La segunda etapa ya sabíamos que estaba recortada, de 50 a 40 km, suficientes. Las lluvias al parecer habían hecho estragos y, sin embargo, el día amaneció soleado y así se mantuvo hasta el final del viaje, con una temperatura ideal. Lo peor, en el tema meteorológico, había pasado. Y se agradecía, porque meterte 50 (o 40) kilómetros bajo la lluvia me seducen lo justo.
Antes de la salida tuve un encuentro nostálgico un colega de fatigas y foros de antaño, me alegró, este deporte a lo largo de los años me ha puesto en contacto con gente de muy diferentes procedencias, que aunque aparentemente sólo te una lo de poner un pie delante del otro en entornos abiertos al final no es difícil que con algunos de ellos haya surgido algún acercamiento más personal y siempre es agradable encontrarte años después con esta gente, que creías a veces perdida, pero con quien sigues teniendo algo de cercanía mucho tiempo después. Me gusta y fue un agradable momento presalida.
En mayo, en Chartreuse, me sentí bastante desubicado por ritmos y forma espídica de correr. Esta vez, sin llegar a tener esa sensación, volví a sentir en mis carnes los espectaculares ritmos de salida de estas carreras "sprint", manda huevos. Durante unos kilómetros tuve la fortuna de disfrutar del sano pique entre las cuatro primeras mujeres, cómo se iban atizando, siempre a la vista y muy centradas en no perder comba la una de la otra, un auténtico disfrute. Hacia el kilómetro seis un despiste del primero del grupo -y todos detrás como ceporros, claro- nos desviamos un poco y las féminas cambiaron las posiciones, y vuelta al pique. Un kilómetro más adelante entramos en una pista de bajada y en ese kilómetro marqué un 3'55"/km, un misil llamado Beth Pascall, a la postre ganadora de la general (y de las tres etapas), nos lijó pero bien. Haciendo un cálculo rápido, nos pasó de cuarta a primera y algo de ventaja nos cogió, con lo que se cascó un mil en 3'30"/km tranquilamente. Para un tipa que ha hecho cuarta en el UTMB hace dos meses, de larga distancia que se la presupone más trotona, da idea de cómo va la tía y cuán rápidas son las carreras de montaña ahora.
Desde el swimrun básicamente me había puesto malo tres veces, había hecho una maratón y a ritmo torpe pero sin cansarme mucho y había estado dando tripazos aquí y allá sin mucha gana. Llevaba exactamente dos días de montaña desde mayo, me noté bastante torpe bajando, no se le pueden pedir peras al olmo. Operación, recuperación, trabajo, enanas, falta de tiempo crónica, swimrun... todo comprimido en muy poco espacio de tiempo, no di para más y no me solté en montaña, necesito más, y en esa primera bajada se me vio el plumero. Como me lo esperaba, no me sorprendió ni decepcionó, les dije adiós con la manita a mi grupo y a tirar millas.
El recorrido de esta etapa es muy ratonero, la gran mayoría por sendero, con arbustos que te desguazan las piernas (estábamos avisados) y con alguna que otra trampa. Pero bonita y variada, casi todo bosque, un bosque bastante peculiar y nada común para mí -alcornocales-, a veces cerca de ríos, otras veces con amplias vistas, muchas piedras, corrible, dura en su justa medida. Lenta para un tipo torpe como yo, pero aún así, rápida para la mayoría y sin descanso, me gustó, no permitía relajarse, era cambiante y te mantenía siempre con un puntito de tensión, sin grandes subidas ni largas bajadas, un terreno más de monte que de montaña pero agradable y diferente para competir, en este mundo que en ocasiones parece que se quiere reducir a desniveles de decenas de miles de metros, montañas alpinas peladas, subidas de horas y demás, es también bonito otro tipo de terreno, el trail es mucho más que los Alpes, los Pirineos, el skyrunning, el UTMB y la madre que los parió, a mí me parece también algo monótono e insulso meterte kilómetros verticales uno tras otro en terreno de pinar y zona alta desértica, y para abajo, otra vez bosque, y para arriba, bosque-desierto, no lo rechazo, pero hay más mundo y el trail lo debe abarcar todo. Así que contento con este inmenso bosque de alcornocales.
Hacia el kilómetro doce iba alcanzando a Ester Casajuana -campeona nacional de las skyrunners de este año- y justo al llegar al avituallamiento me empezó a doler el pie, es insoportable lo de un nervio, creo que tengo experiencia en unos cuantos tejidos rotos, dañados o inflamados y afirmo con la mano en el vademécum que los dolores nerviosos son lo peor de lo peor, quizá, sólo quizá comparable a parir quintillizos sin epidural y habría que verlo. Total, que al llegar al avituallamiento me descalcé, arramplé con algo, y cuando consideré que los metatarsos ya habían dejado de presionar el nervio -o lo que coño fuera-, me calcé y seguí en carrera.
El problema vino en el dieciocho. Avituallamiento, cojo dos tercios de plátano y dos onzas de chocolate, la salida es en subida, voy a mi ritmo y el estómago dice que le apetece el programa de centrifugado. No sé qué pasa, nunca me había sentido revuelto en carrera, he comido plátano y chocolate infinidad de veces antes o durante pero tengo un revoltijo serio, me quedo sin energía y con un malestar importante. Y ahora qué. Durante un buen rato medito entre meterme los dedos y echar hasta el roscón de Reyes del 97 o dejar de comer y beber hasta que se pase, opto por lo segundo, hacer el vaciado lento, alguna vez lo he probado y como la primera de las soluciones tampoco me garantizaba nada y te puede dejar un ligero mal sabor de boca, creo que hive bien a toro pasaso. Al menos hasta el 30 peno a un ritmo lastimoso, cuando se suaviza el terreno y amago con correr se me pone el estómago en la boca, con lo que a seguir andando, me pasa alguno y ni intento seguirle, para qué. Sólo me anima una espectacular vista del mar, con Marruecos a los lejos, precioso, me paro hasta hacer fotos, total, ya la carrera está cagada. Con un desnivel más duro, con algo mejor de forma, pero terreno con similitudes, en Chartreuse tardé casi 40' menos y era la tercera, no la segunda etapa. Así que échale lo que perdí.
Pero me recuperé, funcionó el vaciado y en el 30, horas y horas después, recuperé el estómago, y volví a beber y a comer con timidez. Primero pista, luego un sendero, volvía a andar en subida con ciertas ganas aunque ya pesaban las horas. Fue agradable esta parte porque nos juntábamos la versión 27k y la 50k, con lo que volvía ver gente y a adelantar, incluso en bajada. Con un cuarteto, en un sitio muy estrecho, me dejé 5' fácil, no puedo entender que tengas que estar pidiendo paso, saben que vienes mucho más rápido, que posiblemente no seas de la misma carrera, que has pasado a uno, a dos, a tres de ese cuarteto y tienes que pedir paso por cuarta vez, no lo entiendo mucho, fue un caso aislado, porque en general todos me dejaban pasar y en otros momentos yo dejo pasar sin perder tiempo ni hacerlo perder.
Tiempo después entramos en una pista y por el perfil olía a que eso nos llevaba a meta. Cuando vi la torre de la cárcel (el campamento original, salida y meta de esta etapa, estaba al lado de una cárcel) supe que sí, que tres, cinco o siete kilómetros pero ya olía a meta. Volví a correr a buenos ritmos, adelanté a alguien más y con cierta pesadumbre llegué. Doce kilómetros lentísimo y penando por algo que nunca me había pasado no son un plato que se digiera tan rápido, pero cuando estaba lamiéndome las heridas era consciente a la vez de que había salvado la situación sin bajar los brazos y actuando bien, a veces no queda otra que pasar el mal trago, si no es algo serio, casi todo es cuestión de tiempo, pero lo que pase por tu cabeza ese tiempo depende sólo de ti, creo que no lo afronté mal, fue básicamente resignación y seguir avanzando, que suena fácil ya al teclado, pero en el momento iba francamente molesto y desconcertado por el problema, ya digo que me como muchas veces un plátano antes de salir a entrenar, el chocolate no le puede sentar mal a nadie ¡por dios! y la intensidad, la meteo, y todo era de lo más normal. En fin, a veces nunca sabrás por qué pasan ciertas cosas, el cuerpo no deja de ser un gran enigma -especialmente cuando lo sometes a presión- y será otra de esas incógnitas con las que me iré a la tumba (deportiva).
Hecho el trabajo, queda ducharse, comer, tumbarse al solete a hacer la fotosíntesis y palique, porque otra cosa no, pero en las etapas se habla por los codos, ya digo que me gusta la parte social de estas carreras, te juntas con gente con la que seguro tienes algo en común -la pasión por este deporte y los arañazos en las piernas- y es fácil entablar conversación, la gente en general es muy cercana y se agradecen conversaciones más o menos banales, olvidarse de trabajos y quehaceres diarios y disfrutar relajadamente del momento. Más o menos todos hemos venido a esto. Ya conocíamos nuestra casita de estos días, la comida, dónde plantar un pino, charlabas, la vida era sencilla y amena, estábamos en casa, casa temporal pero en casa. Home sweet home.
Mañana tenemos día de traslado, nos hemos quitado la larga de encima, hay descanso de correr (bueno, de competir, alguno salimos a rodar por la mañanita) pero creo que todos teníamos la mosca detrás de la oreja con la etapa marroquí que la ponían como dura y técnica.
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+: Eurafrica Trail
Fotos acción: Jose Miguel Muñoz/Mountain Running Photo
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