Tercera y última etapa, duermo mal, me vuelvo a levantar con mocos para llenar un container y levantarse del suelo supone darse cuenta de que tienes dos palos por piernas, de esas veces en que tensas el músculo y está con el mismo tono. Molestias en muchos lugares y cierta preocupación, porque por delante no teníamos un paseo, sino 50 kilometrazos y casi +2500 m. Y hay previsión de lluvia también.
Movimientos cansinos, contorsiones para vestirse, quejidos varios, preparación de mochila, desayuno y a la salida. De nuevo, casi llegamos tarde, nos colocamos muy detrás, lo que sería un pequeño hándicap inicial porque hoy se puede hacer esta etapa sola, con lo que se nos unirían ¿400? personas más, y se nota. Al poco de salir el camino se estrecha, algunos embudos sin más problema y primer cabreo del día por gente recortando en curvas, se lo decimos a varios y un espabilado suelta "recortar es lo que se lleva". No sé si se puede ser más tonto. Cuando algún ecologista haga fotos del antes y después de algunos puntos concretos nos sacarán los colores, con razón. Aparte de antideportividad y falta de respeto, claro. Pero bueno, lo normal, manteniéndose la proporción de espabilados, el número total irá creciendo a la par que este deporte. Una pena. Subida corta, bajada de sendero muy endurera hasta un río, subida de sendero de nuevo, 800 m de desnivel positivo. Me sorprende que desde que me levanté hasta la salida las piernas me han mejorado mucho, no las tengo bien, claro, pero al menos no con la sensación inicial que fue horrenda. En la bajada al primer avituallamiento no me siento demasiado fino, tampoco lo hice en la primera, voy cansado, se notan los kilómetros, y la gente que nos rodea viene fresca.
La siguiente sería la última a cota 1800, la que viene siendo la altitud normal de los picos por aquí. Fue un tramo cambiante y realmente bonito, primero un sendero "pirenaico", pedregoso, hasta cruzar un canal-río, precioso, en nuestro caso con Mónica y Marc de liebres, que nos había pasado en el anterior veloz avituallamiento. Alcanzados y superada esa primera larga cuesta, llegamos a la "Luna", zona desolada, donde entraba viento, con vegetación muy baja, zona tipo alta montaña. La sensación era un tanto fantasmagórica, parecía que estábamos a centenares de kilómetros de la civilización, irreal. Dado que corríamos más que la pareja Mónica-Marc, nos fuimos por delante, sin camino, buscando cintas y atisbando adónde teníamos que subir: evidentemente, allá arriba, mucho más lejos que las chanclas de Cristo. Tras coronar otra buena rampa entraba un considerable viento frío, no me iba gustando, se me hincharon las manos al igual que ayer y paramos a ponernos la chaqueta... para un minuto después estar bajando y a cubierto del vendeval. Primera zona cachonda, y luego más fácil, desembocando en una pista-'double track' fácil de correr, si había fuerzas. Y las había. Y le dimos zapatilla. Estábamos en el 30 de la última etapa, a una media de meta.
Al rato empezamos a descender, por un precioso sendero en bosque, cada vez más pendiente, y mis piernas pidiendo cada vez más clemencia. Empecé a ver limitaciones, David soltó las patas algunas veces y me dejaba tirado con facilidad, y yo cada vez peor, se me empezó a atragantar y lo peor, cerca del agotamiento muscular, ¡deseaba subir! Pero ya veo el final, ah no, parece que seguimos bajando, ahí sí, uf menos mal, creí que no llegaba, coño, pues no, a seguir bajando, ¿se puede bajar más? ¿esto es magma?, próxima parada Núcleo Central, y dale que bajamos, no si el sendero es precioso pero empieza a cansar, hala otra más, y así hasta el infinito. Llegué justito, oye, y de repente, de un sendero "asturiano" salimos a un aparcamiento lleno de domingueros. La leche, qué es esto. Pues el nacimiento del río Mundo, como decía un cartel medio informativo medio jocoso "Aquí nace el mundo", con dos cojones. Había público, volvíamos a la civilización, cascadas, senderito chulo, gente animando, y al minuto ya estábamos solos. Un ratito de carretera, correteando todo lo posible, rampilla y segundo avituallamiento empezando a llover. En el avituallamiento nos vuelven a cazar Mónica y cía., vuelven a salir delante de nosotros, nos ponemos la chaqueta, para volver a quitárnosla poco después, momento en el que se me cae una botella y me vuelvo a buscarla, un par de minutos donde ya les perdemos de vista. Por delante, la última gran trepada, una señora subida, de manos, terreno de los de resbalar para atrás y dura, no como la Rompegenitales del segundo día, pero lejos no le andaba. Sudamos lo nuestro y desembocamos en una pista, huele a meta que tira para atrás, pero a lo lejos divisamos los culos de nuestra pareja zanahoria favorita. David no quería correr, pero como yo lo hice no le quedó otro remedio. Íbamos ya de coña, animados y con moral, menos de diez a meta, qué más se puede pedir.
Adelantamos a nuestras liebres particulares, final de subida "piedra a través" y bajada a meta. No sé qué máquina tienen aquí para fabricar piedras, pero es cojonuda, se han tirado día y noche y no fallaba la cabrona, festival de piedras, pero con fuegos artificiales y todo, porque vino una zona muy delicada, de piedras como cuchillas donde un tropezón te sale a transplante de cara. Vaya zonita, la leche. Una zona más del tipo "Elije tu propia aventura", donde tiras por donde pillas, a sentimiento. Ni que decir tiene que de nuevo Mónica y Marc nos pasaron y nos dijeron adiós hasta meta. Se nos atragantó la cumbrera siguiente, era algo delicada, con cuidado, cansados, y sin ganas de estamparnos, nos dejamos minutos pero a estas alturas no queríamos visitar la enfermería. Se nos hizo bastante más larga de lo quisiéramos, y sorprende una zona final tan potente tras 150 km de carrera, pero bueno, así era el menú.
Se acabó, pistilla, sendero y pista suave. Aquí no olía, aquí apestaba a meta. Unos cuatro. Y sacamos el cuchillo. Un tipo nos adelantó, se quedó a siete metros y maduró. Le repasamos pero bien, imprimí un ritmo fuerte, nos desatamos, se veía el pueblo aunque no sabíamos realmente cuánto quedaba, pero apagamos el cerebro, y como decía David "soy-un-puto-asfaltero", la vena competitiva salió de paseo. Varias veces pensé que a ese ritmo no llegábamos, pero pasamos a unos cuantos, por el mero hecho de "abatir a la presa", incluso uno, que quiso defenderse a 300 m de meta, alargó innecesariamente la agonía. Qué final más guapo. Fue divertido. Y se acabó, no hubo fanfarrias ni grandes festejos, llevábamos muchos kilómetros asimilándolo, la Quixote Legend era nuestra, éramos "leyendas". Otro día más considerábamos que habíamos corrido de maravilla, corriendo cada metro que podíamos, no perdonamos ni uno, poquito más podemos rascar, motivados, positivos y apoyándonos. Pocas veces he corrido mejor, me encantaron las sensaciones y la forma de afrontar el serio reto, fuimos positivos y supimos correr en pareja, y creo que lo bordamos. Dentro de nuestras posibilidades hicimos lo mejor que supimos, y sobre todo disfrutamos, nos hartamos a comentar, decir chorradas y animarnos, la vida no fue fácil y no dejamos de esforzarnos un montón, aunque no creo que prácticamente sufriéramos realmente. Los recuerdos ya son magníficos y es una pena que hayamos sido casi transparentes para los fotógrafos (cabrones, es que ni una), por tener algún recuerdo más, pero bueno, tenemos unas cuantas imágenes en nuestra memoria, posiblemente para siempre, de unos días duros y divertidos.
La carrera es un pepinazo, la zona realmente espectacular y sorprendente, la organización excelente, que sumado a las buenas sensaciones de nuestra carrera conforman para mí unos excelentes días. Para no ser el objetivo del año, ha sido un plato muy bien cocinado y saboreado. Raramente vuelvo a una carrera, a esta diría a priori que no, porque no creo que mejoraría los recuerdos. Gran experiencia, gracias David, creo que hicimos un buen equipo, lo pasamos bien. Exactamente por esto corro.
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Quixote Legend
Fotos: Quixote Legend, Chelis Valle