Eurafrica Trail (y 3): Belyounech 25

martes, 27 de noviembre de 2018

El traslado a Marruecos fue algo largo pero hay que contar que fueron dos autobuses, un ferry, dos trámites aduaneros, una visita a Tánger, un inesperado paseo y alojamiento en destino. Es bastante tela y además con un grupo grande requiere hacerlo todo con tiempo de sobra para evitar imprevistos. El barco salía de la ventosa Tarifa, arribaba a Tánger y el cruce fue tranquilo y sin mareos, que quieras que no siempre piensas que lo mismo te toca el día tonto y echas el pato por la borda.

La breve visita a Tánger con guía local yo personalmente la agradecí, me gusta ver más que la carrera en sí y siempre que he ido a una carrera he intentado viajar y conocer adónde voy. Estuve meditando si quedarme unos días en el norte de Marruecos pero al final no lo hice, pero tras arañar la superficie de Tánger me quedé con las ganas, Marruecos es muy bonito y tiene mucho que ver, y como he hecho tantas otras veces, correr es una excusa también para viajar, lo ha sido siempre y lo seguirá siendo siempre.

La organización no tuvo en esta edición la mejor de las suertes (eh, que nadie me diga que soy gafe), el viento reinante se llevó una haima por delante pero el alojamiento, en un colegio, se solventó sin problema. Tampoco algún local ayudó, porque a un kilómetro y medio del pueblo los conductores de los autobuses nos descargaron y se dieron el piro, yo me quedé un poco extrañado y fue justo eso, una espantada unilateral: es lo que tiene trabajar en ciertos países, no sabes por dónde te puede venir el problema. Al parecer los autobuseros tenían miedo de quedarse sin frenos en la bajada o sin embrague en la subida, una mierda como una catedral, la carretera no era mala, no eran pendientes tan fuertes pero el caso es que nos dejaron ahí, y ante la incertidumbre, empezamos a bajar como una horda de pijos con miles de euros en material técnico en las maletas por una carretera por la que con quien nos cruzásemos tenía que flipar. Y, de nuevo, no hubo protestas ni malos comentarios, se tiró carretera abajo y listo.

El pueblo de Belyounech es pequeño, protegido en una bahía natural, está justo al lado de Ceuta, y detrás lo flanquean unas buenas moles de piedra. Djebel Musa es el más alto y subiríamos a él al día siguiente, in sha Allah. En la cena nos comunicaron que una de las ascensiones se eliminada y una bajada se neutralizaba. Para mí lo que dice la organización es palabra del Señor, si estoy en una carrera acepto lo que digan y hagan, y si no me gusta, me voy a mi rollo que nadie me obliga.


Desayuné con más moderación que en la etapa anterior por ser más corta y no estar seguro de mi tripa, esperamos más de la cuenta a la salida porque la autoridad local no aparecía y se salió a machete por el pueblo. Nunca entenderé tanta prisa ¡si íbamos a volver al mismo sitio, concha de la madre! (dígase con acento bonaerense). Al kilómetro se acaba la guasa y para arriba. Si algo tengo natural es subir en pendientes entre el límite de andar y correr, me lo tomé con calma al principio, "esquivando" a corredores locales que habían salido un poco optimistas y tratando de llevar un ritmo estable, pero continuamente quien iba delante de mí se ponía a andar, me pegaba carreritas para adelantar y cuando pude ya me puse a correr a mi ritmillo cansino pero que con el mero hecho de hacer el gesto de correr, si no es mucha pendiente, vas claramente más rápido que andando. Así que fui recuperando, adelantando gente y sin esfuerzo, poco antes de coronar alcancé a Beth, la primera mujer, y se vino conmigo. A los 50 m de empezar a bajar, los fantasmas vinieron a hacerme una visita. El pie me dolía muchísimo, me quité la zapatilla, relajé presión, moví los dedos y me calcé de nuevo. No fue un minuto de tiempo real, aunque me quedó en la cabeza unos cuantos más, y tuve una sensación parecida a aquellos dolorosísimos kilómetros de la Maratour de Chartreuse: así no voy a ningún lado, no he encontrado la solución y ya sé dónde tengo el límite del pie. Estoy igual que hace seis meses, y que hace un año y que hace dos. Llevo 26 meses con este puto pie, me han operado dos veces, me falta un nervio, qué más puedo hacer. Aunque Eurafrica iba a ser el test, en realidad la respuesta ya la sabía desde hacía tiempo, quizá me sobre otro nervio, no lo sé, en realidad tenía dos tocados y ahora parece que es el segundo el que quiere independizarse, hijoputa vas a ir al cubo de la basura, que te incineren cabronazo, que tus cenizas las esparzan en la piara más cercana. Desanimado y con estos pensamientos iba en una bajada tirando a tecniquilla, luego que me tuerzo los tobillos y tal por estar pensando en las musarañas. "Estrenaba" zapatillas -las de Francia, unas Altra Olympus, no las usaba desde entonces- y me sentía raro, me iban soplando la nuca (sin chistes) y de vez en cuando obuses locales en zapatillas de asfalto nos pasaban de una forma increíble. Dejé pasar a unos cuantos, no bajé muy allá pero tampoco tan mal, se me hizo algo larga y llegué al primer avituallamiento, el cual me salté. De ahí al segundo -que también me salté- era un sendero que a veces había que intuir, entre arbustos, un subebaja, lento pero donde recuperé algún puesto para mi moral.


Y empezaba el rampón. Casi todo andando, con un descanso intermedio y un avituallamiento que subieron a lomos de burros -en este rellené medio litro, no bebí eso en toda la etapa entre el agua y la comida líquida-, al principio con fuerzas, pero el tramo más duro me costó lo mío, muy pendiente, y notándome algo cansado y flojete: el entrenamiento está sobrevalorado, lo sabemos todos, pero de vez en cuando, ejem, se nota que no estaba fino fino. Toda la etapa son piedras, sendero, empinado, con cierta técnica y con un millón de oportunidades para dejarte los piños, pero moló, fue un gran contraste con las anteriores y esta carrera tiene eso, no son sólo tres países, tres carreras diferentes, dos continentes, además cada etapa es diferente a la otra, con su personalidad y eso no es nada fácil, como decía en la primera parte de la crónica, la caprichosa geografía la tenemos, pero hay que saber exprimirla bien para que salga un cóctel bueno, no vale con mezclar los ingredientes de cualquier manera.


El rampón me acabó hartando un poco porque me noté un poco justo de fuerzas, iba lento y sin buenas sensaciones, pero bueno, se hace, si no te paras es cuestión de tiempo, y en un rato estaba ya bajando, momento en el que viví el único mal momento de la carrera/experiencia. La bajada neutralizada.


Nos lo habían dicho claramente, era neutralizada, había un cartel indicativo y no se podía correr. Al poco de empezar uno me fue cogiendo, corriendo. Era una bajada delicada, para tus dientes y para los de los otros, porque rodaban piedras. No hay que ser muy listo también para suponer que un rescate o un tratamiento médico en Marruecos no es que como en España. Pero sobre todo y por encima de todo nos habían dicho que estaba neutralizada. Cuando me alcanzó el payo en cuestión cruzamos una conversación, que resumida vendría a ser algo algo así como:

Yo: Nos han dicho que esta bajada es neutralizada y que no podemos correr.
El listo: Y qué hago, ¿ando?
Yo: Lo han dicho, son las normas, para todos igual.
El requetelisto: Pues que pongan un avitualliamiento y nos tomamos algo, no he venido a andar.
Yo: No me gusta a mí tampoco pero llevamos un dorsal y tenemos que aceptar el reglamento y lo que nos han dicho.
El espabi: Pues para eso no vengo, esto es una carrera.
Yo: Con un reglamento. Tú mismo.

A regañadientes lo contuve, hasta que llegó un tercero, tan inteligente como éste: un tonto sólo necesita un refuerzo para desplegar toda su tontuna, y claro, pasaron y tiraron adelante. No sé si conseguirías tu ansiado podio veterano para presumir en tu bloque, porque el de la deportividad desde luego que no te lo ganas en la vida, gente con cero valores es precisamente lo que no necesita este deporte, bueno, ni este ni ninguno. Por cierto, hubo unas cuantas caídas y un accidentado de consideración que hubo que evacuar, así que la organización sabía por qué decía las cosas, la bajada era delicada, y si no estás de acuerdo, la haces, respetando lo que te han dicho, y en meta y en tus redes sociales, protestas si te apetece, pero cumple tu parte porque si no quedas como lo que eres: un listillo de medio pelo.

La segunda parte de la bajada (ya no era neutralizada) era la primera del dñia, iba algo cansado con lo que me la tomé con cierta calma tratando de no perder mucho. Me resultó muy curioso cómo menos de tres horas después la bajada parecía otra, entiendo que la luz, la humedad y unos doscientos pares de zapatillas la habían cambiado, y era perfectamente perceptible, se notaba diferente, con el sendero mucho más visible y con otra tracción.

Acabada ésta se ensanchaba, encarábamos el mar y luego nos poníamos en paralelo a él, en un precioso sendero con un azul a nuestra izquierda espectacular, al fondo España y, en medio... España también, porque estaba el islote de Perejil, un pedrusco pegadito a la costa marroquí, sin ninguna chicha ni uso pero que por azares del destino es terreno español y que se hizo famoso hace unos años con aquel asalto marroquí y subsecuente reacción y toma "por la fuerza". Comillas porque si ves el equipamiento de los militares te descojonas, en ese sendero al ser, digamos, frontera, está bastante militarizado, y había que ver en qué condiciones tenían a los pobres chavales, pero bueno, no estábamos a eso nosotros, el sendero era precioso, junto a un precioso mar azul y todo corrible -incluso una corta y empinada subida- si tenías ganas. Un poco hasta las pelotas de piedras empezaba a tener ganas de llegar al pueblo, lo hicimos y me pegué el calentón tonto del día. Quedaba un kilómetro y medio a meta, punta a punta del pueblo, y me puse a correr como si no hubiera mañana, sin más objetivo que porque me apetecía, porque intuyo que no me voy a poner un dorsal en mucho tiempo y porque me lo quería regalar. Con subida el primer mil me salió en 4'17", mola ir así. Subebaja, callejeo y meta. Por poco no alcanzo a un colega, me da lo mismo. Se acabó. Otra vez tengo la sensación de Chartreuse, sí, he llegado, sí, la experiencia es bonita, me ha enriquecido, lo he pasado bien, pero no puedo estar contento del todo, el pie no me deja, no sé qué voy a hacer pero desde luego así no me puedo plantear nada potente. Y aunque no lo eche demasiado de menos que luego se sufre la de dios, quiero al menos sentirme corredor, sin preocuparme de nada y sin sentirme impedido. Sabor agridulce al final, no empaña toda la experiencia y lo vivido, pero que me hace pasar de nuevo a modo lesionado por enésima vez.

El ambiente en meta era relajado, la gente estaba muy contenta con la etapa final, todos estábamos tranquilos, lo suficientemente cansados, las clasificaciones hechas y todos nos conocíamos, el día era soleado, hacía buena temperatura y esto se iba acabando. Pero el ambiente era muy positvo, caras alegres y buen rollo, lo del dorsal estaba hecho, se notaba que había una atmósfera de alegría y creo que más de uno nos dábamos cuenta de todo lo que habíamos vivido en sólo tres días, desde el campamento inundado, el cambio al polideportivo, la etapa veloz de Gibraltar, la de Cádiz con un buen día y un recorrido curioso, los traslados, la experiencia, el hablar con este o el de más allá, lo peculiar que es para nuestros estándares Marruecos, y el buen sabor de boca de la etapa final. Todo condensado a gran velocidad pero con tiempo de paladear. Si por algo me gustan las etapas es por tener este poso y porque las recuerdo mucho más tiempo.


Y poco más, una tarde tranquila, una vuelta larga y ya todo es pasado, pasado con el que nos quedamos unos cuantos. Espero que no surjan ediciones tan problemáticas como esta, nadie se lo merece, pero salvado este match ball creo que ya se puede con todo. Si os llaman la atención las carreras por etapas, esta en concreto tiene ingredientes que la hacen única, dale un tiento, dudo que no vuelvas como volvimos la mayoría, con un buen puñado de recuerdos duraderos.
s

+: Eurafrica Trail
Fotos acción: Jose Miguel Muñoz/Mountain Running Photo, John Ortiz

Eurafrica Trail (2): Alcornocales 50

lunes, 19 de noviembre de 2018

La segunda etapa ya sabíamos que estaba recortada, de 50 a 40 km, suficientes. Las lluvias al parecer habían hecho estragos y, sin embargo, el día amaneció soleado y así se mantuvo hasta el final del viaje, con una temperatura ideal. Lo peor, en el tema meteorológico, había pasado. Y se agradecía, porque meterte 50 (o 40) kilómetros bajo la lluvia me seducen lo justo.

Antes de la salida tuve un encuentro nostálgico un colega de fatigas y foros de antaño, me alegró, este deporte a lo largo de los años me ha puesto en contacto con gente de muy diferentes procedencias, que aunque aparentemente sólo te una lo de poner un pie delante del otro en entornos abiertos al final no es difícil que con algunos de ellos haya surgido algún acercamiento más personal y siempre es agradable encontrarte años después con esta gente, que creías a veces perdida, pero con quien sigues teniendo algo de cercanía mucho tiempo después. Me gusta y fue un agradable momento presalida.

En mayo, en Chartreuse, me sentí bastante desubicado por ritmos y forma espídica de correr. Esta vez, sin llegar a tener esa sensación, volví a sentir en mis carnes los espectaculares ritmos de salida de estas carreras "sprint", manda huevos. Durante unos kilómetros tuve la fortuna de disfrutar del sano pique entre las cuatro primeras mujeres, cómo se iban atizando, siempre a la vista y muy centradas en no perder comba la una de la otra, un auténtico disfrute. Hacia el kilómetro seis un despiste del primero del grupo -y todos detrás como ceporros, claro- nos desviamos un poco y las féminas cambiaron las posiciones, y vuelta al pique. Un kilómetro más adelante entramos en una pista de bajada y en ese kilómetro marqué un 3'55"/km, un misil llamado Beth Pascall, a la postre ganadora de la general (y de las tres etapas), nos lijó pero bien. Haciendo un cálculo rápido, nos pasó de cuarta a primera y algo de ventaja nos cogió, con lo que se cascó un mil en 3'30"/km tranquilamente. Para un tipa que ha hecho cuarta en el UTMB hace dos meses, de larga distancia que se la presupone más trotona, da idea de cómo va la tía y cuán rápidas son las carreras de montaña ahora.

Desde el swimrun básicamente me había puesto malo tres veces, había hecho una maratón y a ritmo torpe pero sin cansarme mucho y había estado dando tripazos aquí y allá sin mucha gana. Llevaba exactamente dos días de montaña desde mayo, me noté bastante torpe bajando, no se le pueden pedir peras al olmo. Operación, recuperación, trabajo, enanas, falta de tiempo crónica, swimrun... todo comprimido en muy poco espacio de tiempo, no di para más y no me solté en montaña, necesito más, y en esa primera bajada se me vio el plumero. Como me lo esperaba, no me sorprendió ni decepcionó, les dije adiós con la manita a mi grupo y a tirar millas.

El recorrido de esta etapa es muy ratonero, la gran mayoría por sendero, con arbustos que te desguazan las piernas (estábamos avisados) y con alguna que otra trampa. Pero bonita y variada, casi todo bosque, un bosque bastante peculiar y nada común para mí -alcornocales-, a veces cerca de ríos, otras veces con amplias vistas, muchas piedras, corrible, dura en su justa medida. Lenta para un tipo torpe como yo, pero aún así, rápida para la mayoría y sin descanso, me gustó, no permitía relajarse, era cambiante y te mantenía siempre con un puntito de tensión, sin grandes subidas ni largas bajadas, un terreno más de monte que de montaña pero agradable y diferente para competir, en este mundo que en ocasiones parece que se quiere reducir a desniveles de decenas de miles de metros, montañas alpinas peladas, subidas de horas y demás, es también bonito otro tipo de terreno, el trail es mucho más que los Alpes, los Pirineos, el skyrunning, el UTMB y la madre que los parió, a mí me parece también algo monótono e insulso meterte kilómetros verticales uno tras otro en terreno de pinar y zona alta desértica, y para abajo, otra vez bosque, y para arriba, bosque-desierto, no lo rechazo, pero hay más mundo y el trail lo debe abarcar todo. Así que contento con este inmenso bosque de alcornocales.

Hacia el kilómetro doce iba alcanzando a Ester Casajuana -campeona nacional de las skyrunners de este año- y justo al llegar al avituallamiento me empezó a doler el pie, es insoportable lo de un nervio, creo que tengo experiencia en unos cuantos tejidos rotos, dañados o inflamados y afirmo con la mano en el vademécum que los dolores nerviosos son lo peor de lo peor, quizá, sólo quizá comparable a parir quintillizos sin epidural y habría que verlo. Total, que al llegar al avituallamiento me descalcé, arramplé con algo, y cuando consideré que los metatarsos ya habían dejado de presionar el nervio -o lo que coño fuera-, me calcé y seguí en carrera.

El problema vino en el dieciocho. Avituallamiento, cojo dos tercios de plátano y dos onzas de chocolate, la salida es en subida, voy a mi ritmo y el estómago dice que le apetece el programa de centrifugado. No sé qué pasa, nunca me había sentido revuelto en carrera, he comido plátano y chocolate infinidad de veces antes o durante pero tengo un revoltijo serio, me quedo sin energía y con un malestar importante. Y ahora qué. Durante un buen rato medito entre meterme los dedos y echar hasta el roscón de Reyes del 97 o dejar de comer y beber hasta que se pase, opto por lo segundo, hacer el vaciado lento, alguna vez lo he probado y como la primera de las soluciones tampoco me garantizaba nada y te puede dejar un ligero mal sabor de boca, creo que hive bien a toro pasaso. Al menos hasta el 30 peno a un ritmo lastimoso, cuando se suaviza el terreno y amago con correr se me pone el estómago en la boca, con lo que a seguir andando, me pasa alguno y ni intento seguirle, para qué. Sólo me anima una espectacular vista del mar, con Marruecos a los lejos, precioso, me paro hasta hacer fotos, total, ya la carrera está cagada. Con un desnivel más duro, con algo mejor de forma, pero terreno con similitudes, en Chartreuse tardé casi 40' menos y era la tercera, no la segunda etapa. Así que échale lo que perdí.


Pero me recuperé, funcionó el vaciado y en el 30, horas y horas después, recuperé el estómago, y volví a beber y a comer con timidez. Primero pista, luego un sendero, volvía a andar en subida con ciertas ganas aunque ya pesaban las horas. Fue agradable esta parte porque nos juntábamos la versión 27k y la 50k, con lo que volvía ver gente y a adelantar, incluso en bajada. Con un cuarteto, en un sitio muy estrecho, me dejé 5' fácil, no puedo entender que tengas que estar pidiendo paso, saben que vienes mucho más rápido, que posiblemente no seas de la misma carrera, que has pasado a uno, a dos, a tres de ese cuarteto y tienes que pedir paso por cuarta vez, no lo entiendo mucho, fue un caso aislado, porque en general todos me dejaban pasar y en otros momentos yo dejo pasar sin perder tiempo ni hacerlo perder.


Tiempo después entramos en una pista y por el perfil olía a que eso nos llevaba a meta. Cuando vi la torre de la cárcel (el campamento original, salida y meta de esta etapa, estaba al lado de una cárcel) supe que sí, que tres, cinco o siete kilómetros pero ya olía a meta. Volví a correr a buenos ritmos, adelanté a alguien más y con cierta pesadumbre llegué. Doce kilómetros lentísimo y penando por algo que nunca me había pasado no son un plato que se digiera tan rápido, pero cuando estaba lamiéndome las heridas era consciente a la vez de que había salvado la situación sin bajar los brazos y actuando bien, a veces no queda otra que pasar el mal trago, si no es algo serio, casi todo es cuestión de tiempo, pero lo que pase por tu cabeza ese tiempo depende sólo de ti, creo que no lo afronté mal, fue básicamente resignación y seguir avanzando, que suena fácil ya al teclado, pero en el momento iba francamente molesto y desconcertado por el problema, ya digo que me como muchas veces un plátano antes de salir a entrenar, el chocolate no le puede sentar mal a nadie ¡por dios! y la intensidad, la meteo, y todo era de lo más normal. En fin, a veces nunca sabrás por qué pasan ciertas cosas, el cuerpo no deja de ser un gran enigma -especialmente cuando lo sometes a presión- y será otra de esas incógnitas con las que me iré a la tumba (deportiva).

Hecho el trabajo, queda ducharse, comer, tumbarse al solete a hacer la fotosíntesis y palique, porque otra cosa no, pero en las etapas se habla por los codos, ya digo que me gusta la parte social de estas carreras, te juntas con gente con la que seguro tienes algo en común -la pasión por este deporte y los arañazos en las piernas- y es fácil entablar conversación, la gente en general es muy cercana y se agradecen conversaciones más o menos banales, olvidarse de trabajos y quehaceres diarios y disfrutar relajadamente del momento. Más o menos todos hemos venido a esto. Ya conocíamos nuestra casita de estos días, la comida, dónde plantar un pino, charlabas, la vida era sencilla y amena, estábamos en casa, casa temporal pero en casa. Home sweet home.


Mañana tenemos día de traslado, nos hemos quitado la larga de encima, hay descanso de correr (bueno, de competir, alguno salimos a rodar por la mañanita) pero creo que todos teníamos la mosca detrás de la oreja con la etapa marroquí que la ponían como dura y técnica.
s

+: Eurafrica Trail
Fotos acción: Jose Miguel Muñoz/Mountain Running Photo

Eurafrica Trail (1): Gibraltar Vertical Race

miércoles, 14 de noviembre de 2018

Desde la edición 0 de la Eurafrica me llamó la atención y la puse como objetivo, para algún día, porque me pareció una carrera con personalidad, lo cual no abunda. También me gustaba la parte del campamento, la del viaje y la cultural. Tenemos miles de carreras en España con lo que hay para todos los gustos, me gustan las etapas por la parte social, este par de últimos años han explotado aquí y las que las conocemos del pasado no nos extraña pues tiene un gran atractivo para un perfil de corredores. Eurafrica tiene además la particularidad de nuestra caprichosa geografía (y política) pues se disputa en dos continentes y tres países.

He ido a elegir la edición más puñetera, que posiblemente sea recordada durante un tiempo, pues días antes estaban por Andalucía con inundaciones, el día previo y el de la primera etapa llovió como si no hubiera mañana. Mal rollo. No me vengo al sur para que me caiga más que en casa, coño, la próxima vez hay que sobornar más y mejor a los hombres del tiempo. Tras un largo viaje -les pilla lejos hasta los andaluces, pero es el pequeño precio a pagar- ya el campamento empezaba a pintar mal, era en un aeródromo, empezaba a acumular barro y la organización empezaba a moverse. Porque pintaba mal para esa noche y el día siguiente. Si en algo tengo experiencia en este deporte es en carreras pequeñas, con organizaciones a veces minimalistas, en países de otra cultura y forma de trabajar de aquella manera, es decir, carreras-experiencias un tanto alejadas de lo convencional. He visto un poco de todo y cuando la cosa se empezaba a poner delicada se vio la estatura de la organización: ante el previsible campamento inutilizable la organización se sacó de la manga un campamento exprés alternativo, un polideportivo. Hay que tener mucha agilidad y cintura para en un rato realojar a todo el mundo, comunicarlo, mandar material de la organización, cocinas y personal a otro sitio, y además compatibilizarlo con el uso normal del polideportivo, porque las horas que no estábamos los niños siguieron entrenando o compitiendo en él. Olé.

La segunda nota buena fue la de los corredores, cuando se comunicaron los cambios, cuando se tuvo que dormir todos juntos en un sitio más ruidoso, cuando la gente se tuvo que adaptar a la nueva situación, cuando se tuvieron que habilitar nuevos transportes para el polideportivo, cuando todo esto pasó, la gente siguió a su rollo, lo aceptó y siguió haciendo su vida de campamento y de carreras, con buen ambiente y sin quejas ni malos modos. La verdad, me sorprendió, viniendo del país de los protestones profesionales. Creo que todos queríamos tener la carrera lo más sana posible, la experiencia deportiva lo más enriquecedora que se pudiera, y también veíamos los esfuerzos de la organización para salvar la situación. Me alegro, denota un punto de madurez, o quizá soy yo demasiado escéptico y crítico con nosotros mismos. Otro ejemplo: la primera noche había un jaleo monumental en el polideportivo, me puse cascos para escuchar música mientras hacía que dormía, a las 23h15 me di cuenta de que las luces estaban apagadas y que todo estaba en perfecto silencio, el toque de queda era a las 23h00 y se respetaba escrupulosamente. Esto en un grupo de 200 personas es extraordinariamente difícil, con que haya uno o dos dando por culo ya destruyen no sólo el silencio sino la experiencia, los nervios de alguno y el ambiente, pero no fue así.

Pero hemos venido a correr, y de aperitivo, una corta y explosiva etapa en Gibraltar. Gibraltar es una de esa peculiaridades geopolíticas de España, un pedrusco prácticamente inoperativo, una miniciudad donde cada centímetro cuadrado es oro y un aeropuerto que cruza la carretera de entrada. El día estaba tontorrón, llegamos allí, bajamos del autobús, cruzamos la frontera a pie y nos subimos a otros microbuses al punto de salida. Viento, lluvia fina, día de perros. Bendita cafetería que nos dejó guarecernos a todos como piojos en costura, algo de gasto se hizo para compensar pero salimos ganando nosotros.

Medio kilómetro vertical en cuatro kilómetros. Un calentamiento breve pero como sé que se sale por asfalto entiendo que voy a poder calentar, para que no me pase el fallo épico de la Chartreuse Trail Festival, carrera con la que guarda bastantes semejanzas, la verdad, y que hice en mayo (las elecciones no son casuales). En aquella ocasión las piernas me reventaron en 100 m y tardaron media hora en reaccionar, sensación ya conocida por un servidor y que me pasa siempre que hago cuestas fuertes, aunque venga de correr media hora o más, tras la primera estoy para hacer salchichón del malo. Salí en pareja, con separación de 30" y no estaba en mi sitio. No lo estaba porque adelanté a mucha gente, lo que está bien a priori porque te puedes crecer, pero tampoco tenía referencias. Lloviznando un poco, salí con chaqueta impermeable a pesar de que el esfuerzo iba a ser corto e intenso pero prefería quedármela para el calentamiento y ya en la subida me la pondría en la cintura. La chaqueta era la RaidLight Hyperlight MP+, algún día hablaré de ella, es sencillamente espectacular, algo sudé, claro, pero es que es el peor de los escenarios para una chaqueta, ambiente muy húmedo, esfuerzo muy intenso y calor generado como para calentar una ciudad de tamaño medio. Primer mil, 3'55"/km, ya en subida, eso puede ser un 3'30" en llano, así que bien, se fue empinando hasta salir del asfalto, y, sorpresa, te metes en una torre con escalera de caracol, coño, qué curioso. En algún momento no veía un pimiento los escalones, y a la salida, a pijo sacado de nuevo. El resto de la subida era una sucesión de escalones y tramos de descanso, lo que me venía bien, porque en los escalones se me cargaban bastante las patas y aunque iba con tacto para no pasarme, iba con pulsómetro para controlar un poco y no vi más de 158, aunque descargardos los datos veo algún 161, media 153 ppm, baja para la inmensa mayoría, seguro, pero suficiente para mí. No sabía el tiempo que se podría hacer, ¿media hora?, alguien me dijo que el tiempo del ganador estaría en torno a 25', no, fue poco más de 21, y yo hice 25'30", razonablemente contento, aunque nunca sabes lo que te queda dentro si de verdad no mueres.


El día fue feo, pero alguna vista buena se pudo ver, Gibraltar es un tajo espectacular y los barcos y el mar en un día plomizo eran un buen marco en el que apretarse las tuercas. Cuando vi el resultado -¿13º?- pensé cuánto podría haber rebajado conociendo el recorrido y con una liebre, porque estaba un poco perdido sin referencias y adelantando a gente, creo que unos dos minutos son posibles, pero bueno, quedé satisfecho con el rendimiento, sé que iba con entrenamiento muy justito, uno de los objetivos era probarme el pie (me operé por segunda vez este año el 20 de julio) y fui ambicioso lo necesario.

Al acabar un rápido refrigerio en unos pasadizos de pasado bélico junto a unos cañonazos, y de ahí, a unos 300 m abajo, a una espectacular cueva donde nos podríamos cambiar y se celebraría la entrega de premios. Madre mía, vaya sitio para hacer una ceremonia de este tipo, copón.


De ahí a unos microbuses hasta la frontera con una importante coña de la gente de la zona (para reírte no hay nada como los andaluces, pero nada de nada), frontera andando y autobús al campamento-polideportivo.

Primer asalto. Hollín desatascado.
s

+: Eurafrica Trail
Fotos acción: Jose Miguel Muñoz/Mountain Running Photo

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