor de las agonías finales no pasó de los 153 latidos por minuto sacando una media de 145, y puedo asegurar que me esforcé lo mío. Entiendo que fisiológicamente no daba para más, muscularmente tampoco, porque desde luego que me dejé las pelotas y el puesto (creo que duodécimo) confirman que di lo que tenía.

Sin esprintar, llegué a las baterías de O'Hara que yo pensé que estaban cerca del punto más alto pero lejos de él y no, están a la altura, y es que el año pasado no se veía un mojón desde aquí arriba. Y se acabó. Un vientecito fresquito sumado a una importante sudada animaban a bajarse lo antes posible de ahí arriba. Y aunque todavía no eras consciente, todo había acabado ya, aún más para mí/nosotros que nos tuvimos que ir cagando leches sin esperar a la entrega de premios en una espectacular cueva que es un sitio perfecto para este tipo de fin de fiesta.

Una caótica bajada buscándolos la vida, un viaje veloz a un aeropuerto y un largo viaje por carretera después nos pondría a cada uno de nosotros en nuestro respectivo nido. Cuando menos de seis horas después ya estaba enfrascado en las tareas diarias me di cuenta de que sí, de que Eurafrica Trail 2019 era historia a falta de deshacer una bolsa, un buen dolor de patas y unos recuerdos, que son los que quedan. Unos pocos paisajes, unas sensaciones, alguna actitud en carrera, caras, cruce de miradas, una charla aquí y allá y la sensación del tiempo y las energías bien empleadas. Especialmente por la compañía. Las carreras por etapas animan a compartir más, a vivir de otra manera, a disfrutar pausada y aceleradamente a la vez, pero la compañía es lo que más suelo recordar pasado el tiempo y esta no es una excepción. Dorsal y competición aparte, la gente claramente tiene ganas de pasarlo bien, de disfrutar el momento y de llevarse un buen recuerdo, y el entorno ayuda. En mi caso, el excelente entorno fueron Maite y Dani, que hicieron de la experiencia algo más personal, la sencillez del trato, las coñas, las risas, el buen ambiente y la calidez general serán parte de este recuerdo para siempre. Antes de ir tuve alguna duda de si quería hacerla o no, pegarme semejante paliza, entrenar para ello, tres años detrás de un pie, para quizá volverme a encontrar como el año pasado, que no, que no había dado con la solución. Y aunque partí algo perezoso y obligado, días después todavía estaba en una nube por la gran experiencia vivida. Sigo sin saber si mi pie me dejará ser corredor como quiero serlo, pero sí sé que hice bien en buscar la respuesta en Eurafrica.

No sé si si te la has planteado alguna vez, pero si te llama mínimamente, vete a por ella, no te va a defraudar, la organización pone las herramientas perfectas para que te lleves un recuerdo único, de los que quedan, de los que dejan poso, de los que vives pocas veces. A los que puedes recurrir en momentos de bajón, los que te enternecen cuando veas una foto años después. Créate esos recuerdos que le den algo más de sentido que la rutina diaria, necesitamos estos alicientes o nos oxidamos por dentro.
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+: Eurafrica Trail
Fotos: John Ortiz

Eurafrica Trail 2019 (3): Cádiz 50

domingo, 24 de noviembre de 2019

En efecto, llovió la noche entera, amaneció lloviendo y llegamos a la salida bajo una persistente lluvia. De las patas qué contar, dos pedruscos como dos soles. Al mediodía debía para de llover, pero al menos tres horas nos iba a caer pero bien.

Me refugio hasta el último minuto, departo con una croqueta ;), dejo mochila y me pongo en la salida. El director de la carrera nos anuncia el recorte de la etapa, se quedará en 43 km, la zona más delicada no está para tonterías hoy. Pistoletazo de salida y le debieron hacer un agujero a la nube, porque no habíamos dado diez pasos y ya estaba lloviendo. Pinta bien. Unos kilómetros de pista, estirándose el grupo, van arreciando los duchas, en una de ellas decido ponerme la chaqueta, me la había dejado en el bolsillo trasero de la mochila con una manga fuera para ponérmela en marcha, pero tras pelearme con chaqueta, mochila, viento y ya ir empapado al final me tengo que parar a ponérmela bien, momento en que deja de llover, claro. Más adelante me la quité y poco después me la volví a poner hasta meta.


Otra vez iba con Maite. Primera subida en bosque, voy a mi ritmo, sin prisas y conservando energías. En un pseudollaneo a media ladera meto el pie donde no debo sin mirar y me tuerzo el tobillo derecho de cierta importancia, paro, me cago en todo el orbe celeste, cojeo ostensiblemente y me pongo en marcha con bastante más pena que gloria. Aunque habré perdido un minuto o poco más condicionará algo las bajadas durante un tiempo, hiere el orgullo y toca la moral.

No es que lo haya visto todo, faltaría más, pero quieras que no ya uno tiene las espaldas formadas por lo que ha ido viendo aquí y allá, pero no estaba preparado para lo que venía. Un tío con un altavoz en la mochila. ¿Te vas al monte a correr con un altavoz? ¿En serio? Lo que al principio parecía una chicharra, yendo junto al colega se confirmaba que era una chicharra, porque lo malo que era el altavoz no tiene nombre. No es que fuera de Aliexpress, es que era de los más de esa web, rebajado en Black Friday y defectuoso. Horroroso. Pero aún hay más. Tras algún tema que me pudo alegrar el momento (Muse) vino Placebo. Si no sabes quién es Placebo, quédate con la duda. Tiene algún tema con cierta vidilla, pero la mayoría es una especie de technorock chunguero que no puede ser más deprimente. Pero deprimente que te dan ganas de ahorcarte con la mochila. ¿Me vengo hasta aquí, a tomar por culo de casa, me está cayendo la del pulpo, me he jodido un tobillo, voy penando por una subida para escuchar al puto Placebo con un altavoz que no puede ser más malo? Eso sí, el puto altavoz sería 300 % impermeable, porque ahí iba el cabrón chirriando bajo la lluvia tan rebien. Me cago en mi vida. Menos mal que uno se curtió en el Amazonas, los lagos siberianos y los desiertos que si no pongo fin a mi existencia.

Tras esta estupidez, y dejando a la chicharra enmudecer en la distancia, nos acercamos al punto de avituallamiento donde se separaba la carrera corta de la larga. ¡Y se fueron todos! ¡Cabrones, cobardes! Hala, todos a hacer 30, me dio bajón y todo, ahí achuchándonos en los senderos, disputando cada piedra y a meta que se van todos los que veía. Jo-der. Por unos senderos preciosos pero muy húmedos, me interné en el bosque del lobo feroz más solo que la una.


Aunque recordaba zonas, piedras y algunas cuestas, dado que el día estaba completamente diferente al año pasado me resultaba casi por entero nuevo. Lo que está bien para seguir descubriendo detalles. En buena parte del recorrido vas en bosque, tapizado de hojas en esta época del año, el terreno es corrible en buena parte del mismo (si hay fuerzas), pero no rápido, es retorcido y cambiante, sin grandes desniveles ni pendientes pero duro. Al rato empezó a caer la mundial. Y cuando digo la mundial, digo la mundial.


Pero mucho.


Hay temas con los que no se bromea: el chorizo es el mejor alimento del mundo. Por ejemplo. O con la lluvia. La lluvia es mal. Así. Que te llueva mucho es motivo justificado para acabar con las vidas de aquella gentuza, porque no tiene otro nombre, que dice que le gusta correr con lluvia. Sabrás tú lo que es lluvia, malparido.

Un drama, joder. Y no fue una ni dos, hubo unas cuantas de estas, los senderos bajaban como arroyos, te pasabas minutos y minutos corriendo por ellos sin verte los pies, agua por los tobillos porque los caminos hacían de riachuelos improvisados. Tentado estuve de sacar la cámara y filmar algunos segundo épicos, pero me los quedo en la memoria, que no estaba para hacer chorradas. Si te creías que esto estaba tan verde por el sol, sí, tenías razón, por el sol y por la puta lluvia. Qué forma de llover. Sin que sirva para minusvalorar las condiciones, si te llueve, que lo haga aquí, el terreno no coge nada de barro, las piedras no resbalan demasiado y no hacía frío, porque aunque hacía bastante viento, la mayor parte del tiempo íbamos en bosque, protegidos. Sólo un par de veces empecé a tener algo de frío pero gracias al movimiento no pasó de ahí, lo que no entiendo es que mucha gente fuese de manga corta o incluso alguna chica en tiranes, si te parabas tenías un problema en pocos minutos.

Pasé mucho rato solo, tampoco la visibilidad daba para mucho, y en uno de los momentos veo a un tipo que viene en contra, ay la hostia. Y era Dani (Hernando), compañero de faenas, me dice que no es por ahí, ay la rehostia. Afortunadamente me he pasado por poco, me adelantan tres pero el daño ha sido pequeño, vuelta al sendero bueno comprobando que estaba señalizado perfectamente pero al menos dos estábamos mirándonos a los pies porque había triple cinta. Dani venía con una persona de Cardiosport, médicos con buenas mochilas donde portan material de emergencia, incluido desfibrilador, se metió el tío una bajada conmigo y con el mochilón a cuestas, chapeau. En un día tan feo qué difícil me parece hacer estas tareas, avituallamientos, cruces, cosas así, porque nosotros se supone que estamos fuertes y vamos motivados, pero mucha gente se chupó un día de mierda y aguantó la misma lluvia que nosotros, más frío y llegaría a casa destemplada 'pa qué', para una panda de 'mataos'. Gracias. Es cierto que se podrían hacer carreras sin marcar, sin avituallamientos y sin nada, pero la asistencia que prestan merece qué menos que un gracias, o unas cuantas docenas repartidos entre toda la gente que está ahí dándonos apoyo. Si no los distes, macho, háztelo mirar, porque cualquier día es bueno, pero este en especial era más que merecido.

De vuelta al avituallamiento donde me dejaron solito, un poco de pista, el último tramo de sendero, subida, bajada larga, otra torcedura de tobillo (esta vez izquierdo, más moderado), y pista a meta. La lluvia iba a parar al mediodía. Ya. Sólo en la pista final, 5-6 km, me cayeron unas cuatro trombas importantes, atizándome y con ganas de ir acabando, viendo buenos ritmos (4'30"-4'40" con frecuencia, algún 4'05"-4'10" esporádico) y motivado porque ahora sí estaba hecho. El choque de manos con Ángel (@contadordekm) era la meta diaria, más humana que un frío arco o una manta roja. Cerca de seis horas de esfuerzo bajo la lluvia. Otra maratón a la buchaca, la sexta del año, la única con dorsal. ¡Pizza!. Desde que crucé la línea de meta no me cayó una gota más.

+: Eurafrica Trail
Fotos: John Ortiz, Ocaña Outdoor Adventure

Eurafrica Trail 2019 (2): Aurum 43

jueves, 21 de noviembre de 2019

Madrugo un pelo más para irme a trotar 20', pero según planto los pies en el suelo me doy cuenta de que tengo los cuádriceps desguazados. Mierda. Precisamente esta temporada me he percatado de que al día siguiente de hace desnivel negativo estaba decente, a las 48 horas estaba para chopped. Teníamos un día de traslado, con lo que previsiblemente mañana estaré bastante peor y hoy ya voy bien tocado. Pues nada, a joderse.

Desayuno, autobús a Tánger, ferry, Tarifa, autobús al campamento europeo, Jimena de la Frontera. Según pasa el día voy claramente a peor, no puedo hacer nada así que no me preocupo demasiado, los 'tens', masajes, hidratación o nutrición pueden ayudar, pero una vez hecho el daño es, sobre todo, tiempo, tiempo que no tenía. Al día siguiente, en efecto, estaba bastante peor. Rumbo a Benaoján.

La sierrecita prometía ya desde el autobús y según nos habían dicho habría dos partes, una técnica y lenta tipo Marruecos y otra corrible. En 2019, con carreteras y modernos medios de transporte ves los pueblos encaramados en las lomas o en angostos valles y piensas lo alejado que está esto de todo, no me quiero imaginar hace un siglo o dos, pasto de caciques locales, bandoleros y apreturas de cinturón. La parte buena es que son pueblos bien conservados por su aislamiento y Benaoján es un buen ejemplo. Una coqueta plaza nos vería salir, pero antes se hizo un minuto de silencio en recuerdo de SúperPaco, todos vistiendo con una camiseta que nos habían facilitado, un héroe anónimo de los que en ocasiones levantan más pasiones y admiración que campeones en lo suyo.

Salida y rampón, hala, ya estamos en faena, con neblina por arriba, ritmo bueno. Sin quererlo de nuevo iba con Maite Maiora, en subidas (y descansado) no me cuesta demasiado seguir esos ritmos y me mantiene tenso porque yendo solo me relajo bastante en tramos andando. Tras unos 5 km tiene una caída tonta, pero dentro de lo malo era el mejor sitio, porque era sobre pradera, nos pasamos mucho rato sin ver más que piedras en el suelo, así que dentro de lo malo, mejor caer en blando y despacio... a la vuelta a casa se descubrió dos costillas rotas, eh, a mí que nadie me llame gafe que se cayó ella solita. Y a bajar, y técnica y puñeterilla, empecé bien, se me fueron Maite y compañía, que eran buena rueda, y como me suele pasar, voy yendo a menos hasta acabar hasta las mismísimas pelotas de bajar, de piedras, de caliza y de todo, y además, con tramos finales delicados con esas lajas que apuntan a tu pecho o tu cara con ganas de partirte en dos: no entiendo cómo se puede bajar rápido por ahí.


Bastante hartito llegamos a un llanazo curioso, porque es una dehesa entre sendas sierras y donde pastan las vacas tranquilamente, es un poco irreal, vienes de un terreno técnico y lento y de repente, a darle zapatilla pero bien, transición cero. Y como quería desquitarme del final técnico, que no me había gustado, pues como pollo sin cabeza. Y oye, muy bien, estuvo entretenido. No duró mucho (menos mal, a ese trapo yo no aguantaba demasiado), subida, bajada y tercer avituallamiento. Lo de los avituallamientos me ha resultado curioso, el primero me lo salto siempre, con medio soft flask o menos voy que tiro; el segundo dependiendo de cómo me pille quizá coja algo de comer; quizá en el tercero coja agua, mitad en cada soft; y si hay más, picoteo, menos de 20" en cada uno. Esto es un sinvivir (y un sincomer y un sinbeber), no bebo un litro en 3, 4 o 6 horas, como cuatro mierdecitas y lo que llevo encima, y es muy estresante, no me gusta, hombre, vamos a pararnos, charlamos un poco y ya con la comida masticada y deglutida, seguimos, pero no, todos a piñón, como si hubiera bombas a punto de estallar bajo las mesas. De verdad, qué coñazo de carreras cortas, lo que se corre, lo competitiva que es la gente, no le da tiempo a uno ni a ver el paisaje.


A lo que vamos, en ese avituallamiento me cazan la cuarta y quinta mujer, Silvia Puigarnau y Ester Alves, me dejan en bajada pero no las pierdo de vista, y cuando llegamos a pista y el primer pueblo (Cortes de la Frontera) ya vamos los tres juntos, y poco después me escapo, llevan buen ritmo, bajan mejor que yo pero puedo ir algo más rápido en "mi" terreno. En algún momento creo que iban cerca de mí pero no volví a mirar atrás, otro llaneo pasando otro pueblo (Cañada del Real Tesoro, ea) y nos encontramos con el río (Guadiaro) que nos acompañará hasta meta. Primero por una pista sin mucha chicha, luego subía para tener unas bonitas vistas (y acompañamiento, una marcha, lo que siempre es agradable para tener alguna referencia) y a continuación un avituallamiento, el último, que para mí supuso un cohete en el culo. Sabíamos que la etapa estaba recortada, creo que por temas medioambientales, y cuando hice los cálculos en ese avituallamiento me quedaban como seis a meta. A darle. Sendero de bajada, puente (¡y cueva!) espectaculares (de los Alemanes), subida a degüello, bajada y bonito sendero a meta, que hubiera estado bien hacerlo fresco pero ya con cierta tostada encima se trataba de minimizar daños y llegar a meta dignamente. 4h13', 36 km, +1400 m. Satisfecho.


Nos hizo un buen día, solete, nos pudimos duchar, dar un rápido masaje, comer (¡chorizo!) y charlar. La vida simple mola. Simple para nosotros, porque creo que a estas alturas el que más o el que menos se había dado cuenta de lo compleja que es esta carrera, en desplazamientos, voluntariado, autobuses, etc., un chocho muy serio. Simplemente esta etapa, la más sencilla quizá, es en línea por lo que ves más mundo como corredor, pero llévate mochilas a meta, intenta tener un sitio donde ducharse en un pueblo sin instalaciones para ello, dales de comer a los famélicos si puede ser, y manda de vuelta a la gente en oleadas según van llegando en una etapa en la que entre el primero y el último hay unas cuantas horas. No creo que haya muchas carreras en España más difíciles de organizar por la itinerancia, los distintos escenarios donde se desarrolla y las dificultades de, en casi todas las ocasiones, localizaciones pequeñas donde un evento de este tipo son puntuales y no tienen apenas capacidad de servir a las necesidades que se plantean. Quien se metió a organizar esto no sé si sabía en su día la que se le venía, ahora ya con la maquinaria rodada y con las misiones repartidas la cosa irá mejor, pero ha debido de costar y lo que te rondaré morena, porque a más variables más cosas pueden pasar.

Mientras tanto, comiendo plácidamente de una barbacoa, mi cabeza estaba en la matemática simple: 2 de 4, y habiendo hecho, se supone, lo peor ya. Lo que menos me apasionaba es que "se oían truenos de fondo", se comentaba que mañana podría llover. Me gusta la lluvia entre cero y nada.

+: Eurafrica Trail
Fotos: John Ortiz

Eurafrica Trail 2019 (1): Belyounech 25

lunes, 18 de noviembre de 2019

Por segundo año consecutivo hago Eurafrica, no soy de repetir carreras pero dado que cambia bastante respecto a 2018, me animo. Para mí vuelve a ser un test del pie, operado por tercera vez de otro neuroma de Morton en mayo y que espero sirva para darme el alta, pero de alguna forma lo tenía que probar.

Para los que no estamos en el sur, la verdad es que el punto de encuentro, Jimena de la Frontera en esta ocasión, está a tomar por culo, y es que Madrid, lo que tenemos como referencia del centro de la Península no está, ni de coña, en el centro y te das cuenta cuando vas para abajo. Si puedes, ve acompañado, más ameno y se hace más corto, y este fue el caso de 2019, con lo que hablando de todo un poco nos plantamos en Jimena millones de horas después pero razonablemente sanos. Eso sí, una vez allí, coche aparcado y no se mueve una semana, te llevan y traen a todos lados como en las excursiones del cole, apenas tienes que hacer el esfuerzo de aguantar los esfínteres porque te dan todo hecho.

Lo "peor" de la carrera son los traslados, precio a pagar por estar en cuatro territorios diferentes, pero no son tampoco para morirse, te puedes sobar, escuchar música o hablar con gente, con lo que a pesar de que son bastantes no son especialmente pesados ni largos. Y son parte de la carrera, porque sin ellos Eurafrica sería una carrera "normal", y es precisamente lo que no pretende ser. Eurafrica tiene lugar en uno de esos intrincados lugares del mundo donde confluyen territorios, culturas y paisajes diversos, y merece la pena aprovechar esa situación porque en una semana te permiten descubrir parajes interesantes y desconocidos para los que no somos de la zona. Y este es parte de su encanto.

El salto adelante de la edición 2019 es muy notable, aunque no sería justo compararlo con la 2018 que fue el "caos" por razones meteorológicas, pero, y a pesar de perder cierto componente aventurero y de compartir un pelo menos, sigue conservando la esencia que la hace diferente y atractiva. Ninguno sabemos el futuro pero esta edición me ha parecido que ha estado a un grandísimo nivel y que tiene un prometedor futuro por delante, sólo falta que los corredores la llenemos para que iniciativas como esta no caigan en saco roto, no voy a preguntar el grado de satisfacción del personal, pero estoy convencido de que no sólo la inmensa mayoría nos llevamos un buen recuerdo de esta semana si no que lo recordaremos mucho tiempo por la peculiaridad, y es que es una carrera única en España y diría que casi en el mundo, en un entorno seguro, con una propuesta deportiva suficientemente dura y creando unas relaciones que irán más allá del dorsal pinchado a la camiseta. Raramente me arrepiento de las carreras en la que he estado, de esta estoy seguro que no lo haré porque tengo unas cuantas imágenes, de gente, de paisajes y de sensaciones que sé que me acompañarán largo tiempo. Y para esto corro y viajo.

Llegados a Jimena un lunes por la noche, desayunados un martes, ponemos rumbo sur, a Tarifa, ese enclave conocido por el wind y el kitesurf, donde confluyen Mediterráneo y Atlántico (en realidad es un poco más pallá) y donde se fabrica el viento. Desde allí, y aunque ya me lo sabía del año pasado, un veloz ferry nos cruzó hasta Marruecos, no ha parado el ferry y ya sabes que estás "en otro planeta", en el bonito Marruecos, tan diferente de España. Un pequeño detalle te ayuda a entrar en el viaje aparte del paisaje: los datos del móvil son a precio de riñón. Y no nos puede venir mejor. En una semana he consultado el móvil alguna vez, pero la desconexión ha sido importante y no sólo al entrar en Marruecos por razones pecuniarias, sino porque no me apetecía invertir tiempo en el mundo virtual cuando era más interesante el real, el que pasaba por delante de mí. Entiendo, comprendo y comparto que la Marathon des Sables directamente prohíba los móviles.

Esta vez el alojamiento era en otra zona, M'Diq, cerca de Tánger, en una lujoso hotel y donde pernoctaríamos dos noches. Buenas comidas, amplias habitaciones, sueños breves (me retracto: lo peor -sin comillas- son los madrugones, ¡me cago en la leche!) y a tiro de piedra de Belyounech, lugar de la primera etapa. Para mí era conocida pero dado que el año pasado fue la última y esta la primera la cosa podría cambiar. Mi plan para esta primera etapa era sobrevivir, sólo eso, y tenía en mente tres objetivos: no hostiarme, no hacerme esguinces de tobillo (soy experto) y no reventarme los cuádriceps en las bajadas, que pensé que los llevaba algo entrenados pero luego me di cuenta de que no. Conseguí dos de los tres.


Belyounech está a la sombra del Jebel Musa, un pedrolo al otro lado del Estrecho, junto a Ceuta. Un pueblo pequeñito y disperso, invadido, ya parece que por tradición, una vez al año por corredores vestidos de colorines. La salida, cruzando el pueblo, fue bastante veloz pero sabía que el primer tramo me iba bien, subida en la linde entre andar y correr, donde yo corro el 90 % y donde mejor voy, no porque me sienta especialmente fuerte sino meramente por comparación. Al tran tran casi alcancé a Maite Maiora arriba y me sacaba un par de minutos al empezar, recuerdo que el año pasado pasé cerca de la cima a Beth Pascal, con lo que el ritmo era parecido dado que son dos corredoras equivalentes. En un déjà vu de libro, fue empezar a bajar y empezar a verlo gris. El año pasado fue el neuroma, este que me bailaba el pie dentro de la zapatilla mucho; no tardé en pararme, pensando más en los dientes que en los tobillos, que también, pero aunque arreglé esa sensación de inseguridad, la velocidad siguió siendo la que era, pobre, también, por comparación. No sé si se puede saber lo que pierdo en una bajada de estas más o menos técnicas pero yo calculo que unos diez minutos tranquilamente, eso sin compararme con ningún bajador, sino con gente de mi nivel. No es agradable, claro, pero con lo poco que corro en montaña, lo poco que me aprieto bajando y la cantidad de tobillos que me he dejado por ahí, no me preocupa lo más mínimo.: puritita resignación y realismo.


La primera subida es razonablemente cachonda, la hice sin más problema ni esfuerzo, un momento de confusión por no ver cintas, luego otra bajada técnica que me volvió a poner en mi sitio, y después La Subida. Una de las más duras que he hecho nunca... pero que este año no me pareció para tanto. El primer tramo fue francamente delicado porque era todo descompuesto y suelto, harto de irme abajo decidí cruzar a la izquierda y me llevó una minutada, porque como Ricky Martin, daba un pasito palante y otro patrás: hubo algún tramillo realmente complicado por nula tracción pero al final pegados a las piedras de la izquierda se podía subir decentemente, sin contar la pedazo de pendiente que tiene aquello, claro. Coronado el Musa y envueltos en una ligera niebla de repente se abrió unos segundos y con ellos la boca y la consiguiente baba. Las vistas son espectaculares, el mar ahí abajo, tan azul, se atisbaba la costa española, una caída vertical... pero de nuevo al tajo porque venía La Bajada, posiblemente la más delicada que he hecho nunca, por no decir peligrosa, no tanto por la pendiente y el terreno, sino porque en determinados momentos no tengo claro que parases y porque también te podían venir piedras de arriba, variable que no me gusta. Y, de nuevo, la segunda experiencia fue diferente: no me pareció para tanto, eso sí, muchísimo cuidado porque es una bajada más de perder que de ganar (especialmente para los patanes) y modo supervivencia on.

Pasado lo peor, encaras la repetición de la primera bajada y me solté un poco más y me noté algo más ágil (poco, eh, no asustarse), con los 'quads' en mente para tratar de no dañarlos. Esta vez tuve que dejar pasar menos gente porque ya íbamos más separados, y delante de mí un portugués se calzó un hostia maja. Llegados abajo, un bonito sendero con apenas alguna cuestecilla arriba, junto al mar y el pedrusco de Perejil te van acercando al pueblo. Como soy de interior siempre me encanta correr junto al mar, pero es que este sendero me ha vuelto a enamorar, alejado de la civilización, de zancada fácil, con pensamientos positivos de ir llegando a meta y con esas vistas. Y ese puto azul.


Un par de kilómetros de asfalto y meta. 3h30'. Correcto dentro de lo lamentable de que este es el peor terreno para mí con mucha diferencia. Un día después miré el tiempo del año pasado y fue 10' menos, ummm, no debía haberlo hecho, cierto es que en una iba a cumplir el trámite y en la otra ya sabes que es el último empujón, pero algo de orgullito aún tengo y diez son bastantes. Pero bueno, este duro trámite para mí estaba hecho, como tuvimos tiempo pudimos hacer algo de turismo y completar un buen día. Lo más importante: estaba sano, estaba en carrera y había completado mi principal escollo. La vida era maravillosa, patas cansadas, buena compañía, tripeando lo suyo y vagueando como si fuéramos ricachones. Lo éramos, de hecho

+: Eurafrica Trail
Fotos: John Ortiz

Vídeo: Eurafrica Trail 2018

viernes, 8 de marzo de 2019

Coincidiendo con la apertura de inscripciones de la edición 2019, cuelgo por aquí esto. Aunque es reciente, me tomé unos días para verlo, porque quería hacerlo en la tele y con el momento adecuado buscado. Porque había estado por aquellos lares (1, 2, 3) y porque intuía que merecería la pena. Si quieres ver un vídeo de pros batallando por ganar una carrera, ni te molestes, te va a resultar un coñazo. Si quieres ver otro tipo de vídeo, atípico donde los haya en este mundillo, donde se cuenta una historia más desde la organización, de las dificultades de esta edición en concreto y de la experiencia que fue para los que estuvimos, porque fue una experiencia, no sólo una carrera, busca el momento de tranquilidad, póntelo en una buena pantalla y disfrútalo, no creo que te decepcione. No va de héroes ni heroínas, va de personas dando lo mejor de sí, o de la pequeña historia de personas dando lo mejor de sí en unas coordenadas muy concretas. Aparte de que las cosas ocurran para tener la historia, hay que saber contarla, y creo que se ha sabido contar. Todo tuyo:



+: YouTube - 'Eurafrica Trail'Eurafrica Trail

Eurafrica Trail (y 3): Belyounech 25

martes, 27 de noviembre de 2018

El traslado a Marruecos fue algo largo pero hay que contar que fueron dos autobuses, un ferry, dos trámites aduaneros, una visita a Tánger, un inesperado paseo y alojamiento en destino. Es bastante tela y además con un grupo grande requiere hacerlo todo con tiempo de sobra para evitar imprevistos. El barco salía de la ventosa Tarifa, arribaba a Tánger y el cruce fue tranquilo y sin mareos, que quieras que no siempre piensas que lo mismo te toca el día tonto y echas el pato por la borda.

La breve visita a Tánger con guía local yo personalmente la agradecí, me gusta ver más que la carrera en sí y siempre que he ido a una carrera he intentado viajar y conocer adónde voy. Estuve meditando si quedarme unos días en el norte de Marruecos pero al final no lo hice, pero tras arañar la superficie de Tánger me quedé con las ganas, Marruecos es muy bonito y tiene mucho que ver, y como he hecho tantas otras veces, correr es una excusa también para viajar, lo ha sido siempre y lo seguirá siendo siempre.

La organización no tuvo en esta edición la mejor de las suertes (eh, que nadie me diga que soy gafe), el viento reinante se llevó una haima por delante pero el alojamiento, en un colegio, se solventó sin problema. Tampoco algún local ayudó, porque a un kilómetro y medio del pueblo los conductores de los autobuses nos descargaron y se dieron el piro, yo me quedé un poco extrañado y fue justo eso, una espantada unilateral: es lo que tiene trabajar en ciertos países, no sabes por dónde te puede venir el problema. Al parecer los autobuseros tenían miedo de quedarse sin frenos en la bajada o sin embrague en la subida, una mierda como una catedral, la carretera no era mala, no eran pendientes tan fuertes pero el caso es que nos dejaron ahí, y ante la incertidumbre, empezamos a bajar como una horda de pijos con miles de euros en material técnico en las maletas por una carretera por la que con quien nos cruzásemos tenía que flipar. Y, de nuevo, no hubo protestas ni malos comentarios, se tiró carretera abajo y listo.

El pueblo de Belyounech es pequeño, protegido en una bahía natural, está justo al lado de Ceuta, y detrás lo flanquean unas buenas moles de piedra. Djebel Musa es el más alto y subiríamos a él al día siguiente, in sha Allah. En la cena nos comunicaron que una de las ascensiones se eliminada y una bajada se neutralizaba. Para mí lo que dice la organización es palabra del Señor, si estoy en una carrera acepto lo que digan y hagan, y si no me gusta, me voy a mi rollo que nadie me obliga.


Desayuné con más moderación que en la etapa anterior por ser más corta y no estar seguro de mi tripa, esperamos más de la cuenta a la salida porque la autoridad local no aparecía y se salió a machete por el pueblo. Nunca entenderé tanta prisa ¡si íbamos a volver al mismo sitio, concha de la madre! (dígase con acento bonaerense). Al kilómetro se acaba la guasa y para arriba. Si algo tengo natural es subir en pendientes entre el límite de andar y correr, me lo tomé con calma al principio, "esquivando" a corredores locales que habían salido un poco optimistas y tratando de llevar un ritmo estable, pero continuamente quien iba delante de mí se ponía a andar, me pegaba carreritas para adelantar y cuando pude ya me puse a correr a mi ritmillo cansino pero que con el mero hecho de hacer el gesto de correr, si no es mucha pendiente, vas claramente más rápido que andando. Así que fui recuperando, adelantando gente y sin esfuerzo, poco antes de coronar alcancé a Beth, la primera mujer, y se vino conmigo. A los 50 m de empezar a bajar, los fantasmas vinieron a hacerme una visita. El pie me dolía muchísimo, me quité la zapatilla, relajé presión, moví los dedos y me calcé de nuevo. No fue un minuto de tiempo real, aunque me quedó en la cabeza unos cuantos más, y tuve una sensación parecida a aquellos dolorosísimos kilómetros de la Maratour de Chartreuse: así no voy a ningún lado, no he encontrado la solución y ya sé dónde tengo el límite del pie. Estoy igual que hace seis meses, y que hace un año y que hace dos. Llevo 26 meses con este puto pie, me han operado dos veces, me falta un nervio, qué más puedo hacer. Aunque Eurafrica iba a ser el test, en realidad la respuesta ya la sabía desde hacía tiempo, quizá me sobre otro nervio, no lo sé, en realidad tenía dos tocados y ahora parece que es el segundo el que quiere independizarse, hijoputa vas a ir al cubo de la basura, que te incineren cabronazo, que tus cenizas las esparzan en la piara más cercana. Desanimado y con estos pensamientos iba en una bajada tirando a tecniquilla, luego que me tuerzo los tobillos y tal por estar pensando en las musarañas. "Estrenaba" zapatillas -las de Francia, unas Altra Olympus, no las usaba desde entonces- y me sentía raro, me iban soplando la nuca (sin chistes) y de vez en cuando obuses locales en zapatillas de asfalto nos pasaban de una forma increíble. Dejé pasar a unos cuantos, no bajé muy allá pero tampoco tan mal, se me hizo algo larga y llegué al primer avituallamiento, el cual me salté. De ahí al segundo -que también me salté- era un sendero que a veces había que intuir, entre arbustos, un subebaja, lento pero donde recuperé algún puesto para mi moral.


Y empezaba el rampón. Casi todo andando, con un descanso intermedio y un avituallamiento que subieron a lomos de burros -en este rellené medio litro, no bebí eso en toda la etapa entre el agua y la comida líquida-, al principio con fuerzas, pero el tramo más duro me costó lo mío, muy pendiente, y notándome algo cansado y flojete: el entrenamiento está sobrevalorado, lo sabemos todos, pero de vez en cuando, ejem, se nota que no estaba fino fino. Toda la etapa son piedras, sendero, empinado, con cierta técnica y con un millón de oportunidades para dejarte los piños, pero moló, fue un gran contraste con las anteriores y esta carrera tiene eso, no son sólo tres países, tres carreras diferentes, dos continentes, además cada etapa es diferente a la otra, con su personalidad y eso no es nada fácil, como decía en la primera parte de la crónica, la caprichosa geografía la tenemos, pero hay que saber exprimirla bien para que salga un cóctel bueno, no vale con mezclar los ingredientes de cualquier manera.


El rampón me acabó hartando un poco porque me noté un poco justo de fuerzas, iba lento y sin buenas sensaciones, pero bueno, se hace, si no te paras es cuestión de tiempo, y en un rato estaba ya bajando, momento en el que viví el único mal momento de la carrera/experiencia. La bajada neutralizada.


Nos lo habían dicho claramente, era neutralizada, había un cartel indicativo y no se podía correr. Al poco de empezar uno me fue cogiendo, corriendo. Era una bajada delicada, para tus dientes y para los de los otros, porque rodaban piedras. No hay que ser muy listo también para suponer que un rescate o un tratamiento médico en Marruecos no es que como en España. Pero sobre todo y por encima de todo nos habían dicho que estaba neutralizada. Cuando me alcanzó el payo en cuestión cruzamos una conversación, que resumida vendría a ser algo algo así como:

Yo: Nos han dicho que esta bajada es neutralizada y que no podemos correr.
El listo: Y qué hago, ¿ando?
Yo: Lo han dicho, son las normas, para todos igual.
El requetelisto: Pues que pongan un avitualliamiento y nos tomamos algo, no he venido a andar.
Yo: No me gusta a mí tampoco pero llevamos un dorsal y tenemos que aceptar el reglamento y lo que nos han dicho.
El espabi: Pues para eso no vengo, esto es una carrera.
Yo: Con un reglamento. Tú mismo.

A regañadientes lo contuve, hasta que llegó un tercero, tan inteligente como éste: un tonto sólo necesita un refuerzo para desplegar toda su tontuna, y claro, pasaron y tiraron adelante. No sé si conseguirías tu ansiado podio veterano para presumir en tu bloque, porque el de la deportividad desde luego que no te lo ganas en la vida, gente con cero valores es precisamente lo que no necesita este deporte, bueno, ni este ni ninguno. Por cierto, hubo unas cuantas caídas y un accidentado de consideración que hubo que evacuar, así que la organización sabía por qué decía las cosas, la bajada era delicada, y si no estás de acuerdo, la haces, respetando lo que te han dicho, y en meta y en tus redes sociales, protestas si te apetece, pero cumple tu parte porque si no quedas como lo que eres: un listillo de medio pelo.

La segunda parte de la bajada (ya no era neutralizada) era la primera del dñia, iba algo cansado con lo que me la tomé con cierta calma tratando de no perder mucho. Me resultó muy curioso cómo menos de tres horas después la bajada parecía otra, entiendo que la luz, la humedad y unos doscientos pares de zapatillas la habían cambiado, y era perfectamente perceptible, se notaba diferente, con el sendero mucho más visible y con otra tracción.

Acabada ésta se ensanchaba, encarábamos el mar y luego nos poníamos en paralelo a él, en un precioso sendero con un azul a nuestra izquierda espectacular, al fondo España y, en medio... España también, porque estaba el islote de Perejil, un pedrusco pegadito a la costa marroquí, sin ninguna chicha ni uso pero que por azares del destino es terreno español y que se hizo famoso hace unos años con aquel asalto marroquí y subsecuente reacción y toma "por la fuerza". Comillas porque si ves el equipamiento de los militares te descojonas, en ese sendero al ser, digamos, frontera, está bastante militarizado, y había que ver en qué condiciones tenían a los pobres chavales, pero bueno, no estábamos a eso nosotros, el sendero era precioso, junto a un precioso mar azul y todo corrible -incluso una corta y empinada subida- si tenías ganas. Un poco hasta las pelotas de piedras empezaba a tener ganas de llegar al pueblo, lo hicimos y me pegué el calentón tonto del día. Quedaba un kilómetro y medio a meta, punta a punta del pueblo, y me puse a correr como si no hubiera mañana, sin más objetivo que porque me apetecía, porque intuyo que no me voy a poner un dorsal en mucho tiempo y porque me lo quería regalar. Con subida el primer mil me salió en 4'17", mola ir así. Subebaja, callejeo y meta. Por poco no alcanzo a un colega, me da lo mismo. Se acabó. Otra vez tengo la sensación de Chartreuse, sí, he llegado, sí, la experiencia es bonita, me ha enriquecido, lo he pasado bien, pero no puedo estar contento del todo, el pie no me deja, no sé qué voy a hacer pero desde luego así no me puedo plantear nada potente. Y aunque no lo eche demasiado de menos que luego se sufre la de dios, quiero al menos sentirme corredor, sin preocuparme de nada y sin sentirme impedido. Sabor agridulce al final, no empaña toda la experiencia y lo vivido, pero que me hace pasar de nuevo a modo lesionado por enésima vez.

El ambiente en meta era relajado, la gente estaba muy contenta con la etapa final, todos estábamos tranquilos, lo suficientemente cansados, las clasificaciones hechas y todos nos conocíamos, el día era soleado, hacía buena temperatura y esto se iba acabando. Pero el ambiente era muy positvo, caras alegres y buen rollo, lo del dorsal estaba hecho, se notaba que había una atmósfera de alegría y creo que más de uno nos dábamos cuenta de todo lo que habíamos vivido en sólo tres días, desde el campamento inundado, el cambio al polideportivo, la etapa veloz de Gibraltar, la de Cádiz con un buen día y un recorrido curioso, los traslados, la experiencia, el hablar con este o el de más allá, lo peculiar que es para nuestros estándares Marruecos, y el buen sabor de boca de la etapa final. Todo condensado a gran velocidad pero con tiempo de paladear. Si por algo me gustan las etapas es por tener este poso y porque las recuerdo mucho más tiempo.


Y poco más, una tarde tranquila, una vuelta larga y ya todo es pasado, pasado con el que nos quedamos unos cuantos. Espero que no surjan ediciones tan problemáticas como esta, nadie se lo merece, pero salvado este match ball creo que ya se puede con todo. Si os llaman la atención las carreras por etapas, esta en concreto tiene ingredientes que la hacen única, dale un tiento, dudo que no vuelvas como volvimos la mayoría, con un buen puñado de recuerdos duraderos.
s

+: Eurafrica Trail
Fotos acción: Jose Miguel Muñoz/Mountain Running Photo, John Ortiz

Eurafrica Trail (2): Alcornocales 50

lunes, 19 de noviembre de 2018

La segunda etapa ya sabíamos que estaba recortada, de 50 a 40 km, suficientes. Las lluvias al parecer habían hecho estragos y, sin embargo, el día amaneció soleado y así se mantuvo hasta el final del viaje, con una temperatura ideal. Lo peor, en el tema meteorológico, había pasado. Y se agradecía, porque meterte 50 (o 40) kilómetros bajo la lluvia me seducen lo justo.

Antes de la salida tuve un encuentro nostálgico un colega de fatigas y foros de antaño, me alegró, este deporte a lo largo de los años me ha puesto en contacto con gente de muy diferentes procedencias, que aunque aparentemente sólo te una lo de poner un pie delante del otro en entornos abiertos al final no es difícil que con algunos de ellos haya surgido algún acercamiento más personal y siempre es agradable encontrarte años después con esta gente, que creías a veces perdida, pero con quien sigues teniendo algo de cercanía mucho tiempo después. Me gusta y fue un agradable momento presalida.

En mayo, en Chartreuse, me sentí bastante desubicado por ritmos y forma espídica de correr. Esta vez, sin llegar a tener esa sensación, volví a sentir en mis carnes los espectaculares ritmos de salida de estas carreras "sprint", manda huevos. Durante unos kilómetros tuve la fortuna de disfrutar del sano pique entre las cuatro primeras mujeres, cómo se iban atizando, siempre a la vista y muy centradas en no perder comba la una de la otra, un auténtico disfrute. Hacia el kilómetro seis un despiste del primero del grupo -y todos detrás como ceporros, claro- nos desviamos un poco y las féminas cambiaron las posiciones, y vuelta al pique. Un kilómetro más adelante entramos en una pista de bajada y en ese kilómetro marqué un 3'55"/km, un misil llamado Beth Pascall, a la postre ganadora de la general (y de las tres etapas), nos lijó pero bien. Haciendo un cálculo rápido, nos pasó de cuarta a primera y algo de ventaja nos cogió, con lo que se cascó un mil en 3'30"/km tranquilamente. Para un tipa que ha hecho cuarta en el UTMB hace dos meses, de larga distancia que se la presupone más trotona, da idea de cómo va la tía y cuán rápidas son las carreras de montaña ahora.

Desde el swimrun básicamente me había puesto malo tres veces, había hecho una maratón y a ritmo torpe pero sin cansarme mucho y había estado dando tripazos aquí y allá sin mucha gana. Llevaba exactamente dos días de montaña desde mayo, me noté bastante torpe bajando, no se le pueden pedir peras al olmo. Operación, recuperación, trabajo, enanas, falta de tiempo crónica, swimrun... todo comprimido en muy poco espacio de tiempo, no di para más y no me solté en montaña, necesito más, y en esa primera bajada se me vio el plumero. Como me lo esperaba, no me sorprendió ni decepcionó, les dije adiós con la manita a mi grupo y a tirar millas.

El recorrido de esta etapa es muy ratonero, la gran mayoría por sendero, con arbustos que te desguazan las piernas (estábamos avisados) y con alguna que otra trampa. Pero bonita y variada, casi todo bosque, un bosque bastante peculiar y nada común para mí -alcornocales-, a veces cerca de ríos, otras veces con amplias vistas, muchas piedras, corrible, dura en su justa medida. Lenta para un tipo torpe como yo, pero aún así, rápida para la mayoría y sin descanso, me gustó, no permitía relajarse, era cambiante y te mantenía siempre con un puntito de tensión, sin grandes subidas ni largas bajadas, un terreno más de monte que de montaña pero agradable y diferente para competir, en este mundo que en ocasiones parece que se quiere reducir a desniveles de decenas de miles de metros, montañas alpinas peladas, subidas de horas y demás, es también bonito otro tipo de terreno, el trail es mucho más que los Alpes, los Pirineos, el skyrunning, el UTMB y la madre que los parió, a mí me parece también algo monótono e insulso meterte kilómetros verticales uno tras otro en terreno de pinar y zona alta desértica, y para abajo, otra vez bosque, y para arriba, bosque-desierto, no lo rechazo, pero hay más mundo y el trail lo debe abarcar todo. Así que contento con este inmenso bosque de alcornocales.

Hacia el kilómetro doce iba alcanzando a Ester Casajuana -campeona nacional de las skyrunners de este año- y justo al llegar al avituallamiento me empezó a doler el pie, es insoportable lo de un nervio, creo que tengo experiencia en unos cuantos tejidos rotos, dañados o inflamados y afirmo con la mano en el vademécum que los dolores nerviosos son lo peor de lo peor, quizá, sólo quizá comparable a parir quintillizos sin epidural y habría que verlo. Total, que al llegar al avituallamiento me descalcé, arramplé con algo, y cuando consideré que los metatarsos ya habían dejado de presionar el nervio -o lo que coño fuera-, me calcé y seguí en carrera.

El problema vino en el dieciocho. Avituallamiento, cojo dos tercios de plátano y dos onzas de chocolate, la salida es en subida, voy a mi ritmo y el estómago dice que le apetece el programa de centrifugado. No sé qué pasa, nunca me había sentido revuelto en carrera, he comido plátano y chocolate infinidad de veces antes o durante pero tengo un revoltijo serio, me quedo sin energía y con un malestar importante. Y ahora qué. Durante un buen rato medito entre meterme los dedos y echar hasta el roscón de Reyes del 97 o dejar de comer y beber hasta que se pase, opto por lo segundo, hacer el vaciado lento, alguna vez lo he probado y como la primera de las soluciones tampoco me garantizaba nada y te puede dejar un ligero mal sabor de boca, creo que hive bien a toro pasaso. Al menos hasta el 30 peno a un ritmo lastimoso, cuando se suaviza el terreno y amago con correr se me pone el estómago en la boca, con lo que a seguir andando, me pasa alguno y ni intento seguirle, para qué. Sólo me anima una espectacular vista del mar, con Marruecos a los lejos, precioso, me paro hasta hacer fotos, total, ya la carrera está cagada. Con un desnivel más duro, con algo mejor de forma, pero terreno con similitudes, en Chartreuse tardé casi 40' menos y era la tercera, no la segunda etapa. Así que échale lo que perdí.


Pero me recuperé, funcionó el vaciado y en el 30, horas y horas después, recuperé el estómago, y volví a beber y a comer con timidez. Primero pista, luego un sendero, volvía a andar en subida con ciertas ganas aunque ya pesaban las horas. Fue agradable esta parte porque nos juntábamos la versión 27k y la 50k, con lo que volvía ver gente y a adelantar, incluso en bajada. Con un cuarteto, en un sitio muy estrecho, me dejé 5' fácil, no puedo entender que tengas que estar pidiendo paso, saben que vienes mucho más rápido, que posiblemente no seas de la misma carrera, que has pasado a uno, a dos, a tres de ese cuarteto y tienes que pedir paso por cuarta vez, no lo entiendo mucho, fue un caso aislado, porque en general todos me dejaban pasar y en otros momentos yo dejo pasar sin perder tiempo ni hacerlo perder.


Tiempo después entramos en una pista y por el perfil olía a que eso nos llevaba a meta. Cuando vi la torre de la cárcel (el campamento original, salida y meta de esta etapa, estaba al lado de una cárcel) supe que sí, que tres, cinco o siete kilómetros pero ya olía a meta. Volví a correr a buenos ritmos, adelanté a alguien más y con cierta pesadumbre llegué. Doce kilómetros lentísimo y penando por algo que nunca me había pasado no son un plato que se digiera tan rápido, pero cuando estaba lamiéndome las heridas era consciente a la vez de que había salvado la situación sin bajar los brazos y actuando bien, a veces no queda otra que pasar el mal trago, si no es algo serio, casi todo es cuestión de tiempo, pero lo que pase por tu cabeza ese tiempo depende sólo de ti, creo que no lo afronté mal, fue básicamente resignación y seguir avanzando, que suena fácil ya al teclado, pero en el momento iba francamente molesto y desconcertado por el problema, ya digo que me como muchas veces un plátano antes de salir a entrenar, el chocolate no le puede sentar mal a nadie ¡por dios! y la intensidad, la meteo, y todo era de lo más normal. En fin, a veces nunca sabrás por qué pasan ciertas cosas, el cuerpo no deja de ser un gran enigma -especialmente cuando lo sometes a presión- y será otra de esas incógnitas con las que me iré a la tumba (deportiva).

Hecho el trabajo, queda ducharse, comer, tumbarse al solete a hacer la fotosíntesis y palique, porque otra cosa no, pero en las etapas se habla por los codos, ya digo que me gusta la parte social de estas carreras, te juntas con gente con la que seguro tienes algo en común -la pasión por este deporte y los arañazos en las piernas- y es fácil entablar conversación, la gente en general es muy cercana y se agradecen conversaciones más o menos banales, olvidarse de trabajos y quehaceres diarios y disfrutar relajadamente del momento. Más o menos todos hemos venido a esto. Ya conocíamos nuestra casita de estos días, la comida, dónde plantar un pino, charlabas, la vida era sencilla y amena, estábamos en casa, casa temporal pero en casa. Home sweet home.


Mañana tenemos día de traslado, nos hemos quitado la larga de encima, hay descanso de correr (bueno, de competir, alguno salimos a rodar por la mañanita) pero creo que todos teníamos la mosca detrás de la oreja con la etapa marroquí que la ponían como dura y técnica.
s

+: Eurafrica Trail
Fotos acción: Jose Miguel Muñoz/Mountain Running Photo

Eurafrica Trail (1): Gibraltar Vertical Race

miércoles, 14 de noviembre de 2018

Desde la edición 0 de la Eurafrica me llamó la atención y la puse como objetivo, para algún día, porque me pareció una carrera con personalidad, lo cual no abunda. También me gustaba la parte del campamento, la del viaje y la cultural. Tenemos miles de carreras en España con lo que hay para todos los gustos, me gustan las etapas por la parte social, este par de últimos años han explotado aquí y las que las conocemos del pasado no nos extraña pues tiene un gran atractivo para un perfil de corredores. Eurafrica tiene además la particularidad de nuestra caprichosa geografía (y política) pues se disputa en dos continentes y tres países.

He ido a elegir la edición más puñetera, que posiblemente sea recordada durante un tiempo, pues días antes estaban por Andalucía con inundaciones, el día previo y el de la primera etapa llovió como si no hubiera mañana. Mal rollo. No me vengo al sur para que me caiga más que en casa, coño, la próxima vez hay que sobornar más y mejor a los hombres del tiempo. Tras un largo viaje -les pilla lejos hasta los andaluces, pero es el pequeño precio a pagar- ya el campamento empezaba a pintar mal, era en un aeródromo, empezaba a acumular barro y la organización empezaba a moverse. Porque pintaba mal para esa noche y el día siguiente. Si en algo tengo experiencia en este deporte es en carreras pequeñas, con organizaciones a veces minimalistas, en países de otra cultura y forma de trabajar de aquella manera, es decir, carreras-experiencias un tanto alejadas de lo convencional. He visto un poco de todo y cuando la cosa se empezaba a poner delicada se vio la estatura de la organización: ante el previsible campamento inutilizable la organización se sacó de la manga un campamento exprés alternativo, un polideportivo. Hay que tener mucha agilidad y cintura para en un rato realojar a todo el mundo, comunicarlo, mandar material de la organización, cocinas y personal a otro sitio, y además compatibilizarlo con el uso normal del polideportivo, porque las horas que no estábamos los niños siguieron entrenando o compitiendo en él. Olé.

La segunda nota buena fue la de los corredores, cuando se comunicaron los cambios, cuando se tuvo que dormir todos juntos en un sitio más ruidoso, cuando la gente se tuvo que adaptar a la nueva situación, cuando se tuvieron que habilitar nuevos transportes para el polideportivo, cuando todo esto pasó, la gente siguió a su rollo, lo aceptó y siguió haciendo su vida de campamento y de carreras, con buen ambiente y sin quejas ni malos modos. La verdad, me sorprendió, viniendo del país de los protestones profesionales. Creo que todos queríamos tener la carrera lo más sana posible, la experiencia deportiva lo más enriquecedora que se pudiera, y también veíamos los esfuerzos de la organización para salvar la situación. Me alegro, denota un punto de madurez, o quizá soy yo demasiado escéptico y crítico con nosotros mismos. Otro ejemplo: la primera noche había un jaleo monumental en el polideportivo, me puse cascos para escuchar música mientras hacía que dormía, a las 23h15 me di cuenta de que las luces estaban apagadas y que todo estaba en perfecto silencio, el toque de queda era a las 23h00 y se respetaba escrupulosamente. Esto en un grupo de 200 personas es extraordinariamente difícil, con que haya uno o dos dando por culo ya destruyen no sólo el silencio sino la experiencia, los nervios de alguno y el ambiente, pero no fue así.

Pero hemos venido a correr, y de aperitivo, una corta y explosiva etapa en Gibraltar. Gibraltar es una de esa peculiaridades geopolíticas de España, un pedrusco prácticamente inoperativo, una miniciudad donde cada centímetro cuadrado es oro y un aeropuerto que cruza la carretera de entrada. El día estaba tontorrón, llegamos allí, bajamos del autobús, cruzamos la frontera a pie y nos subimos a otros microbuses al punto de salida. Viento, lluvia fina, día de perros. Bendita cafetería que nos dejó guarecernos a todos como piojos en costura, algo de gasto se hizo para compensar pero salimos ganando nosotros.

Medio kilómetro vertical en cuatro kilómetros. Un calentamiento breve pero como sé que se sale por asfalto entiendo que voy a poder calentar, para que no me pase el fallo épico de la Chartreuse Trail Festival, carrera con la que guarda bastantes semejanzas, la verdad, y que hice en mayo (las elecciones no son casuales). En aquella ocasión las piernas me reventaron en 100 m y tardaron media hora en reaccionar, sensación ya conocida por un servidor y que me pasa siempre que hago cuestas fuertes, aunque venga de correr media hora o más, tras la primera estoy para hacer salchichón del malo. Salí en pareja, con separación de 30" y no estaba en mi sitio. No lo estaba porque adelanté a mucha gente, lo que está bien a priori porque te puedes crecer, pero tampoco tenía referencias. Lloviznando un poco, salí con chaqueta impermeable a pesar de que el esfuerzo iba a ser corto e intenso pero prefería quedármela para el calentamiento y ya en la subida me la pondría en la cintura. La chaqueta era la RaidLight Hyperlight MP+, algún día hablaré de ella, es sencillamente espectacular, algo sudé, claro, pero es que es el peor de los escenarios para una chaqueta, ambiente muy húmedo, esfuerzo muy intenso y calor generado como para calentar una ciudad de tamaño medio. Primer mil, 3'55"/km, ya en subida, eso puede ser un 3'30" en llano, así que bien, se fue empinando hasta salir del asfalto, y, sorpresa, te metes en una torre con escalera de caracol, coño, qué curioso. En algún momento no veía un pimiento los escalones, y a la salida, a pijo sacado de nuevo. El resto de la subida era una sucesión de escalones y tramos de descanso, lo que me venía bien, porque en los escalones se me cargaban bastante las patas y aunque iba con tacto para no pasarme, iba con pulsómetro para controlar un poco y no vi más de 158, aunque descargardos los datos veo algún 161, media 153 ppm, baja para la inmensa mayoría, seguro, pero suficiente para mí. No sabía el tiempo que se podría hacer, ¿media hora?, alguien me dijo que el tiempo del ganador estaría en torno a 25', no, fue poco más de 21, y yo hice 25'30", razonablemente contento, aunque nunca sabes lo que te queda dentro si de verdad no mueres.


El día fue feo, pero alguna vista buena se pudo ver, Gibraltar es un tajo espectacular y los barcos y el mar en un día plomizo eran un buen marco en el que apretarse las tuercas. Cuando vi el resultado -¿13º?- pensé cuánto podría haber rebajado conociendo el recorrido y con una liebre, porque estaba un poco perdido sin referencias y adelantando a gente, creo que unos dos minutos son posibles, pero bueno, quedé satisfecho con el rendimiento, sé que iba con entrenamiento muy justito, uno de los objetivos era probarme el pie (me operé por segunda vez este año el 20 de julio) y fui ambicioso lo necesario.

Al acabar un rápido refrigerio en unos pasadizos de pasado bélico junto a unos cañonazos, y de ahí, a unos 300 m abajo, a una espectacular cueva donde nos podríamos cambiar y se celebraría la entrega de premios. Madre mía, vaya sitio para hacer una ceremonia de este tipo, copón.


De ahí a unos microbuses hasta la frontera con una importante coña de la gente de la zona (para reírte no hay nada como los andaluces, pero nada de nada), frontera andando y autobús al campamento-polideportivo.

Primer asalto. Hollín desatascado.
s

+: Eurafrica Trail
Fotos acción: Jose Miguel Muñoz/Mountain Running Photo

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