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He tenido la inmensa "fortuna" de poder ver dos grandes espectáculos del motor de una tacada, las 24 Heures du Mans y la Formula 1 en Magny-Cours; es que las habían puesto a huevo, con sólo una semana de diferencia entre ambas, y no se podía dejar pasar la oportunidad. Voy a describirlas y compararlas un poco.
El otro día, haciendo un recopilatorio de los eventos del motor que nunca nos podríamos perder los grandes amantes de estos deportes, me salieron unos cuantos: 24h de LeMans, GP Formula 1 (Mónaco a ser posible), WRC (rallyes, posiblemente el tramo del Col de Turini, en el rallye de Montecarlo), 500 millas de Indianápolis, Dakar y TT Isla de Man (motos); opcionalmente, Goodwood, SX USA, RedBull X-Fighters, Trial, Motocross des Nations, 24h Nurburgring, Seis Días de Enduro, Bol d'Or, etc. Si te mueres sin ver alguno de estos, o más de uno, deberías ir al Infierno para tener el suficiente tiempo como para arrepentirte de tu estulticia. La verdad es que a un servidor le faltan unos cuantos, pero trataremos de ir completando la lista.
24 Heures du Mans
Mans está a unos 250km -a ojo- al suroeste de París, en medio de la campiña francesa, un pueblo de tamaño medio, bastante bonito y apacible, y que una vez al año (en realidad alguna más porque se hacen carreras de 24h de motos, karts, coches clásicos... y hasta camiones) se revoluciona para convertirse en la capital mundial del motor. Tan es así, que ni tito Bernie se atreve a poner un GP de Formula 1 en el mismo fin de semana, porque seguro que salía trasquilado, especialmente en centroeuropa y Gran Bretaña. Las otras carreras que se hacen (MotoGP, DTM, las otras 24h que te comento -excepto las 24h clásicas-, etc.) se reducen al circuito permanente (Bugatti), pero las 24 horas "de toda la vida" implican a otros pequeños pueblos de la zona, dado que el 75% del circuito es en carretera, abierta el resto del año, y que se cierra para que unos energúmenos vayan a casi 350km/h. Ya sólo por esto es una carrera singular, un circuito de más de 13km, por carreteras de dos carriles, entre bosques, y con sólo una parte de circuito permanente. Además es una de las carreras con más historia, ésta ha sido la edición 76, y han ocurrido muchas cosas que la han ido engrandeciendo: accidentes mortales (en 1955, ¡80 muertes!), brutales piques entre constructores, altísimas velocidades (405km/h de récord) y los mejores pilotos de la historia (Tazio Nuvolari, Hermann Lang, Phil Hill, Jochen Rindt, Bruce McLaren, Jacky Ickx, Henri Pescarolo, Didier Pironi o Tom Kristensen... y pronto Carlos Sainz).
Pero Le Mans es más. Es el automovilismo es su máxima esencia, sin los magnates económicos tipo Ecclestone, puras carreras de coches, competitividad en un gran ambiente. Imagino que la antigua F1 era en parte como las actuales 24h, menos exclusivista, más amigable, pero manteniendo el gran espectáculo que atrae a miles de personas.
La organización -Club l'Ouest- ha protegido su carrera estrella de todo tipo de agresiones e interferencias, pasando algunos años malos pero siempre haciéndola resurgir y renacer; está claro que tienen la fortísima base de su historia, pero no es menos cierto que han hecho bien los deberes, tanto que han creado dos campeonatos paralelos -LeMans series, americanas y europeas- ante las que se ha plegado hasta la FIA. Anuncian cambios normativos con antelación, animan a grandes constructores sin olvidar los pequeños 'talleres' (Oreca, Pescarolo, Epsilon-Euskadi), y hace difícil pero más que razonables equilibrios entre el espectáculo para la tele y el espectador de a pie. El respeto hacia los espectadores se traduce en un trato humano, en multitud de cosas que hacer allí, en libertad para moverse, en precios lógicos; e reciben 250.000 espectadores, afluencia masiva de ingleses -no muy dados a venir al 'continente'-, interés de grandes fabricantes, y una aureola que les sigue persiguiendo, con razón.
He estado en muchas carreras en mi vida, algunas de alto nivel deportivo, otras organizativo, y las menos, con ambos. Ninguna competición me ha gustado tanto como las 24 horas de Le Mans, a la cual, algún día, espero volver. Desde que llegas todo son atenciones y buen ambiente, desde donde recoges las entradas, donde aparcas, o con el resto del público. LeMans puede estar de moda en unos países más que en otros dependiendo de quién tenga opciones de ganar, pero sigue teniendo un público fiel, entendido y alejado de futbolismos tan detestables, ese forofismo que invita a desearle el mal al enemigo más que suerte a los tuyos. ¿A alguien le suena Alonso y la F1 en España en los últimos años? Es lo malo de caer en las masas "ignorantes", que cabe todo. No creo que nunca LeMans haya caído en eso, es demasiado duro e intenso para equipos y pilotos, y no creo que nunca caiga. Como ejemplo, el director deportivo de Audi agradeció desde el mismo podio a Peugeot el tener a unos rivales tan duros con los que medirse. No recuerdo a Dennis o Montezemolo decir lo mismo de sus respectivos rivales.
Llegamos un jueves, el día bueno, dado que ya tienes esa misma jornada una visita a los boxes, lo que para todo aficionado posiblemente sea casi tan bueno como la carrera en sí. Los grandes equipos -Audi, Peugeot- estaban realtivamente llenos de gente, pero en todos antes o después te podías acercar a hacer fotos tranquilamente, cotillear todo lo que te dejaban ver y si le echabas morro hasta podías hablar con mecánicos o algún piloto que pululase por allí. Ese mismo día también hubo unos entrenamientos de la carrera de clásicos -a mediados de julio generalmente-, disfrutando en la pista, no en ningún salón estático, de pepinos tan míticos como el Jaguar Silk Cut o el Mecedes-Sauber C11.
El viernes, para mi sorpresa o más bien olvido, el circuito se abre al tráfico -la parte de carreteras- dado que no hay entrenamientos, con lo que es frecuente ver a algunos dejándose las ruedas en el mismo asfalto sobre el que al día siguiente rodarán las carreras de verdad, y pasillos de gente parando a los coches para que hagan salidas o peguen buenos acelerones. Todo ello convenientemente vigilado a distancia por los gendarmes para que nadie se desmadre, pero dejando hacer, y permitiendo un poco de diversión sana. También ese día, si vas entrenando por allí, te puedes pegar un fantástico rodaje por el mítico circuito de Le Mans, incluyendo Arnage, Mulsanne y Hunaudières, sin duda uno de los entrenamientos más especiales de mi vida.
Ese mismo viernes, por la tarde, se celebra en el pueblo -al que accedes con un tranvía- el 'Driver Parade', el mítico desfile de pilotos por las calles de Mans. Van sobre coches antiguos, son presentados como grandes estrellas y recorren un amplio 'circuito' por las calles, atestadas de ferviente público apasionado de todo lo que huela a gasolina. Puedes ver a dos metros a tipos tan conocidos como Jacques Villeneuve, Tom Kristensen, Alex Wurx, Frank Biela, Emmanuel Pirro, Jos Verstappen, Marc Gené, Stefan Johansson, Frank Montagny, Tomas Enge, Chirstian Kilen o Ricardo Zonta. No creo que haya menos de 30 ex-pilotos de F1, y si tienes una buena cultura automovilística, conoces fácilmente a dos terceras partes de la parrilla, tal es el nivel de esta prueba. Además, sabedores de que la gente está ahí para verlos a ellos, paran los coches, se bajan y firman autógrafos tranquilamente, acercándose al aficionado como lo que son, personas. Especial mención a Jos Verstappen, que por firmarme un disco de carbono de su Arrows A21 2000 casi le atropella su coche, y a los españoles Burgueño/De Castro/Vallés, que se tiraron el rollo realmente al estar tan lejos de casa y en un ambiente tan 'extraño' que supongo que ver a unos españolitos por allí se les haría raro y ameno. Además, donde acababa, junto a la catedral, estaban expuesto algunos coches antiguos y alguno que sé que no volveré a ver en la vida -Tramontana y Ferrari FXX-.
Son 24 horas, y en ese tiempo pueden pasar muchas cosas, tanto en la pista como fuera de ella. Por ejemplo, lo que las dos primeras horas es un rendija entre gente entre la que intuyes la pista, a las 2000h te llevas la silla de cámping, la CocaCola y las olivas y eres el rey de la pelouse, viendo las carreras en primera fila y disfrutando de un gran día de carreras. Da tiempo para visitar su museo -con auténticas joyas que has visto sólo en revistas-; comprar algo de merchandising en las numerosísimas y bien surtidas tiendas; o subirte a su famosa noria, donde tienes otra perspectiva del circuito. Estás para disfrutar de todo, del ambiente, de las carreras, de lo que se hace alrededor de ellas; tienes tiempo y ganas, y lo disfrutas mucho si estás en un lugar en el que has deseado estar desde hace décadas. Con entrada barata -pelouse- puedes ir por el paddock por la noche del jueves, visitar boxes ese mismo día, estar en zonas de pantallas gigantes para enterarte de algo, ver cambios de piloto en frente de boxes (recomendables los prismáticos), zona de acampada y/o aparcamiento para diez días, etc. Nadie da más por ese precio. Y si encima eres inquieto, un domingo por la mañana puedes acercarte a una de las rectas principales por caminos y senderos, y encontrarte a dos metros de la bionda pasando coches a 350km/h sin que nadie te eche. Incluso te dejan 'invadir' la pista en la entrega de premios, algo completamente proscrito en otras especialidades.
El ambiente es también excelente, y aunque tanta gente da para mucho, se respiraba una atmósfera de buen rollo y ganas de pasárselo bien, unos pillándose un pedo monumental y otros sobando en una silla haciendo que veían carreras a las 0600h. Espectacular el festival de coches, por cierto, (yo apodé a Aston Martin el Coche del Pueblo dado que vi cientos o incluso millones) y muchísimos decorados con pegatinas para la ocasión. Sólo algunos ingleses con coeficiente intelectual de una cifra se dedicaban a echar agua con unas pistolitas... y no eran precisamente niños.
Resumiendo, experiencia fantástica.
Resumiendo bis, si no has ido a Mans, no sabes lo que son las carreras de coches.
He dicho.
Un par de regalos finales.
Un vídeo del Epsilon-Euskadi poniendo los discos al rojo; pero muy al rojo; pobre calidad -cámara de fotos- pero mola.
Y el resumen (en inglés) de la edición de clásicos, con multitud de obras de arte con ruedas: 1, 2, 3, 4, 5 y 6
La Formula 1 es la máxima expresión del deporte del automovilismo, por tecnología, inversiones y tradición; sólo el fútbol y los Juegos Olímpicos pueden superar a la F1 en países desarrollados. En parte se lo debemos a Bernard Charles Ecclestone, ese enano cabronazo que domina este deporte desde hace décadas... y que no parece que tenga intención de dejarlo.
Sus bases para atraer a las grandes marcas, las grandes inversiones, todos los medios de comunicación y millones de espectadores han sido las de crear un producto sólido, mediático, atractivo y con un áurea de superioridad (técnica, mercantilística, deportiva) como no tiene ningún otro deporte ni de lejos. Otros despertarán pasiones, pero toda gran empresa sueña con tener un soporte publicitario como la F1, donde la palabras glamour y derroche se quedan cortas. También, hay que reconocerlo, ese ambiente ha creado estrellas estratosféricas, agrandándolas hasta límite impensables, y como decía David Coulthard en su carta de despedida, se sentían profesionales de verdad.
Para llevar a cabo sus objetivos sólo ha sabido/podido hacerlo de una manera despótica y dictatorial, que a veces puede ser la mejor manera cuando hay intereses tan enfrentados y tanta víbora suelta. Y, lógicamente, algo se ha quedado por el camino. Se ha quedado la humanidad, el público, la cercanía y el deporte. Se han blindado en contratos de decenas de páginas, intereses y vallas; en pases, en horarios férreos y en sobreproteccionismo; y da lugar a un espectáculo un tanto artificial y adulterado, tipo ciclismo, del que o sabes bien lo que hay dentro o mejor no te enteres de nada porque te va a decepcionar. Demasiado dinero y demasiados intereses nunca son buenos.
Dicho lo malo, la F1 es la máxima expresión en casi todo, como he dicho, en derroche, pero también en tecnología y en pilotaje. Ambas cosas son las que nos atraen a algunos. Aunque algunos cantamañanas sobran en la F1 -se dice que éste es el primer año en el que no hay pilotos de pago-, es cierto que los que están son realmente buenos y da gusto ver lo que hacen con un volante entre las manos: serán unos niñatos egocéntricos y malcriados, pero pilotan de cojones. Y eso me gusta. Respecto a la tecnología, no hay industria en el mundo que se tenga que medir cada dos semanas con su competencia, no hay rivalidad más acentuada entre ingenieros, y creo que sólo épocas de guerra hacen trabajar tanto a la gente, en tiempo, dinero y esfuerzo. Es inimaginable todo lo que los grandes equipos invierten en dos míseros coches, pero da gusto ver cómo trabajan afinando cada pequeño apéndice aerodinámico o cada pieza mecánica. Esa es la F1 que quizá más me gusta.
También llegamos a Magny-Cours un jueves, con la suerte de nuevo, de ver los boxes. Hice fotos hasta hartarme y suerte que no tengo un teleobjetivo, que si no todavía estoy allí haciéndole fotos a toda pieza de fibra de carbono que pasase por delante. Boxes impolutos, gente muy profesional, ver cambios de rueda, ver los coches a un palmo cuando los llevaban a las verificaciones de la FIA... increíble para todo aficionado al motor. No sé cuánto estuvimos, quizá tres horas, pero tras eso -y una vuelta al circuito en autobus-, fuera y a ser mortales de nuevo. Tiendas carísimas y profesionales, todo muy limpio y profesional, mucha seguridad profesional, mucha valla profesional... todo muy bien montado, pero sin alma. Ésto es lo que se ha dejado la F1 por el camino.
Bernie se ha hartado a criticar a los organizadores de Magny-Cours -a lo cual la gente abucheaba cuando aparecía este personajillo por una pantalla-, pero el programa deportivo era excelente: aparte de la F1, Mitjet Series, Formula Academy, Porsche Cup y GP2. Horas y horas de ver coches, casi hasta yo me hartaba (pero no, ¿eh?). Además estábamos en una horquilla bestial, un sitio para adelantar... o para echar tu carrera y la de otro a perder.
El ambiente era un poco gamberro, me recuerda al de las motos, pero, eso sí, espectacular. En mi vida me hubiera imaginado que la gente se puede ir con toda una discoteca (luces, bola de cristal, equipos, altavoces como yo de altos, mesas de mezcla) a un circuito; un motor en carrito del Carrefour alimentándolo vete tú a saber con qué para que echase un humazo tremendo; muchísima gente de juerga, vamos que un panorama curioso. Al igual que en LeMans los inglesitos con sus pistolas de agua me tocaron un poco los huevos, aquí los sobrados -holandeses, alemanes- taladraban el hormigón de las gradas y encadenaban las sillas de camping para tener sitio preferente: apunto estuve de irme de 'comando' por la noche con el SuperGlue para que no abriesen el candado en su puñetera vida.
Tras LeMans ya no eres fácilmente impresionable, y quizá la 'corta' carrera de la Formula 1 nos supo a poco; el no ver más que en el exiguo -comparado con Mans- 'Driver Parade' también quizá supo a poco; el conseguir que Jos Verstappen me firmase el disco de carbono y que su ex-compañero, Pedro Martínez de la Rosa, ni de lejos lo viésemos también te deja algo frío -y sin embargo sí vimos a Hamilton paseando por el circuito-. El organizador francés desde luego que se lo curró mucho, y el precio es francamente atractivo (si pago 195€ -¡lo más barato en Valencia!- por ver ganar a Massa asalto el circuito y abofeteo a Bernie). Sí, un buen espectáculo, pero quizá un poco sobreprotegido y encapsulado, y sólo gracias al buen hacer del organizador (pantallas, programa deportivo interesnate, visitas a boxes) considero que sí ha merecido la pena; y si veo el forofismo de la F1 en nuestro país (¡la gente yéndose cuando rompió Alonso este año!) no vuelvo a pisar un circuito.
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P.D.: entre una carrera y otra estuvimos por el Loira (Loire), ¡vaya espectáculo! Muy muy recomendable.
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